COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

“Nadie comprende mejor a un adolescente que sus padres”

Alejandro Rodrigo

“Nadie comprende mejor a un adolescente que sus padres”

Alejandro Rodrigo

Educador y escritor


Creando oportunidades

Más vídeos
Más vídeos sobre

Alejandro Rodrigo

¿En qué momento un hijo adolescente no quiere salir de su habitación, estudiar, cumplir las normas o compartir tiempo con sus padres? ¿Es la adolescencia un sinónimo de conflictos y tensiones familiares? Alejandro Rodrigo ha dedicado más de 15 años a la intervención social y educativa con menores en riesgo de exclusión social, en el ámbito de las medidas judiciales. Su experiencia en la orientación familiar y educativa le ha llevado a impartir talleres, conferencias y consultorías, donde expone herramientas y reflexiones que ha recogido en el libro 'Cómo prevenir conflictos con adolescentes'.

Identificar distintos estilos educativos o distinguir la diferencia entre consecuencias y castigos son algunas herramientas que sugiere para mejorar la relación con los jóvenes. La clave, asegura, consiste en no olvidar el adolescente que fuimos para empatizar y comprender que una tensión familiar puede esconder una necesidad no expresada. "Como padres debemos tener la mirada bien enfocada y observar si nos encontramos ante una crisis evolutiva o involutiva en nuestros hijos. Crisis evolutivas son aquellas en las que nuestros niños y niñas van a enfrentarse a problemas y ser capaces de resolverlos. Las crisis involutivas son ya zonas de mayor riesgo", concluye el educador.


Transcripción

00:03
Alejandro Rodrigo. Soy Alejandro Rodrigo. Desde hace más de 15 años trabajo con adolescentes ayudándoles a mejorar la relación con su familia desde distintos ámbitos. Soy autor del libro ‘Cómo prevenir conflictos con adolescentes. Claves para una convivencia feliz’.

00:20
Roberto Merino. Hola, Alejandro, ¿cómo estás? Soy Roberto. Soy padre de una hija pequeña, estoy bastante concienciado con su educación, y la verdad es que la primera pregunta que te quería hacer es que cuál es tu visión general sobre esa época de la adolescencia.

00:35
Alejandro Rodrigo. Hola, Roberto, encantado de estar aquí contigo. Que sepas que yo también soy padre de una hija. Todos hemos sido adolescentes, tú y yo hemos sido adolescentes, y parece que en un punto se nos puede llegar a olvidar. Pero la adolescencia, sin ningún lugar a dudas, es una época de explosión de las emociones, de gustos, de experimentación. Lo que pasa es que, claro, la adolescencia es una etapa de autoafirmación. Esto quiere decir que los niños, tu niña, mi hija, cuando de repente dejan de ser una niña pequeña y pasan a ser una niña grande, e inician la etapa de la preadolescencia, es una etapa en la que necesitan autoafirmarse, es decir, empezar a separarse de los padres. Y esto es algo doloroso para todos, para ti y para mí, para ellos también, porque les invade el miedo. Qué va a ocurrir, qué adulto voy a ser… Y en este sentido es importante definir que, por lo tanto, surgen conflictos y los conflictos no son otra cosa que oportunidades de crecimiento. Pero claro, nosotros como padres debemos tener la mirada bien enfocada y bien apuntando a si tenemos una crisis evolutiva o una crisis involutiva. Crisis evolutivas son esas en las que nuestros niños, nuestras niñas, van a enfrentarse a problemas y van a ser capaz de superarlos. Pero las crisis involutivas son ya zonas de mayor riesgo.

01:59

Me gusta apuntar de la adolescencia que verdaderamente cada joven, cada adolescente es un mundo en sí mismo. Esto quiere decir que no existen dos iguales. Seguramente tu hija y la mía, estando cercanas en edad, no son la misma persona. En este sentido, cuando un adolescente presenta una conducta desajustada y otro adolescente presenta la misma conducta, muchas veces no tiene nada que ver lo que están pidiendo. Es por ello que me gusta mucho hablar de que nosotros, como padres, tenemos la responsabilidad de ser unos verdaderos referentes para nuestros hijos. El espejo en el que se quieran mirar.

Siete estilos educativos, ¿cuál es el tuyo? Alejandro Rodrigo
02:37
Roberto Merino. Asusta un poco la referencia. Claro, porque tú, además, de hecho, en tus trabajos y en tu libro hablas también de los estilos educativos de los padres. ¿Qué estilos educativos hay? ¿Nos podrías poner algún ejemplo?

02:50
Alejandro Rodrigo. Los estilos educativos son esas maneras que tenemos de educar. La manera en la que tú, en la que yo nos presentamos delante de nuestros hijos, intentamos educarlos lo mejor posible. Dependiendo de los estudios, o dependiendo de los autores, la verdad es que hay muchos estilos definidos. A mí siempre me ha gustado trabajar con siete muy específicos, que son los que yo me he ido encontrando normalmente. Tenemos el estilo protector, el estilo autoritario, el punitivo, el sacrificante, el negligente, el ausente y el diplomático. Aquí no hay un padre cien por cien punitivo, o un padre cien por cien autoritario. Somos una pequeña mezcla, un pequeño porcentaje.

03:31
Roberto Merino. Te iba a preguntar que luego de todos estos estilos educativos, cada uno tiene unas reglas, unas formas de actuar: la hora de llegar a casa, del uso del móvil… todos estos temas tan conocidos. ¿Podrías darnos un ejemplo o herramientas de cada uno de los estilos?

03:50
Alejandro Rodrigo. Sí, el estilo autoritario es este padre o esta madre que impone su ley. Es decir, esta norma es así y por lo tanto no hay dudas al respecto. La fortaleza mayor del estilo autoritario es que los hijos crecen bajo una confianza plena. Lo malo, la debilidad del estilo autoritario, es que evidentemente potencia una separación emocional, una distancia emocional con los hijos que hay que tener en cuenta. Esto hay que verlo. El estilo protector crea mucha seguridad también a los hijos, pero desde la protección directa del padre. El hijo sabe que con papá aquí al lado a mí no me va a pasar nada. La debilidad, sin embargo, si somos excesivamente protectores, es que le estamos coartando su autonomía. Esto quiere decir nuestro hijo no va a poder ser capaz de enfrentarse a conflictos y superarlos por él mismo. El estilo punitivo, este sí que tiene algo peyorativo, es similar al autoritario. Es muy importante saber diferenciar ambos, porque el punitivo quiere decir que el padre utiliza el castigo como medio educativo, es decir, todo el rato el castigo está encima de la mesa. Lo que aquí predomina es el castigo. Claro, la única fortaleza que tiene es que a corto plazo las normas se van a cumplir. Aquí hay tranquilidad en el corto plazo. Todos sabemos que hay castigo. Sin embargo, la debilidad es que entonces tendremos adultos que se desarrollan y crecen aprendiendo a evitar castigos. Un ejemplo muy claro es cuando vas por la carretera y sabes que hay un radar y, de repente, aminoras la velocidad para pasar el radar y luego seguir. Bueno, ¿qué queremos, adultos que sepan circular con normalidad o adultos que sepan detectar radares y saltárselos?

05:33

El estilo sacrificante es difícil de detectar, pero básicamente la idea clave es que los padres ponen de manifiesto siempre los sacrificios que están realizando por el bienestar de su hijo. Esto es una especie de chantaje emocional, sin querer, porque tiene toda la bondad del mundo el querer hacerlo bien. Pero es este padre en el que a veces nos podemos ver reflejados: «De verdad con el psicólogo caro que te estoy pagando y aun así…», «Con el colegio tan bueno y caro que te estoy pagando…». Esto llevado a lo cómico, porque he utilizado un ejemplo cómico, pero es importante tener una buena actitud para poder discernir si estamos empleando esto, porque son hijos que aprenden a vivir con un chantaje emocional y se relacionarán así cuando sean adultos. El negligente es uno de los más dramáticos porque es el que, este padre o esta madre, que sin querer, cometen negligencias y, por lo tanto, provocan un daño directo en el hijo. Y tú me preguntarás: «¿Y cuál es la fortaleza de este negligente? No hay nada bueno». Bueno, desde mi experiencia solamente he podido ver que los padres con un estilo marcadamente negligente, lo único bueno que tienen es que el hijo a veces desarrolla cierta compasión hacia el padre. Podríamos entrar en un debate si esto es bueno o malo, pero es el único aspecto positivo. Yo creo que las debilidades no hace falta mencionarlas. Un daño directo. Nos quedan el ausente y el diplomático. El diplomático es el que, de momento, mejor nos sienta. Es este estilo por el cual, bueno, hacemos cierta democracia en nuestra casa y podemos debatir las normas. La fortaleza, bueno, es evidente. El hijo se siente valorado. «Estoy en casa. Qué bien que se me tiene en cuenta». La debilidad es extrapolarlo y acabar haciendo un debate de todo. Pues claro, no podemos debatir si vamos al pediatra o no o si vamos al médico o no. Esto no es debatible.

07:24

Y por último, sí que me gustaría apuntar y que quede muy claro, por favor, el estilo ausente. El estilo ausente sí es un estilo que debemos evitar todos, porque no se trata de no estar en casa, sino se trata de cuando verdaderamente a mí mi hijo no me importa. Y esto los hijos, sean niños, o adolescentes, o preadolescentes, lo notan. Es como si tú y yo nos vamos a tomar un café y, de repente, yo estoy totalmente pendiente de otra cosa. No me interesa la conversación contigo, tú lo notas. Nuestros hijos notan si nosotros estamos ausentes, si a nosotros no nos apetece estar con ellos. Y esto requiere de un grandísimo ejercicio de autorreflexión y de introspección, porque el mayor miedo que tienen los niños y que tienen los adolescentes es sentirse abandonados por sus padres. No hay nada peor para un adolescente que su padre le abandone, aunque parezca todo lo contrario, aunque parezca que no quiere estar contigo. Pero este es el temor fundamental.

08:25
Roberto Merino. Pero luego, dentro de estos, no sé si hay herramientas o ejemplos buenos que puedas dar, tipo consejo, en plan: «Oye, pues de este estilo a lo mejor podemos utilizar este tipo de técnicas que pueden funcionar mejor en casa».

08:39
Alejandro Rodrigo. Sí. Yo hablo de la caja de herramientas, porque parece que hablar de adolescencia y no hablar de normas y límites… esto es un sacrilegio. «Adolescencia, por favor, dime las normas». En binomios resulta más fácil. Normas y límites. Consecuencias y castigos. Recompensas y premios. El quid de la cuestión está en la temporalidad. No es lo mismo que tú le informes a tu hijo de: «Oye, si no cumples esta norma, lo que va a ocurrir va a ser esto». Esto es una consecuencia. Esto no es lo mismo a que incumpla esa misma norma y tú apliques la misma consecuencia, pero sin habérselo comentado antes. Esto es un castigo. Y desde mi experiencia, el adolescente, el preadolescente, entiende la consecuencia aunque luego quiera pelearla, pero él la entiende profundamente. Sin embargo, no entiende el castigo. El castigo lo traduce como una agresión hacia sí mismo. Es por eso que insistimos tanto en que las consecuencias siempre son mucho mejores. Exactamente igual que los premios y recompensas. «Si estudias bien, si…», lo que cada uno quiera poner según el estilo educativo que tengas, «…lo que va a ocurrir va a ser que vas a alcanzar este objetivo». Esto no tiene nada que ver con un premio. El premio es aleatorio. De repente, no se entiende, no se esperaba. Es este alumno que más o menos es de un cuatro, un cuatro y medio y de repente saca un cinco y sus padres, con todo el buen amor del mundo, le regalan como premio algo. ¿Está bien? Por supuesto que sí, evidentísimamente. Pero hay que tener en cuenta que los premios luego producen cierto nerviosismo, en el sentido de: «Si en el siguiente trimestre apruebo todo, claro, ¿dónde está mi premio?». Las normas y los límites, me gustaría ser muy breve en esto, pero las normas pueden ser explícitas o implícitas y son las reglas que tenemos en casa. Y los límites, es muy personal. Tus límites y los míos pueden que no sean iguales. La verdadera cuestión es ser un referente para no tener que llegar a establecer un sistema de normas. No estamos en el trabajo, estamos en casa, en una dinámica familiar, con armonía y amor por encima de todo.

10:45
Roberto Merino. En el peor de los casos, ya poniéndonos en situaciones súper incómodas, como pueden ser faltas de respeto a un padre o, incluso, insultos o agresiones que creo que has estado bastante en ese mundo, en ese tipo de familias. ¿Cuál es la primera reacción que debemos tener como padres o qué podemos hacer?

11:02
Alejandro Rodrigo. Sí, yo he trabajado los últimos 15 años de mi vida en el ámbito de las medidas judiciales, sobre todo dentro del contexto familiar. Hay que puntualizar que es un porcentaje muy pequeño de la sociedad. Que verdaderamente no se debería haber llegado hasta ese punto, pero que existe. Y por cierto, en el que desarrollan una labor sus profesionales, inmensa. La prevención, aquí, es la piedra angular de todo. De la prevención se habla poco en todo, en el cambio climático o en política, en todo, pero la prevención es radicalmente importantísima. ¿Qué es lo primero? Hay que saber diferenciar que no es lo mismo que estemos ante un riesgo que ante un peligro. Un riesgo ya lo hablábamos antes, es que mi hijo posiblemente esté en una crisis evolutiva en la que se está pasando de los límites. Nosotros como padres, yo siempre animo en la reflexión de tener una mirada de autenticidad a lo que está ocurriendo, en no desviar la mirada porque es fácil, es fácil como un recurso de protección: «Bueno, no será para tanto. Se le ha escapado un insulto», pero hay una delgada línea que divide el saltarse las normas, los límites… A, de repente, caer en actitudes ya que son peligrosas, donde sí que necesitamos la mirada del padre y de la madre, la mirada de protección y, sobre todo, la mirada de atender qué está ocurriendo. Cuando esto sucede, a mí me gustaría subrayar que algo le está ocurriendo a este hijo. Esto no es normal. ¿Qué mensaje encriptado nos está lanzando? No es el insulto o no es la tensión, es que tiene una necesidad que ni él mismo muchas veces sabe comunicarnos. Nuestra labor como padre, la primera de todas, es poder descifrar este mensaje y entender qué le está ocurriendo. ¿Por qué está haciendo esto? No tanto quedarnos en el hecho, sino profundizar e ir más allá.

12:57

A mí, en este sentido, trabajo mucho con la pirámide de la discordia, que son distintos niveles, y animo mucho a los padres, les oriento a que hagan un pequeño autorregistro. Es un concepto abstracto y por eso es bueno ponerlo en papel. No es más que un gráfico en el que delimitamos en niveles la intensidad de los conflictos que pueden suceder en casa, porque hay veces que como padres estamos muy subjetivados emocionalmente por lo que está ocurriendo y perdemos la perspectiva. Por eso, cuando vamos a un profesional o pedimos ayuda al maestro, por ejemplo, el primero de todos, ellos son capaces de estar objetivados. Es decir, verlo con suficiente objetividad y distancia para poder entender qué está pasando. Porque no es lo mismo en un nivel bajo, de bajo nivel de riesgo, un: «No es cariñoso, no tiene mucha comunicación conmigo y a veces, de verdad, Alejandro, no hay quien le entienda». Esto es un nivel bajo, ¿produce tensión?, muchísima tensión, porque estar en casa y tu hijo de 12 años, 12, que ni siquiera te salude, que ni siquiera te dé un beso. Esto produce una tensión como padre muy importante. Esto no es lo mismo a un nivel medio de: «No cumple las normas». «Es que no respeta mucho los castigos». «Alejandro, se salta los límites». Esto estamos en un nivel preocupante, que en el famoso autorregistro uno puede verlo. «Ah, es que ha incumplido todo el rato en el mismo nivel de gravedad». ¿Qué ocurre aquí? Que nuestro hijo nos está lanzando un mensaje. «Es que yo digo que llegue a las once de la noche y sistemáticamente llega a las tres de la mañana». Claro, las 10 de la noche, por poner un ejemplo, para que nos podamos entender, a las diez y cuarto, el límite tuyo y el mío a lo mejor sería distinto, ¿no? A lo mejor yo diría: «¡Diez y cuarto!», y a lo mejor tú dirías: «Hombre, diez y cuarto», ¿pero tres de la mañana? Parece una evidencia.

14:49

Este nivel de autorregistro es una herramienta muy útil para poder entender también que hemos hecho como padres. «Es que ha llegado ya un momento en el que son las tres y ya ni me altero porque ya he aprendido que esto es lo normal». Si esto lo cogiésemos al principio del todo, prevención, de nuevo, el primer día que llega a las tres, lo más probable es que en pijama salgamos con el coche a ver dónde está. Sin embargo, el último nivel de la pirámide, el de arriba del todo, pequeñito, y sin embargo drástico en su nivel de gravedad, es cuando ya ha transgredido todo límite. «Me falta al respeto de manera evidente». «Me insulta». «Me agrede». Claro, entramos aquí en un terreno en el que ya es muy difícil hablar, y muy difícil apuntar. Esto no se trata solamente de llevar a cabo una serie de reflexiones que hay que hacer, sino que hay que pedir ayuda profesional. Por eso es importante ser conscientes de que esto es una escalada y va a ir con una curva exponencial, no se va a solucionar. ¿Te acuerdas cuando hablábamos de la edad del pavo que en un año se pasaba? Esto no va así. Cuando nuestro hijo ya pasa del nivel de abajo, al del medio, al de arriba, tenemos que pedir ayuda. A veces como padres acudimos a que nos ayuden profesionalmente y manifestamos un nivel de ansiedad tremendo. Y es verdad. Es legítimo el nivel de ansiedad, pero luego los datos nos dicen otra cosa. «Bueno, pero el nivel de gravedad es bajo». Sin embargo, hay veces que, paradójicamente, se da lo contrario. Venimos o presentamos un nivel de desesperación, posiblemente porque llevamos mucho tiempo ya. «No me hago con él. No va a clase, no me hago con él». Y sin embargo, lo que podemos ver, cuantificarlo es un nivel de riesgo muy alto en el que ya no se trata de modificar un estilo educativo, sino que tenemos que pedir ayuda. Por eso me gusta trabajar con estos niveles que son muy gráficos, no para el profesional, sino para los propios padres.

Siete estilos educativos, ¿cuál es el tuyo? Alejandro Rodrigo
16:50
Roberto Merino. Claro, en lo relacionado con esto, también hablabas de esa dicotomía que hay, o no sé cómo se puede llamar, a la responsabilidad y la culpabilidad. No sé cómo nos explicarías esta relación y hasta qué punto es el padre culpable y responsable. ¿Cómo se puede explicar?

17:09
Alejandro Rodrigo. Bueno, hablando de paternidad, de maternidad y de educación de nuestros hijos, la responsabilidad y la culpabilidad siempre está ahí, sobrevolando nuestras cabezas. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia es una delgada línea, finísima, que separa el concepto responsabilidad del concepto culpabilidad. Culpabilidad a mí, traducido y para que podamos trabajar con ello y entenderlo de manera fácil y directa, me gusta siempre puntualizar que es esta acción por la cual yo genero un daño en el otro, en una tercera persona. Por lo tanto estoy generando un daño en mi hijo. Y esto hay que afinarlo bien. Hay que tener unos ojos bien abiertos, con una actitud crítica. Es casi ponernos nuestra bata blanca de trabajador para poder diferenciar: «Vaya, esto que he hecho ha causado un daño directo a mi hijo», habiéndolo querido o no, siendo intencional o no. Si esto es así, tenemos una oportunidad magnífica para poder enseñar, siendo un referente, qué significa el arrepentimiento y la reparación del daño causado. Porque nuestros hijos, cuando nos ven que hemos obrado mal y que sabemos aceptarlo, mirarlo, identificarlo y poder reparar el daño, es un aprendizaje que se llevan, tremendo, para toda la vida. La responsabilidad es otro concepto más amplio y en las situaciones de tensión que se generan en casa, somos responsables, responsables de cómo nos enfrentamos a ello. Somos responsables de elevar o de disminuir el nivel de tensión.

18:39
Roberto Merino. Oye, ¿cómo es ese momento en el que llegan las primeras parejas y no me gusta nada la pareja de mi hijo o de mi hija? ¿Cómo podemos afrontarlo?

18:46
Alejandro Rodrigo. Me gusta mirarlo desde una perspectiva nueva y entender que nuestros hijos, en este proceso de autoafirmación en el que me estoy separando de vosotros y que voy a construir mi vida de adulto, realiza las primeras elecciones: sus amigos, sus amigas. Estoy eligiendo. ¿Por qué me acerco a este grupo y no a este otro? Porque es una decisión mía. Algo, algo tendrán que ver mis necesidades, mis inquietudes. Bueno, la pareja es exactamente lo mismo. Es, de nuevo, una elección que nuestros hijos hacen. Claro, aquí hay un compendio de dos cosas muy importantes. Primero, la atracción física que es inexplicable. Tú, a lo mejor como padre puedes decir: «Pero, por favor». Pero bueno, la atracción física está ahí y esto es algo muy instintivo. Y por otro lado, cada vez que elige a una persona nos está dando una pista irrevocable de cuáles son sus inquietudes y, sobre todo, sus necesidades. Nosotros como padres, yo ahí siempre animo, esto es una orientación, a adoptar la estrategia de la alianza en el sentido de validar su elección. Por cierto, pocas veces son elecciones para toda la vida, cuanto más joven esto es más evidente. Y simplemente estar muy atento a los riesgos y los peligros. Si se mete en una relación de riesgo, hay que acompañar para que sea él o ella capaz de superar estos conflictos. Cuando tenga 38 años tendrá problemas también, tendrá que ser capaz de superarlos. Sin embargo, una relación de peligro, esto es una cosa bien distinta. Llega un momento en la adolescencia que nosotros somos un referente por un lado. Por lo tanto, tendremos que revisar cuáles han sido y son nuestras relaciones de pareja. Y, por otro lado, acompañarles en el proceso de resolver sus problemas, porque de nada sirve estar todo el día salvándole la papeleta o criticándole. Esto produce un rechazo enorme.

20:40
Roberto Merino. Sí, nuevamente, a lo mejor cuanto más lo criticas tú, más lo valida a él. Debe ser un poco ese círculo vicioso.

20:46
Alejandro Rodrigo. Es un círculo vicioso, como tú dices, que no acaba nunca. Podemos seguir con 60 años y ellos con 40 criticando su matrimonio.

20:54
Roberto Merino. Por más situaciones de este tipo, por ejemplo, llega el momento en el que nos vamos de vacaciones y él o ella ya tiene la edad en la que te dice: «No, yo ya no me voy con vosotros». ¿Qué podemos hacer? No sé si hay alguna opción de que nos inviten a ir con ellos o algo así, o no se puede hacer nada.

21:14
Alejandro Rodrigo. Bueno, recordemos nuestra adolescencia y cuando tenías en una mano ir con tus padres a la playa y en la misma fecha ir con tus amigos y amigas a la playa, parece que es imbatible, ¿verdad? No se puede competir con ello. Bueno, hagamos aquí un ejercicio, de nuevo, de reflexión, de cómo hemos llegado a esta etapa, porque la adolescencia es una etapa breve. De los 12 a los 18 ha sucedido todo. ¿Qué pasaba? Que con 6 no había otra cosa que venir con nosotros. ¿Y qué pasa? Que con 16 es todo lo contrario. Fuera de las anécdotas cómicas que con humor nos reímos, todo el coche preparado, ¿verdad?, vámonos, y que dice que no. Pero hay varios mensajes que lanzar: Primero. ¿Qué estilo educativo tenemos nosotros? Somos diplomáticos y por lo tanto: «Venga, vamos a votar. ¿Te vienes o no?». ¿Somos autoritarios? Segundo, ¿qué sistema normativo teníamos en casa? ¿Las normas estaban dichas ya o no? ¿Cómo puede ser que hayamos llegado al momento de tensión del último minuto en el que el avión está saliendo? El avión sale y no quiere embarcar. Y por último lado, y lo más útil de todo esto, ¿qué mensaje nos está lanzando nuestro hijo? Porque poco importa que hoy no venga, seguro que lo solucionamos. O viene o no viene. Lo que importa aquí es qué le está ocurriendo. Qué mensaje te está lanzando a ti como padre para que de repente se posicione y no quiera ir contigo. La clave no está en cómo conseguir que embarque o que entre en el coche, sino cómo conseguir recuperar esa relación con tu hijo.

Siete estilos educativos, ¿cuál es el tuyo? Alejandro Rodrigo
22:53
Roberto Merino. Otra situación por la que te quería preguntar es por el típico adolescente que no nos deja entrar en su habitación. Y ya especialmente preocupante si ya no te deja… ni él mismo sale a nada de la guarida. ¿Qué podemos hacer ante eso?

23:10
Alejandro Rodrigo. La habitación es la primera trinchera del adolescente. Es ese sitio que de repente ha conquistado y que es suyo. Tantas veces se pone encima de la mesa este diálogo irresoluble de: «Es mi habitación». «Yo he pagado la casa», ¿no? Bueno, los dos tienen razón. Yo cuando me enfrento a estas situaciones digo: «Sí, me voy. Me levanto y me voy porque tenéis razón ambos». Bueno, la habitación… podríamos escribir libros y libros sobre anécdotas, ejemplos y maneras de resolver conflictos cuando llega a este punto. Hay puntos muy críticos. Existen ejemplos que hay que ponerlos encima de la mesa de adolescentes que llegan a bloquear la entrada de la habitación. Colocan el armario de tal manera que ya nadie puede entrar. Esto es un ejemplo real y cuando hablamos de esto, lo que estamos haciendo referencia es un peligro evidente. Esto ya se nos ha ido de las manos. Aquí hay que pedir ayuda. Aquí hay que hacer un ejercicio muy importante de analizar qué está ocurriendo. Otra cosa bien distinta es el adolescente que con 15 años no sale de su habitación ni para cenar. Esto suele ser algo muy recurrente: la cena hecha, el adolescente sale, parece que es un individuo que vive en este piso compartido, coge su cena, se mete en la habitación, cierra y de nuevo está ahí con sus aparatos. Bueno, esto genera un nivel de tensión muy importante. Y aquí hay varias claves que a mí me gustaría puntualizar para que cada uno de nosotros podamos analizar cada una de ellas. Porque no se trata de tener una guía de actuación, esto es imposible. Se trata de que cada uno podamos analizar la realidad de nuestro hijo y por lo tanto podamos aplicar con él el mensaje.

24:56

Primero, ¿el adolescente quiere estar en su habitación o es que no puede ni siquiera salir de ella? ¿Dónde está la diferencia? Una cosa está en que él quiera su espacio de autonomía, de privacidad, de que: «Es que mamá entra y me mira los cajones». Esto no puede ocurrir. Entonces lo que hago es que me parapeto en la habitación y no salgo de ella. Es una decisión voluntaria. Si es una decisión voluntaria, esto es una maravilla. Nuestro hijo está en el momento de la autoafirmación, por lo tanto, está queriendo separarse de mí. Y aquí las dos pequeñas «tips» que recurrentemente han ayudado mucho es: uno, propiciar un ambiente fuera de la habitación de él que sea atractivo. O sea, yo quiero salir al final porque esta gente se lo está pasando estupendo ahí fuera. Y poco a poco, con tiempo, poco a poco, nuestro adolescente va apareciendo por casa. Esto es una maravilla porque sucede, pero hay que modificar ciertas dinámicas que tenemos en casa, porque no es atractivo el ambiente que tenemos si nuestro hijo quiere y decide estar ahí. Y la segunda es, por favor, pongamos de relevancia el humor. El humor es una herramienta de la que hablamos poco cuando estamos en momentos de tensión y que, puntualmente, les saca literalmente de ese «come come» que tienen. Cuando un padre se acerca, abre la puerta de la habitación y le dice: «Estamos fuera increíble. Tú quédate ahí porque fuera estamos estupendos. Tú sigue con lo tuyo, con tus maquinitas». El adolescente lo que quiere es pasarlo bien, quiere divertirse. No quiere tener al padre todo el rato ahí. Esto no quiere decir que estemos todo el día de colegueo. Es otra cosa muy distinta. Pero evidentemente, algo tendremos que modificar.

26:45

Ahora bien, nada tiene que ver con esta época, este siglo en el que estamos, en el que las nuevas tecnologías han invadido las habitaciones de nuestros hijos y por eso puntualizaba yo el «no puede salir». Las nuevas tecnologías es un progreso imprescindible de la humanidad, pero en nuestros pequeños, cada vez más pequeños, literalmente, les está manipulando. No les dejan salir. Hay cientos de ingenieros detrás, programando y dedicándose para que tú, como adulto, no quieras desviar la mirada de tu dispositivo. ¿Qué van a hacer nuestros pobres hijos de 14, 13, 12, 11 años? No pueden, por más que les pidamos que a X hora entregue el móvil, están atrapados. Es muy importante poder diferenciar ambas cosas. No es lo mismo que quiera estar en su habitación dibujando y con sus cosas, autoafirmándose, a «es que no puede». Es que tenemos que ayudarle, hay que parar toda la dinámica.

27:48
Roberto Merino. Claro, de hecho esto que decías también me recuerda a lo que comentabas antes de «el ejemplo que somos». Les pedimos que no jueguen a los videojuegos o que no estén delante de la pantalla «X» tiempo, pero nosotros estamos continuamente con el móvil, con nuestras cosas o con el ordenador trabajando a deshora. Al fin y al cabo es nuevamente el ejemplo que le estamos dando, o diciendo una cosa y haciendo otra.

28:07
Alejandro Rodrigo. A mí me gusta puntualizar esto que acabas de decir porque somos un ejemplo constantemente: en la manera en la que nos cepillamos los dientes. Esto es responsabilidad, no es culpabilidad, es responsabilidad. Nuestros hijos, todo el rato lo que quieren, y un adolescente lo que busca es sentirse orgulloso de su padre. Cuando están ahí en el banco, hablan de sus padres y de sus madres. Y se nota mucho el adolescente que está orgulloso y el que está avergonzado. Bueno, se trata de que, poco a poco, sepamos que nuestra condición de padre es fundamental y por eso la adolescencia es tan apasionante, porque nos hace crecer como padres. Es un compromiso diario a ser cada día mejor persona.

28:47
Roberto Merino. Claro. Otro clásico de la adolescencia, creo que es el típico de: «Oye, mi hijo dicen que es un «crack», que es súper inteligente, pero es muy, muy vago y saca unas notas pésimas. Y aunque podría ser Bill Gates, pues lo tengo ahí sin hacer nada todo el día». ¿Qué podemos hacer ante eso?

29:06
Alejandro Rodrigo. Esta frase que tanto hemos escuchado, ¿verdad?, yo en primera persona, debo decirte que también: «Con lo inteligente que eres, podrías sacar mejores notas que esto».

29:14
Roberto Merino. ¿Pero de ti mismo?

29:15
Alejandro Rodrigo. Sí, sí, claro. Bueno, analicemos la frase: «Con lo inteligente que eres, sacas malas notas, que eres muy vago». ¿Qué hay detrás de esta frase? Normalmente, normalmente se esconde la frustración del propio padre de no entender cómo con la capacidad que tiene mi hijo está dando este rendimiento académico. Claro, mirado así, ahora con tecnicismos, uno lo mira desde otra perspectiva. Hay que darle la vuelta a esta situación porque pudiéramos estar hablando más de la necesidad tuya como padre de querer estas expectativas, de que tu hijo triunfe y no tanto de lo que propongo, que es un acompañamiento en el que te están lanzando un mensaje muy claro de: «Acompáñame, ayúdame». ¿Cómo hago esto? Porque en vez de estar estudiando me dedico a estar con las maquinitas que antes hablábamos. El aula, sin ningún lugar a duda, el aula, el colegio, es el espacio de mayor fantasía que tenemos, en donde suceden cosas majestuosas, inimaginables. Es un sitio donde todo niño quiere estar: en el cole con su maestra. El adolescente igual, aunque no lo diga. En el aula suceden dos cosas fundamentales. Hay un maestro, una batería de maestros que vienen, que nos cuentan unas cosas increíbles: el universo, las matemáticas, todo. Y también unas relaciones sociales muy potentes. En un momento en que nuestro hijo con tanta capacidad, sin embargo, se enroca en el que no quiere estudiar o algo pasa, de nuevo, nos está lanzando un mensaje evidente. Con todo nuestro cariño y actitud de ayudarle, puntualizarle que es muy vago normalmente provoca el rechazo que antes hablábamos de la espiral o ese círculo vicioso. Y yo aquí lanzo una pregunta que normalmente pongo encima de la mesa a los padres con el único afán de motivar. «¿Y están ustedes estudiando algo ahora? Sí, ya sé que tenemos 55 años, pero…», suele venir la respuesta de muy cómica y que todos hemos escuchado de: «Es que eso yo ya lo aprobé».

31:21

Bueno, esto provoca una distancia emocional con el hijo profunda. Sin embargo, cuando ha habido padres que de repente han venido y: «Alejandro, me he debido volver loco porque me acabo de matricular en alemán y estoy estudiando». El hijo, aunque sea un adolescente, entiende, aprende y se produce una sinergia un poco mágica en la que todos tenemos clima y ambiente de estudio en casa. Bueno, pudiera ser una de las claves, desde luego, que cada familia lo pueda traducir a su entorno.

Siete estilos educativos, ¿cuál es el tuyo? Alejandro Rodrigo
31:50
Roberto Merino. Claro. Has comentado en alguna ocasión y creo que, además, también en el libro se habla mucho de esta importancia y que, además, está también relacionado con lo que decías de ser ejemplo, que todos hemos sido adolescentes y parece que nos hemos olvidado, que fue hace tanto tiempo, que no somos capaces de empatizar. ¿Cómo lo podrías desarrollar esto? ¿Qué reflexión harías…?

32:10
Alejandro Rodrigo. Cuando somos padres de niños, normalmente estamos muy conectados con el niño que fuimos. De repente se nos ocurre un: «¿Y yo cuánto tiempo fui lactante?». Y vas a tu madre y le preguntas: «Oye, ¿cuántos meses estuve…? O, ¿cómo fue mi… cómo nací? Ya lo sé. ¿Pero cómo fue?». «¿Estuvisteis mucho intentándolo o no?». Uno va mucho al niño que fue. «¿Y cuando empecé a leer yo?». Esto es algo natural, normal. En la adolescencia, sin embargo, a veces nos invade el miedo y el miedo, que es un mecanismo muy útil para protegernos, para no querer ver. El miedo nos hace no recordar al adolescente que fuimos. Hay veces que traemos en sesión, o en donde sea, fotos de los padres adolescentes. Bueno, la verdad es que es un ejercicio maravilloso de conexión emocional con el hijo, porque ha habido veces que he tenido que decir al hombre, al padre: «Hombre, no me critique las pintas porque… ¿tú cómo ibas?». Claro, es muy importante conectar con el adolescente que fuimos para poder entender. Es algo por lo que hemos pasado, no es algo ajeno. El adolescente no es un bicho raro que hay. En este sentido me gusta reflexionar mucho con ellos, en el que verdaderamente hay una idea previa. No hay mejor mirada para entender lo que le está pasando a este adolescente que la de su padre y la de su madre. Los profesionales podemos aportar teoría y técnicas, pero el padre y la madre saben verdaderamente qué le está ocurriendo. Conectarse con el adolescente que fue es verdaderamente uno de los caminos.

33:44

Un niño, un adolescente tremendo, Mozart, a mí me encanta la música, Wolfgang Amadeus Mozart, venía, después de todo, el mayor genio de la historia de la música, la perfección, venía a decir que el alma del genio no la compone ni la inteligencia, ni la imaginación, ni siquiera las dos juntas. El alma del genio, lo que lo compone es el amor. Si como artista, como músico, tienes amor, ahí va. A mí me gusta utilizar una paráfrasis de Mozart, con todos los respetos que viene a ser: la dinámica familiar no consiste en normas, ni siquiera en tiempo de calidad, tiempo de calidad con mi hijo, ni las dos juntos. El verdadero secreto es el amor. El amor que como padres tengamos hacia nuestros hijos. Por eso es tan importante volver a entender qué te pasaba a ti como adolescente. Es el primer paso para poder entonces entender a tu hijo y que tu hijo sepa que le estás entendiendo.

34:45
Roberto Merino. Pero, ¿no puede pasar…? Porque yo ahora intento pensar en mí de adolescente, creo que más de joven, sí que recuerdo bastante lo que me gustaba y lo que hacía, pero creo que la época de la adolescencia es un poco difusa para el recuerdo. Te lo digo así, me sale porque intento pensarlo y digo: «Es que en realidad, a lo mejor, no sé si yo mismo intento ocultar qué miedos o en qué proceso estaba o cómo fue ese proceso para mí».

35:09
Alejandro Rodrigo. Concluyo diciéndote que es difusa porque es muy rápida, es muy breve, de los 12 a los 18. Y es apasionante, tan apasionante que no te paras nunca a escuchar. Por eso decimos a los padres que no hay que hablar tanto, sino hay que proyectar, porque se olvidarán de todo lo que les dijiste, pero jamás se olvidarán de todo aquello que como padre le transmitiste.

35:30
Roberto Merino. Pues muchas gracias, Alejandro, ha sido un placer. Superinteresante todo lo que me has comentado. Voy a tener que tomar alguna nota para que no se me olvide, pero me ha encantado. Muchas gracias.

35:40
Alejandro Rodrigo. Muchas gracias, Roberto. Ha sido un placer.