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Siete pasos para ayudar a tu hijo a entender sus emociones

Rafa Guerrero

Siete pasos para ayudar a tu hijo a entender sus emociones

Rafa Guerrero

Psicólogo


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Licenciado en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Educación, Rafa Guerrero ha dedicado gran parte de su carrera profesional a la investigación, el ejercicio clínico y la docencia en la Facultad de Educación en la Universidad Complutense de Madrid y del Centro Universitario Cardenal Cisneros.

Conferenciante en congresos nacionales e internacionales y formador de profesores y padres en numerosos colegios y centros educativos, Guerrero acaba de publicar ‘Educación emocional y apego’, un manual para convertir a niños y jóvenes en expertos emocionales.

¿Cómo fomentar la seguridad, autoestima y empatía en hijos y alumnos? En su último libro propone claves prácticas para implantar en casa y el aula. “Existen varias herramientas que podemos dar al niño para que sepa identificar, nombrar y expresar sus emociones. Debemos legitimarlas: si nuestro hijo nos habla de algo que le preocupa no podemos racionalizar, sino escuchar y atender hasta que encuentre el equilibrio emocional”, afirma el psicólogo. Y advierte de la importancia del “otro” en el aprendizaje de habilidades sociales. “La empatía no solo se puede, sino que se debe enseñar. Y para ello es importante no solo lo que decimos, sino lo que hacemos”, concluye.


Transcripción

00:04
Rafa Guerrero. Soy Rafael Guerrero, psicólogo y doctor en Educación y autor del libro Educación emocional y apego: Pautas prácticas para gestionar las emociones en casa y en el aula.

Laura Guarddón. Hola, Rafa, soy Laura, mamá de dos niños. Y, bueno, un verdadero placer poder tener esta conversación contigo y hacerte unas cuantas preguntas que yo creo que nos interesan a todos los padres y madres de los peques. Bueno, en primer lugar, me gustaría hablar de la empatía. Yo creo que todos queremos que nuestros hijos se pongan en el lugar del otro, que se pongan en los zapatos de otro. Y bueno, nos gustaría saber también si realmente la empatía es algo innato o que se aprende, ¿no? O cómo poder enseñársela también.

01:06
Rafa Guerrero. Bueno, primero de todo, Laura, un verdadero placer estar aquí contigo. Y bueno, yo creo que estamos aquí para aprender todos y vamos a disfrutar de esta conversación. Eso lo primero de todo. La empatía es uno de los temas más importantes. Es verdad que yo creo que estamos en un contexto donde no se le da toda la importancia que debería, pero la empatía es tremendamente importante.

01:16

La empatía es uno de los conceptos, una de las variables que necesitamos enseñar a nuestros hijos. El concepto de empatía viene del griego «empathos», que quiere decir «sufrimiento con el otro». Te voy a poner un ejemplo, Laura. Imagínate que vamos los dos caminando por la calle y nos encontramos con que al mirar arriba hay un funambulista. Un funambulista que, a través de un cable, está cruzando, está pasando de un edificio a otro edificio. ¿Qué nos pasaría a nosotros? Bueno, nos pasaría que sentiríamos mucho miedo, ¿no?

02:03
Laura Guarddón. Claro

Rafa Guerrero. Entonces, en ese equilibrio que está realizando el funambulista, nosotros sentiríamos su miedo. Sentimos su miedo, Laura, pero en realidad nosotros no estamos en esa situación tan dramática, no nos estamos jugando la vida. Y eso es empatía, Laura, es decir, sufrimiento con el otro, experimentar la emoción que tiene el otro. Entonces, generalmente, en lenguaje cotidiano, Laura, solemos escuchar: «La empatía es cuando me pongo o me meto en los zapatos del otro». Y está bien, pero yo añadiría una pequeña coletilla, y es que consiste en meterse, ponerse en los zapatos del otro, pero, esto es muy importante, debemos tener en cuenta que esos zapatos no son nuestros. Es decir, entiendo cómo te sientes, pero yo no estoy viviendo esa situación. Entiendo tus emociones, pero no es mi situación.

02:56

De ahí que cuando, por ejemplo, vayamos a un tanatorio a ver a un amigo que ha vivido una muerte de un familiar, de su madre o de su padre, ¿qué es lo que solemos decirle? «Te acompaño en el sentimiento». Es decir: «Sé cómo te sientes, puedo entender qué emociones y en qué situación te encuentras, pero no es mi situación, es tu situación». Entonces, el concepto de empatía es tremendamente importante. En cuanto a lo que me preguntabas de si es más un aspecto innato o es un aspecto que se aprende, que se desarrolla… Bueno, la pregunta tiene un poco de truco, ¿no? ¿Por qué? Pues porque es verdad, como bien sabes como mamá de dos niños, los bebés, cuando nacen, los neonatos, tienen ciertas predisposiciones. Todos sabemos que en el momento del nacimiento, por ejemplo, un aspecto muy concreto como es el dormir, hay niños que son más irascibles, otros niños que son más tranquilos, unos duermen mejor, otros duermen peor… Y claro, apenas tienen horas de vida, ¿no? Pero a pesar de eso nacemos con una predisposición genética. Bueno, llevando esto al apartado, al lado de la empatía, nos encontramos con que la empatía se va a ver influida por cuestiones de predisposición que son más bien genéticas. Pero lo que es el aspecto estricto de la empatía, la empatía es algo que no solamente es que se pueda desarrollar, sino que se tiene que desarrollar. Y siempre comento que la empatía se desarrolla con «un otro». Esto de «un otro» es entre comillas, porque «un otro» implica una tribu, ¿no?

Laura Guarddón. Sí

04:39
Rafa Guerrero. Hace falta una tribu entera para desarrollar a un niño, para que un niño crezca y para educar a un niño. Bueno, pues para la empatía necesitamos «un otro». Es decir, nuestro hijo aprende a montar en bicicleta, por ejemplo, porque hay alguien, o hay varias personas, que le enseñan a montar en bicicleta. Nuestro hijo aprende a escribir porque hay alguien, su profesora, su madre, su padre, hay alguien que le enseña a escribir. Con la empatía pasa exactamente lo mismo. Es decir, los seres humanos necesitamos de otras personas, de ese «un otro» del que hablábamos antes, para desarrollar esa habilidad. Y luego podríamos encontrar, dentro de lo que es la empatía, como tres niveles, como tres tipos de empatía..

05:23

En primer lugar, nos encontramos con una empatía de tipo emocional. Es decir… Vamos a poner un ejemplo para comprenderlo mejor. Vamos a suponer… Ojalá y no ocurra, pero vamos a suponer que tu marido se queda sin trabajo, le echan del trabajo. Entonces, la empatía de tipo emocional consiste en que cuando tú vienes y me cuentas la situación: han echado a tu marido del trabajo y que te encuentras triste y preocupada por la situación de tu marido, la empatía de tipo emocional, que es el primer nivel, el más básico, consiste en que yo te diga: «Laura, entiendo o veo que estás triste». Un segundo nivel que implica un poquito más de complejidad, ya ahí metemos algo que es eminentemente humano, que son las cogniciones, los juicios, los pensamientos… Es decir, todo lo relacional, todo lo que tenga que ver con el córtex. Y ahí añadiría a lo que comentábamos antes de la empatía emocional aspectos más de pensamientos, aspectos más de razonamiento. Y aquí te podría decir: «Laura, entiendo, veo que estás triste porque han echado del trabajo a tu marido».

06:30

Y luego, el tercer y último nivel de la empatía consiste en un cambio de perspectiva. Es decir, hasta este momento, como dice Martin Hoffman, que es uno de los grandes expertos en empatía, la empatía es una respuesta en la cual hablamos más del otro que de uno mismo. ¿Vale? Es sentir lo que el otro está sintiendo. En este tercer tipo de empatía, Laura, lo que ocurre es que yo me voy a tu lugar, pero añado algo en relación a mí. Es decir: «Veo, Laura, que estás triste porque han echado a tu marido del trabajo. Yo en tu lugar me sentiría exactamente igual».

07:09

¿Cómo podemos hacer que nuestros hijos sean sensibles, sean empáticos? Igual que decimos que para conseguir que un niño aprenda a nadar necesitamos enseñarle a nadar, es decir, ejercer de modelos y luego que él vaya aprendiendo poco a poco, en este caso, esta conducta motriz. En el caso de la empatía exactamente lo mismo. Decía la madre Teresa de Calcuta: «No os preocupéis por lo que les decís a vuestros hijos, preocuparos de lo que hacéis».

07:38

Uno de los casos que a mí me sirven para explicar muy bien la empatía y otras habilidades que vamos aprendiendo es el caso de Jenny. Jenny es un caso muy interesante y muy dramático que se desarrolla en los años 70 en Los Ángeles, en California. Jenny es una niña que nace en el seno de una familia con muchas dificultades, y debido a una serie de razones es encerrada durante 10 o 12 años en una habitación donde solamente se le cubren necesidades de tipo físico. Estuvo durante 10 o 12 años encerrada hasta que unos trabajadores sociales la encontraron. Claro, los períodos críticos ya habían pasado. Entonces, Jenny no había desarrollado un lenguaje, Jenny no tenía desarrolladas las habilidades sociales, Jenny, desde luego, no tenía desarrollada su habilidad motriz, no sabía escribir, andaba con serias dificultades y, por supuesto, Jenny no tenía ninguna empatía. No tenía ninguna capacidad de poder hacer una introspección para saber exactamente qué emociones, qué sentimientos, qué pensamientos estaba teniendo como para poder pensar en los demás.

08:43

Si tuviésemos que concretar una edad, podemos decir que, más o menos, en torno a los cuatro o cinco años ya podríamos concluir que existe una empatía de una manera ya madura, ¿no? Vuelvo a repetir que esto es un aspecto que requiere de mucho tiempo. ¿Por qué en torno a los cuatro o cinco años? Sabiendo, Laura, evidentemente, que existen diferencias entre niños. Porque a partir de esa edad es cuando ya aparece, se desarrolla otro aspecto muy relacionado con la empatía que es la teoría de la mente. La teoría de la mente es la capacidad que tenemos para ponernos en el lugar del otro, y no solamente entender las emociones que está experimentando el otro, sino para saber qué ideas, qué pensamientos y qué expectativas tiene el otro. Es, por tanto, entonces, en torno a los cuatro o cinco años cuando podemos decir que la habilidad de la empatía se ha desarrollado. Si ahora nos preguntamos qué diferencia hay entre niños y niñas en cuanto a la empatía, pues los estudios llegan a una conclusión muy clara. Antes de nada, te quería preguntar: ¿Tú crees que existen diferencias entre niños y niñas? Y en caso de que creas que sí, ¿quién crees que son más empáticos?

09:55
Laura Guarddón. A ver, realmente pienso que sí que las hay. No las debería de haber, pero creo que sí que las hay, que las niñas tienen mayor empatía que los varones.

Rafa Guerrero. Pues estás en lo cierto. Además, esto no solamente es una sensación o algo que percibamos en el día a día con nuestros hijos, con nuestros alumnos, sino que es algo que está demostrado científicamente. Fíjate, en el año 2007, un estudio de un experimentador que se llama Brizendine, en la Universidad de California, realiza un estudio donde compara niños y niñas pequeños y ve que las niñas aguantan más la mirada y miran más los aspectos faciales que los niños, lo cual les da más información de contenido emocional, lo cual las hace ser mucho más empáticas.

Qué es la empatía y cómo desarrollarla en los niños. Rafael Guerrero
10:42
Laura Guarddón. Por otro lado, Rafa, los padres estamos un poco preocupados porque cuando nuestros hijos no consiguen lo que quieren o no les salen las cosas como más o menos ellos esperaban, pues se enfadan, se bloquean. Y bueno, llega la palabra mágica y difícil para todos: la frustración. La tolerancia a la frustración. Nos preocupa mucho saber si realmente los niños necesitan tener frustración, hasta qué nivel tenemos que dejarles que se frustren, hasta dónde, cómo, de qué manera… ¿Qué nos puedes comentar al respecto?

11:17
Rafa Guerrero. Bueno, en primer lugar, Laura, decimos que la frustración, más que una emoción, es un sentimiento. ¿Qué diferencia hay entre una emoción y un sentimiento? Si queremos hacerlo muy sencillo, podemos sacar una especie de fórmula matemática: un sentimiento es igual a una emoción más un pensamiento, una cognición. La frustración es un sentimiento. ¿Eso qué implica? Eso implica que solamente los seres humanos nos frustramos. ¿Por qué? Porque la emoción que está por debajo de la frustración, lo que está en la base es la rabia. Y la rabia sí que es una emoción que tenemos todos los mamíferos. ¿Hasta qué punto es necesario que un niño se frustre y aprenda a frustrarse? Es tremendamente necesario.

11:42

¿Por qué? Porque la vida, Laura, como bien sabes, tiene muchos acontecimientos y tiene muchas situaciones que son realmente frustrantes. Es decir, momentos en que nos gustaría que las cosas fuesen de otra manera pero no lo son. Entonces, yo siempre digo que qué mejor momento, qué mejor lugar para nuestros niños, que aprender a frustrarse con mamá y con papá. Lo que no podemos hacer, Laura, es esperar… ¿Vale? Quitarles situaciones de frustración y de sufrimiento a nuestros niños y esperar a que los niños se independicen o se vayan a estudiar, por ejemplo, la carrera a Santiago de Compostela porque la nota no les ha dado en Madrid, en Barcelona, en la ciudad donde estén viviendo, y nos encontremos… O el niño, mejor dicho, el chaval en este caso, el ya adulto, se encuentre con situaciones que sean realmente frustrantes.

12:56

¿Y cómo uno aprende a frustrarse? Frustrándose. Uno tiene que aprender a frustrarse experimentando la emoción de rabia. Y luego también, por supuesto, que nosotros seamos capaces de darle al niño estrategias. Que yo reconozca que lo que estoy viviendo es una situación frustrante y que yo, por supuesto, tenga herramientas. Si nadie me enseña herramientas, si no hay «un otro» que me dé herramientas, difícilmente voy a poder gestionar mi propia emoción. Para eso previamente tengo que reconocer que me siento frustrado. No es que me sienta mal, es que me siento frustrado. Y no es que me sienta frustrado y punto, sino que me siento frustrado porque no me han dado el trabajo que yo quería, porque no me han dado la plaza en el máster que yo quería estudiar.

13:43

Uno de los aspectos que para mí es muy importante es que entendamos los adultos, padres, madres y profesores, que el proceso de que les enseñemos a los niños a regular sus emociones es siempre de fuera para adentro. Es decir, el niño nace con la predisposición de que le enseñemos a regular sus emociones, pero el niño no sabe regular sus emociones. El neonato que está en el hospital, el recién nacido que está llorando, llora porque es la única manera que tiene de expresar su malestar, de expresar que tiene hambre, de expresar que tiene frío o de expresar su incomodidad pero no sabe, ¿no? Entonces, por eso el proceso, Laura, es siempre de fuera para adentro. Esto es lo que yo denomino que es siempre un proceso que va de la heterorregulación, es decir, yo te regulo a ti, para que con el paso de los años eso se convierta en que tú seas capaz de autorregularte. Pero siempre, para que el niño sea capaz de autorregularse, ha necesitado «un otro», ha necesitado a alguien que le haya heterorregulado: yo te regulo a ti.

14:51

Y esto es algo que se da siempre en tres pasos. Tres pasos que se cuentan muy rápido pero que llevan muchos años. El primer paso, Laura, sería que para que yo te pueda heterorregular a ti, tengo que ser capaz de autorregularme a mí. Por eso siempre, en los distintos cursos de formación, a los padres les digo que es muy importante que ellos sean capaces de gestionar sus propias emociones.

15:12
Laura Guarddón. Claro

Rafa Guerrero. Partimos de ahí: yo soy capaz de autorregular mis emociones. En segundo lugar, yo tengo que enseñarte a ti, mi hijo o mi alumno, tengo que enseñarte a ti ese proceso de regular las emociones. Y esto, como puedes entender, lleva mucho tiempo. Ya nos gustaría a todos, a los padres, a las madres…

Laura Guarddón. Que fuera en dos días.

Rafa Guerrero. …que una vez y ya se ha aprendido. Pero no es así, requiere de muchas experiencias y requiere de algo que nos falta a la gran mayoría, que es paciencia. Y el tercer y último paso, Laura, ya es cuando el niño o el adolescente tiene la capacidad para gestionar sus propias emociones. Esto es lo que denominamos «autorregulación». Pero esto lleva mucho tiempo.

15:56

Las emociones duran segundos. Las investigaciones llegan a la conclusión de que una emoción, de media, dura en torno a 90 segundos, no dura mucho más. En dos o tres minutos, la emoción ya ha desaparecido. ¿Por qué decimos que las emociones llevan con nosotros mucho tiempo? Porque eso ya no es una emoción, eso es un sentimiento. Es una emoción más… Una manera de pensar que implica un sentimiento. Por eso uno puede un frustrado durante toda su vida, o sentirse frustrado toda su vida. O por eso uno puede tener un duelo durante muchos meses o muchos años, porque es una emoción, la emoción de tristeza, más una manera de pensar, que puede ser «No tengo el control», puede ser «No soy capaz», «Jamás voy a encontrar pareja», «Jamás va a volver a ser esto como era antes”. Y claro, esa manera de pensar lo que hace es que ancla la emoción. Vamos a suponer que yo tengo la ilusión de echarle una carrera a los cien metros lisos a Usain Bolt. Le echo la primera carrera a Usain Bolt y resulta que me ha ganado.

17:00
Laura Guarddón. Obviamente.

Rafa Guerrero. Bueno, me ha ganado. Y le echo distintas carreras a Usain Bolt, ¿de acuerdo? Entonces, aquí es muy importante que… Es verdad que en la primera carrera yo me puedo sentir enrabietado, puedo sentir la emoción de rabia, pero si yo quiero que ese sentimiento sea adaptativo y no sea desadaptativo, la clave ahí, aparte de regular mi emoción, está en tener un pensamiento que sea adaptado a la situación. Yo tengo que ser consciente de mis capacidades, en este caso, atléticas, y tengo que ser consciente de con quién estoy corriendo. Entonces, si cada vez que yo echo la carrera a Usain Bolt con la idea de «Voy a intentar ganarle», no gano, aparece una emoción que se llama «rabia».

17:43

Porque la rabia aparece ante situaciones en las cuales yo considero que algo es injusto, en situaciones en las cuales yo estoy haciendo algo que me gusta y me lo cortan o me lo quitan, o un límite. Cuando consideramos que algo es injusto y necesito poner un límite, por ejemplo, a mi jefe, ¿de acuerdo? O, por ejemplo, a mi hijo. Ahí es cuando aparece la rabia. Entonces, en el ejemplo que te estaba poniendo, lo que ocurre es que la clave será regular la emoción y tener en cuenta que la cognición, que la manera de pensar, el cómo yo enfoque esa situación, tiene que ser lo más adaptativo posible.

Laura . Claro.

18:19
Rafa Guerrero. Si yo me planteo ganar a Usain Bolt, es muy probable que aparte de sentir rabia cada vez que acaba la carrera es que luego me sienta frustrado. Y puedo sentirme frustrado durante toda mi vida.

Laura Guarddón. Claro.

Rafa Guerrero. Si cambio la cognición, es muy probable que toda esa ecuación cambie y deje de sentir tanta rabia, y cambiemos ese sentimiento de frustración por otro que sea más adaptativo.

Laura Guarddón. Claro.

18:43
Rafa Guerrero. Si en vez de exigirme «Tengo que ganar a Usain Bolt», digo: «Voy a disfrutar de esta carrera que le voy a echar a Usain Bolt», seguramente ese sentimiento de frustración se va a convertir en otro tipo de sentimiento y de emociones y voy a poder disfrutar y, por tanto, adaptarme mucho mejor a la situación en la que estoy.

Laura Guarddón. Les cuesta muchísimo diferenciar a los niños y las niñas el tema de la necesidad y cuándo realmente es un deseo. Cuándo lo necesito de verdad o cuándo es que quiero tenerlo, ¿no? ¿Cómo podemos nosotros los padres ayudarles a que diferencien esto?

Rafa Guerrero. Bueno, eso es un aspecto muy importante, pero de verdad que es difícil. El ser humano tiende a convertir deseos en necesidades, ¿no? Pero es verdad que si lo analizamos de una manera fría y con distancia, nos encontramos con que realmente el ser humano, por necesitar, necesita más bien pocas cosas, ¿no?

Laura Guarddón. Sí.

19:38
Rafa Guerrero. Y luego están los deseos. Los deseos están muy bien. Podemos tener muchos deseos, cada uno tiene los suyos, pero realmente no son necesarios. ¿Nos pueden permitir una mejor calidad de vida? Sin lugar a dudas. Pero debemos, primero, tenerlo nosotros claro, y luego explicarles a nuestros hijos la diferencia que hay entre necesidades y deseos. Entonces, la clasificación que establece uno de los grandes conocedores de estos temas del apego, que es Jorge Barudy, en cuanto a lo que son las necesidades, él habla de que existen cuatro necesidades básicas en el ser humano. La primera necesidad serían las necesidades fisiológicas. Las físicas. Es decir, alimentación, hidratación… Todo lo que tiene que ver con aspectos más físicos. Protección…

20:24

En segundo lugar, tendríamos lo que son las necesidades afectivas o emocionales. Todos los seres humanos necesitamos sentirnos reconfortados y necesitamos que cuando yo no sé autogestionarme, que haya «un otro» que me enseñe a gestionarme o que directamente me calme. Cuando nuestros hijos están enrabietados o cuando nuestros hijos están tristes, necesitan, para su correcto equilibrio mental, para su buena salud mental, necesitan que mamá o papá, la profe, les calme. Esa sería la segunda necesidad, las afectivas.

21:03

En tercer lugar, tenemos las necesidades cognitivas. El ser humano, desde el momento del nacimiento, tiene la predisposición a aprender. Tiene una emoción básica que se llama «curiosidad», y por tanto, todos tendemos a aprender. Sentimos curiosidad, queremos aprender. Nos diferenciamos en qué cosas nos gustaría aprender, pero todos sentimos esa curiosidad.

21:26

Por tanto, el ser humano está predeterminado para aprender. Y esas son las necesidades cognitivas. Todos queremos aprender. A todos nos gusta conseguir la mejor versión de nosotros. La versión 1.0, 2.0, 3.0… Entonces, todos tendemos a mejorar, pero es una necesidad el irnos superando a nosotros mismos, el ir escalando en el trabajo, por ejemplo, el ir evolucionando en la familia, el ir evolucionando con uno mismo, por ejemplo.

21:55

Y el cuarto tipo de necesidades que existen son las sociales. Decimos que el ser humano es un ser social. Pero no es que nos guste ser sociales, que desde luego que lo disfrutamos, sino que es una necesidad. Si nos vamos, por ejemplo, a los colegios, las alarmas saltan en los colegios cuando nos encontramos que un niño está en el patio solo. Y no solamente es una cuestión de que el niño sufre, que también, es que cuando un niño tiene distintos grupos y se encuentra muy protegido, eso es una cuestión de supervivencia. Si nos vamos al reino animal, del cual tenemos tanto que aprender, porque nos está dando lecciones de vida constantemente, ahí nos encontramos con que cuando uno está en una manada, se siente protegido. Y eso es una necesidad, sentirnos protegidos.

22:44

Si ahora nos vamos a la psicopatología de este tipo de necesidad, aquellas personas en nuestra sociedad que están viviendo solas, están en una situación de grandes dificultades. Aparte de mucho sufrimiento. Entonces, el vivir solo, el vivir aislado, implica un desequilibrio en la salud mental. Por eso nos gusta tanto, por eso disfrutamos tanto de la interacción social. Pero lo que está en la base de todo eso es que necesitamos. ¿Y por qué lo necesitamos? Porque es un factor de protección. Por eso los niños que son líderes tienen mucha protección. ¿Por qué? Porque tienen muchas redes. Y me voy a todo lo contrario, Laura, los niños que sufren bullying… Ahí es donde saltan todas las alarmas. ¿Por qué? Porque no tienen ese… No sienten ese calor de sus compañeros, están solos, y eso implica riesgo. Yo sigo un esquema que aprendí de una de mis maestras, Begoña Aznárez.

Laura . Sí

23:37
Rafa Guerrero. Que es psicoterapeuta de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia. Y en este esquema ya hablamos de 16 necesidades básicas. Bueno, evidentemente, no nos da tiempo a hablar de todas, pero vamos a mencionar algunas que pueden ser interesantes. Una de las necesidades básicas que tienen nuestros niños, que tiene cualquier ser humano independientemente de la edad, es la seguridad y la protección. Nuestros niños necesitan desarrollarse en entornos de seguridad y de protección. Y nosotros, como adultos, responsables de nuestros hijos y nuestros alumnos, nos tenemos que encargar de darles esa seguridad y protección a nuestros hijos.

24:17

En segundo lugar, podríamos hablar de otra necesidad que podríamos decir que es la otra cara de la moneda de la seguridad, que es la autonomía. ¿Cómo es posible que yo le pueda dar seguridad por un lado al niño, que le pueda dar protección, y que a la vez le pueda dar autonomía? Bueno, pues todo tiene su momento, ¿no, Laura? Hay momentos en que el niño tiene ese desequilibrio emocional y necesita pegarse físicamente y emocionalmente a mamá, a papá, a su profe. Pero cuando el niño ya ha sido heterorregulado por su madre y vuelve otra vez al equilibrio, ya tiene las pilas cargadas como para poder salir de esa situación y desarrollar otra necesidad, que es la autonomía. Por tanto, seguridad, protección, y autonomía por otro lado, son las dos caras de una misma moneda.

25:01

Y aquí siempre hablo de los micromomentos. ¿Qué es un micromomento? Momentos en los cuales… En función de la edad del niño, ¿vale? Momentos en los cuales dejamos que nuestros niños se desarrollen solos. Es decir, con un niño chiquitito de año y medio o dos años, le podemos dejar en su cuarto que esté jugando solo. Es un micromomento. A lo mejor estamos hablando de un minuto, de 30 segundos. Habrá que ver, en función, ¿no? Y otro micromomento sería a un niño ya de cuarto o de quinto de primaria, darle esa seguridad y darle esa confianza para que pueda, por ejemplo, bajar a comprar el pan en la panadería que está cerquita de casa. Pero es favorecer esa autonomía.

Laura Guarddón. Claro.

Qué es la empatía y cómo desarrollarla en los niños. Rafael Guerrero
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“La tristeza es la emoción que peor llevamos los padres y las madres”

Rafa Guerrero

25:42
Rafa Guerrero. Otra necesidad muy importante es la decodificación. La decodificación consiste en explicarles a los niños lo que está ocurriendo o lo que ha ocurrido. Decodificar consiste en… Como yo suelo decir habitualmente, en contar el cuento de lo ocurrido, en darle una narrativa. Una cuarta necesidad que también es muy importante es la necesidad de ser visto.

Laura Guarddón. Claro.

26:07
Rafa Guerrero. Cuando decimos que un niño tiene una baja autoestima, tenemos que indagar un poquito en esta necesidad de ser visto. Y aquí podemos meter muchas cosas: el ser respetado, el confiar en nuestros hijos… Hay muchas variables que podemos meter en ese punto. Una quinta necesidad sería la responsividad, que no responsabilidad. Tenemos que ser responsables, como adultos, con nuestros niños.

Laura Guarddón. Sí, sí.

26:33
Rafa Guerrero. Pero ¿qué es la responsividad? La responsividad es cuando… Decimos que somos responsivos cuando yo doy respuesta a lo que mi hijo necesita, que no desea. Los deseos, si se pueden cumplir, fenomenal, pero las necesidades hay que cumplirlas sí o sí. Entonces, cuando mi hijo tiene una necesidad, si yo le doy exactamente la necesidad que él tiene, estoy siendo responsivo. Si le estoy dando la necesidad que a mí me gustaría que él tuviera, no estoy siendo responsivo. Y si directamente no respondo, evidentemente, no lo estoy siendo. Pero la responsividad es tremendamente importante tanto para madres, padres, como para maestros. Tenemos que dar a nuestros niños lo que ellos necesitan. La última necesidad de la cual vamos a hablar ahora tiene que ver con explicitar el cariño a nuestros hijos. No hay que darlo por hecho, hay que decirlo.

27:26
Laura Guarddón. Ya que hablamos un poco del tema de la educación emocional, sí que me gustaría que nos pudieras dar algunas claves para intentar gestionar las emociones de nuestros hijos, tanto las buenas como las un poco más negativas. Y, sobre todo, las más intensas.

Rafa Guerrero. Bueno, Laura, es tremendamente importante que con el tema de las emociones, una de las funciones que cumplamos sea legitimar la emoción. Implica que yo permito que mi hijo no solamente experimente la emoción, sino que la pueda expresar. Cuando decimos «expresar la emoción», por supuesto, siempre dentro de unos límites. Es decir: «Yo entiendo y te permito que estés enrabietada, pero lo que no te puedo permitir es que me pegues un bofetón o que cojas la silla y la lances por la ventana». Eso siempre dentro de unos límites. Pero es tremendamente importante que los padres seamos conscientes de que en el 100% de las ocasiones las emociones tienen que ser legitimadas.

28:21

Aquí yo a los profes siempre les pongo un ejemplo que les chirría mucho. A los padres también. Yo siempre pongo el siguiente ejemplo: Si vuestros hijos en alguna ocasión os dicen: «Mamá, es que la profe de inglés me tiene manía», no entréis a debatir, no entréis a racionalizar. ¿Por qué? Porque eso es una emoción que tienen, eso es un sentimiento, es una manera de percibir a la profesora o la circunstancia equis que tengan en el colegio. Lo que tenemos que hacer nosotros es legitimar. Si mi hijo o si mi hija me está diciendo que se siente mal, eso es completamente legítimo. Porque ella no ha decidido sentirse de esa manera, simplemente es una emoción que le surge. Entonces, así nos la traslada. Si en el momento en que mi hija me está contando cómo se siente, yo lo que hago es, en vez de responder emocionalmente, respondo racionalmente, ya me estoy yendo a otra conversación.

29:16

Lo que siempre tenemos que hacer es legitimar la emoción, que eso implica que si tú, que eres mi hija, estás activando tu hemisferio derecho, yo no tengo otra que activar mi hemisferio derecho. Porque si no el código no va a ser el mismo. Te tengo que atender en conexión de hemisferio derecho con hemisferio derecho. Las emociones no se pueden criticar porque yo no las he elegido, simplemente me surgen. Otra de las cosas que también les llama mucho la atención a los padres cuando se lo digo, es: «Por favor, no les preguntéis por qué se sienten de esta manera».

29:49
Laura Guarddón. Grave error que hacemos.

Rafa Guerrero. Podemos preguntar por qué hacen. ¿Vale? Pero lo que tiene que ver con sentimientos no se lo podemos preguntar. ¿Por qué? Pues… Imagínate que yo voy al traumatólogo, y el traumatólogo, una vez que me hace las pruebas me dice: «Bueno, pues entonces, ¿crees que te tendremos que operar?». «Bueno, pues usted que es el traumatólogo, el profesional, me tendrá que decir si me deben operar o no». «Bueno, vale, pues venga, le vamos a operar. ¿Le operamos mediante la técnica A o mediante la técnica B? ¿Usted qué quiere? ¿A usted qué le parece?». «Pues no lo sé, por eso vengo a que usted me diga, que es el experto». Entonces, si nosotros les preguntamos a nuestros hijos, a nuestros alumnos: «¿Por qué te sientes de esta manera?» o «¿Por qué haces esto?», nos estamos rebajando. Les estamos diciendo que no entendemos nada, que este caos que ellos están viviendo es igual exactamente para nosotros.

Laura Guarddón. Claro.

30:41
Rafa Guerrero. Entonces, hay muchos ejemplos. La profesora que le pregunta a su alumno: «Pero ¿por qué nunca haces lo que yo te digo?». El otro día nos contaba una amiga que su hija, que tiene ya tres o cuatro añitos, acababa de tener un hermanito. Entonces, ha tenido una regresión y vuelve a hacerse pis, ¿no? Y entonces la mamá le preguntaba a su hija: «Pero cariño, ¿por qué te haces pis?». La niña, evidentemente, no sabe por qué se hace pis, todo esto es tremendamente inconsciente. Entonces, yo le tengo que dar una explicación, y la tengo que poner sobre la mesa, la tengo que hacer explícita. «No, no, no vamos a hablar de eso porque esto es traumático para la niña, por eso se está haciendo pis». No, no, hay que hablar de ello, hay que hablar de la situación, hay que decirle que ha tenido un hermanito y que este tipo de conductas, que este tipo de emociones son tremendamente normales.

Laura Guarddón. Claro.

31:32
Rafa Guerrero. Para que la niña entienda lo que le está pasando. Porque la niña, si ya la situación de tener una hermanita, que cambia toda la estructura familiar, ya de por sí es caótica, requiere una adaptación, como para que encima no me expliquen por qué mi cuerpo, por qué mi cabeza, por qué cómo me siento… No termino de entenderlo. Otra de las estrategias muy sencillas que podemos llevar a cabo con nuestros hijos es ponernos a su misma altura. Y esto es algo no solamente que hacemos los seres humanos. Cuando estamos hablando con un niño, cuando un niño está en una situación de desequilibrio emocional, el ponernos a su altura no solamente lo hacemos nosotros, lo hacen el resto de los mamíferos. Sobre todo los mamíferos superiores, los grandes simios.

32:14

Y cuando hay un conflicto emocional, Laura, lo que ocurre es que si yo me pongo a su altura, si nos miramos de igual a igual, lo que el niño está percibiendo es que no hay agresión. Lo que el niño está percibiendo es que no hay competitividad, sino todo lo contrario, hay cooperación. «Me interesa lo que me estás diciendo, me preocupa lo que me estás diciendo». Por eso es una estrategia muy sencilla, muy fácil de llevar a cabo, pero que en pocas ocasiones hacemos. Ante un conflicto de tipo emocional, hay que ponerse a su altura, hay que ponerse de rodillas.

32:43
Laura Guarddón. Hay que agacharse y hablar.

Rafa Guerrero. Hay que agacharse, eso es. Y hablar mirándonos en una misma altura. No hay situación de superioridad cuando yo estoy trabajando con alguien que tiene un conflicto emocional. Me gustaría compartir contigo una anécdota que viví hace poquitos meses con mi hijo. Resulta que un día salimos a dar un paseo… Mi hijo, por aquel entonces, tenía añito y medio, más o menos. Y bueno, fuimos a dar una vuelta cerca de casa. Y de repente escuchamos un grito. Un grito, además, muy profundo, muy aterrador. Entonces, de repente, miramos hacia donde venía el grito y resulta que una mujer mayor, que tendría unos 70 años, más o menos, se había caído, con tan mala suerte que no le había dado tiempo a poner las manos en el suelo para protegerse, y por tanto se había hecho una raja en toda la frente. Entonces, la mujer iba sola, empezó a gritar y a llorar. Y, bueno, no había nadie para socorrerla.

33:44

Lo primero de todo es, por supuesto, atender a la mujer. Estábamos cerca de un colegio, por tanto, inmediatamente empezaron a venir padres a echar una mano, llamaron al 112 y, bueno, la mujer ya estaba atendida. Entonces, en ese momento, yo ya me puedo marchar. La habíamos atendido Nacho, mi hijo, y yo como buenamente podíamos. Claro, un padre primerizo que se encuentra en esa situación, llevaba una mochila con agua, con pañales y con toallitas, no llevábamos nada más. Entonces, bueno, la ayudamos de la manera que pudimos a la mujer, e inmediatamente, en cuanto esa mujer ya está atendida, lo que yo hago es: me bajo, me pongo a la altura de mi hijo y entonces empieza a decodificarle, empiezo a darle una narrativa. Y entonces le explico. Claro, tiene año y medio.

34:27

Le empiezo a explicar de una manera lo más sencilla posible esta situación, que es traumática, que es dramática, tanto para la abuela como para mi hijo, como para los que estábamos ahí, la mujer estaba sufriendo mucho. Entonces le digo: «Mira, Nacho, cariño, esta abuelita iba andando, se ha tropezado, se ha caído y se ha hecho mucho daño, se ha hecho mucha pupa. Y entonces nosotros la hemos atendido, la hemos ayudado y la hemos calmado, hemos llamado a la ambulancia y ya está atendida». Entonces, a medida que seguíamos andando, yo cada dos por tres me volvía a bajar y le volvía a explicar esta situación. Porque una de las claves para que una situación no se convierta en traumática es decodificarla y contarla muchas veces, en contra de lo que generalmente tendemos a pensar.

35:14

Entonces, ¿qué es lo que ocurre? Lo importante es que yo le coloque esa historia que para él es muy caótica, que para él es novedosa y que es desagradable, yo se la coloque bien. Y es verdad que luego cada padre, cada madre, va a tener su propia narrativa, lo va a explicar a su manera. Yo se lo expliqué de esta manera, que fue la mejor manera que pude, pero el caso es que yo le iba repitiendo. Se lo repetí dos o tres veces. Es más, mi mujer en ese momento no estaba, yo la llamo por teléfono y le digo: «Cariño, te voy a poner con Nacho, que te va a contar». Y Nacho lo contaba a su manera. El caso es que dos meses después volvíamos de viaje y no sé qué hiló Nacho, que me demostró que él había entendido esa narrativa. Entonces, él me llamó, me dijo: «Papá», y me dijo: «Papá, yaya, pupa, agua». Él me había contado con tres palabras…

36:07

Toda la historia.

Rafa Guerrero. …la narrativa. Habíamos visto una yaya que se había hecho pupa y que nosotros le habíamos dado agua. En ese momento, me di cuenta de que la narrativa estaba hecha, que la había hecho de la mejor manera que yo podía, ¿vale? Y que él había integrado ese acontecimiento, que para él fue traumático, como para cualquier otro niño, pero si ante acontecimientos desagradables somos capaces de colocarlo bien en su sitio, es fantástico.

Laura Guarddón. Y ordenarlo.

36:31
Rafa Guerrero. Entonces, bueno, como ves, son muchas las pautas concretas que podemos poner ahí en marcha. Todas ellas son muy sencillas, pero lo más importante es que para que podamos dar respuestas que sean adaptadas a nuestros hijos, primero me tengo que poner en su lugar, primero tengo que ser empático y tengo que conectar mi hemisferio derecho con el suyo. Porque si no vamos a dar palos de ciego.

36:51
Laura Guarddón. ¿Qué emoción crees que es más difícil de gestionar por parte de los padres y de las madres?

Rafa Guerrero. La emoción que peor llevamos los padres y las madres, sin lugar a dudas, es la tristeza.

Laura Guarddón. La tristeza…

37:03
Rafa Guerrero. Es la tristeza, sí. Hay otras emociones que, también siendo desagradables, podemos reconducirlas un poco más o tenemos más estrategias, pero, sin lugar a dudas, ver a nuestros hijos sufrir, ver a nuestros hijos tristes y decaídos, es la emoción que peor regulamos, como adultos, los padres y las madres, sin lugar a dudas. Otras emociones, como por ejemplo la rabia… Bueno, generalmente la rabia la llevamos un poquito mejor. Porque la rabia suele ser una explosión en la cual el niño suelta lo que le parece mal, lo que le parece injusto y volvemos otra vez más o menos a la normalidad. Esa la llevamos más o menos bien. La alegría, que llevada a un extremo se convierte en euforia y eso también, por supuesto, hay que reconducirlo. Pero bueno, como es alegría… Por ejemplo, cuando un niño, es su fiesta de cumpleaños, suele estar eufórico. Pero bueno, como está contento, pues lo llevamos bien, ¿no? Y la emoción reina de todas es el miedo. Pero el miedo lo llevamos un poquito mejor los padres.

38:09
Laura Guarddón. ¿Crees, Rafa, que puede ser también porque a nosotros, como adultos, también nos cueste más gestionar la tristeza, la emoción?

Rafa Guerrero. Sin lugar a dudas. No hay nada más traumático para un niño cuando está viviendo una emoción intensa, como puede ser rabia, como puede ser miedo o tristeza, que mirar a los ojos de su padre o de su madre y ver el miedo reflejado.

Laura. Claro.

38:35
Rafa Guerrero. Es decir, cuando yo estoy en una situación que desconozco, que para mí es caótica, que no sé muy bien qué hacer, que me encuentro muy mal porque tengo una emoción que me está inundando… ¿Qué es lo que hago? Buscar protección. ¿Y el niño qué es lo que hace? Buscar a su figura de referencia, que pueden ser mamá o papá, o está en el cole y es su profe, un profe con el que tiene una buena relación o una buena sintonía. Pero si esa emoción la estoy viendo en los ojos de mi padre o en los ojos de mi madre, eso es completamente devastador.

39:08
Laura Guarddón. Muchas veces los padres, sin querer hacerle daño, con toda la buena intención porque queremos lo mejor para ellos, pero a veces se nos escapan frases y les decimos cosas que a veces les estamos haciendo daño. Sin darnos cuenta, pero les hacemos daño. Frases un poco demoledoras, como digo yo, como: «Pues no llores, que eso no es para tanto», o bueno, por ejemplo: «Lo haces igual que tu hermano, a ver si lo haces mejor». Ese tipo de cosas. ¿Ese tipo de frases por qué las decimos los padres? Y, sobre todo, ¿cómo podemos evitar decirlas para no hacerles daño?

39:41
Rafa Guerrero. Fíjate, Laura, ya que me haces esa pregunta, me acuerdo de uno de mis autores favoritos, que es Donald Winnicott, que era un psicoanalista inglés, y él tenía un concepto que a mí me encanta y lo suelo utilizar habitualmente, que es el de «padres suficientemente buenos». Es decir, generalmente tendemos a la excelencia. Tendemos a ser padres diez, madres diez, profesores excelentes. Y este concepto de Winnicott, la verdad es que cuando lo utilizo cuando tengo sesiones con padres, la verdad es que suele tranquilizar mucho. Porque es que, realmente, no necesitamos ser ni Superman ni Superwoman, necesitamos ser suficientemente buenos.

40:20

Entonces, bueno, ahora entramos en lo que me preguntabas, pero este concepto de «padres suficientemente buenos», que se podría también establecer el paralelismo con «profesor suficientemente bueno», yo creo que tranquiliza mucho.

Laura Guarddón. Sí.

40:31
Rafa Guerrero. Es verdad que a veces tendemos… Porque, bueno, el estrés del día a día, la rutina… No solamente somos madres y padres, sino que encima somos trabajadores, somos hermanos, somos hijos, somos amigos… Entonces, tenemos muchas cosas en nuestro día a día. Y utilizamos frases que son tremendamente hirientes. Yo siempre digo que estas frases demoledoras, como tú bien decías, van directas a la autoestima del niño. Y luego es verdad que la autoestima es aquel factor que los estudios llegan a la conclusión de que es el que mejor predice la calidad de vida de nuestros hijos. Entonces, debemos tener mucho cuidado con estas frases, aunque son inevitables. Son inevitables, todos hemos dicho esas frases. Lo importante es que, si las decimos, que seamos conscientes y que podamos pedir perdón. Nos tenemos que mostrar vulnerables ante nuestros hijos.

41:23

Bueno, por ejemplo, una de las frases que tú comentabas, que suele ser muy frecuente: «Deja de llorar por esa tontería» o «No te enfades por eso, no tiene importancia». Aquí decimos que lo que para nosotros, como padres, como adultos, es una tontería, para el niño es un gran problema.

Laura Guarddón. Claro.

41:44
Rafa Guerreo. Nosotros estamos en ese equilibrio, pero el niño se encuentra completamente inundado emocionalmente. Entonces, el niño necesita una explicación, el niño necesita un abrazo, el niño necesita unas palabras, necesita algo. Entonces, cuando el niño manifiesta o directamente… Manifiesta verbalmente o a través de la conducta esa emoción, y nosotros lo que hacemos es ningunear, o bien al niño, bien a la persona, o bien lo que está diciendo, pues le estamos haciendo un flaco favor.

42:16

Por ejemplo, otra de las frases que son tremendamente demoledoras, aunque es verdad que afortunadamente esta no suele ser tan frecuente, es cuando la mamá o el papá se enfada con el niño porque no le está haciendo caso y entonces le dice: «Hoy no voy a ser tu mamá». Bueno, esa frase es demoledora, esa es muy hiriente. Salir de esa relación emocional que es perpetua entre mamá y el niño, es tremendamente hiriente. Yo recuerdo, Laura, hace tres o cuatro años, estaba con mi mujer en un centro comercial y estábamos en la sección de juguetes. Estábamos jugando un regalo para nuestra sobrina y entonces, de repente, apareció una abuelita, una mujer mayor que llevaba a sus nietos.

43:01

El niño tendría tres o cuatro añitos y la niña era un poquito mayor, tendría cinco o seis años. Claro, imagínate, dos niños en la sección de juguetería de un centro comercial, pues estaban locos, moviéndose de aquí para allá, cogiendo juguetes, sacándolos… Estaban encantados de la vida. Nosotros estábamos mirando también juguetes para nuestra sobrina. El caso es que llegó un momento en que la abuela se vio completamente desbordada, los niños no le hacían caso. Como para hacer caso en una sección de juguetería. Y entonces la abuela dijo una frase que a mí, a día de hoy, me sigue retumbando. Y me acuerdo que le dijo: «Darío, si te sigues portando así, no te voy a querer». Entonces, ese tipo de frases son tremendamente hirientes. Es decir, no podemos condicionar el cariño, no podemos condicionar el amor a una conducta, a un resultado.

43:50

También nos vamos al contexto educativo y nos encontramos con muchos padres que condicionan el hacer caso, el cariño, la atención con resultados académicos. Si tú cumples con mis expectativas que yo te he puesto como padre, tienes todo mi cariño, pero si no cumples con ellas te lo retiro, no te hago caso, hoy dejo de ser tu padre, hoy no juego contigo. Y eso es tremendamente hiriente, eso va directo a la autoestima y hace polvo a los niños. Y el último aspecto que te comento son los «deberías». Vivimos en una sociedad donde hay mucho «debería», donde hay mucha exigencia, donde hay mucha expectativa. Entonces, debemos tener mucho cuidado. Debemos adaptarnos más a nuestros hijos y a cómo son, a sus características idiosincrásicas, antes que a cómo ese niño debería responder, vuelvo otra vez al «debería», en función de la edad que tiene. Muchas veces, tanto padres como profesores dicen: «Es que con la edad que tienes ya deberías saber estudiar solo». «Es que yo, con tu edad, ya hacía o dejaba de hacer».

Laura Guarddón. Sí.

44:53
Rafa Guerrero. Y esto hay que tener mucho cuidado, porque no podemos trabajar con niños con camisetas de talla única. Tenemos que trabajar con niños de camisetas o camisas hechas a medida. No consiste en que como tienes 15 años «se supone que», «deberías que». Los «deberías» son tremendamente inmaduros desde nuestro punto de vista. Hay que centrarse en cómo es cada uno de los chicos y adaptarnos a sus necesidades. Si tú tienes una dificultad porque tienes un déficit de atención, porque tienes una dislexia, o porque estás en un momento de tu vida con una serie de dificultades, yo, como adulto responsable, me tengo que adaptar a tus necesidades. Y los «deberías» tenemos que dejarlos a un lado, porque son tremendamente hirientes, no dejan de ser comparaciones. Comparamos con hermanos, comparamos con amigos. «Es que, fíjate, tu hermana, siendo más pequeña que tú, ya hace los deberes sola. Y tú no». Es tremendamente hiriente.

Qué es la empatía y cómo desarrollarla en los niños. Rafael Guerrero
45:51
Laura Guarddón. Rafa, ¿y qué claves nos darías a los padres y a las madres para poder gestionar bien las emociones de nuestros hijos?

Rafa Guerrero. En primer lugar, tendríamos una fase que consiste en conocer las emociones. Es muy importante conocer. Debemos conocer cuáles son las emociones básicas y cuáles son sus funciones. Por ejemplo, debemos conocer… Nos podemos centrar en las cuatro, cinco o seis emociones básicas. Las principales, no nos vamos a ir a emociones como la vanidad o los celos, con las básicas nos vale. En primer lugar, tendríamos una fase que consiste en conocer las emociones. Es muy importante conocer. Debemos conocer cuáles son las emociones básicas y cuáles son sus funciones.  Por ejemplo, debemos conocer… Nos podemos centrar en las cuatro, cinco o seis emociones básicas. Las principales, no nos vamos a ir a emociones como la vanidad o los celos, con las básicas nos vale. Conocer que existen estas cuatro o cinco emociones, conocer el nombre de las emociones, ¿vale? No es que me sienta mal, sino que me siento rabioso, por ejemplo. Y conocer las funciones de esas emociones básicas. Es decir, que uno se pone muy tenso y tiene ganas de pegar porque está experimentando una emoción que se llama rabia. Ese sería el primer paso, ¿vale? El conocer cuáles son las emociones básicas. Y para que tú las conozcas, yo te las tengo que explicar.

47:14

La segunda fase sería reconocer las emociones. Te voy a poner un ejemplo. Si yo te pusiera tres fotos, ¿vale? De monumentos conocidos internacionalmente y te dijera que me señalaras cuál es la Torre Eiffel, ¿serías capaz?

Laura Guarddón. Claro, sí.

47:33
Rafa Guerrero. Bien. Y serías capaz o bien porque has estado, o bien porque has visto documentales, has visto fotos, te la han descrito… ¿De acuerdo? Entonces, para que tú puedas reconocer, para que tú me puedas señalar dónde está la Torre Eiffel versus el Coliseo romano y la Alhambra de Granada, tienes que conocer. Pues con las emociones, Laura, pasa exactamente lo mismo. Para que tú puedas reconocer: «Yo lo que estoy experimentando ahora es miedo», tienes que conocer lo que es el miedo. ¿De acuerdo? Entonces, esa sería la segunda fase: el reconocimiento. Entonces, por eso es muy importante el hecho de que sintonicemos. Si yo quiero ayudarte a ti a regular tus emociones, si te quiero heterorregular, me tengo que poner en tu lugar para entender qué es lo que estás experimentando.

48:19

Hay una frase del genial Miguel Gila que a mí me encanta. La frase dice lo siguiente: «Cuando mi madre tenía frío, me ponía a mí una chaqueta por encima». Esta es la frase que demuestra la poca sintonización emocional y que manifiesta una poca responsividad. Es decir: «Como yo, como adulta, tengo frío y tú, como niña pequeña, que mides mucho menos que yo, si yo tengo frío, inevitablemente, matemáticamente, tú tienes que tener frío sí o sí». Bueno, pues no. A lo mejor resulta que tu hija está jugando en el parque y no es que no tenga frío, tiene calor porque está sudando, ¿no? Entonces, por eso es muy importante el hecho de que sintonicemos. Para que yo te pueda ayudar a reconocer la emoción, me tengo que poner en tu lugar.

49:07

Un tercer paso sería legitimar la emoción. Tremendamente importante que te permita que experimentes la emoción y que la puedas expresar. Es muy importante esa legitimación de las emociones. Algo que, desgraciadamente, no solemos hacer. Una cuarta fase sería que yo te enseñe a ti estrategias para regular las emociones. La conoces, la has reconocido, te la permito. Pero ¿ahora qué hago con esto?

Laura Guarddón. Claro.

49:35
Rafa Guerrero. Entonces, yo te tengo que enseñar estrategias. Por ejemplo, una estrategia para poder tolerar el aburrimiento, que yo la utilizo mucho con mis pacientes, consiste en que… ¿Cómo uno aprende a aburrirse? Aburriéndose, ¿no? Entonces, les digo que se sienten en una silla sin dispositivo móvil, sin televisión, sin nadie. Y alguna vez me preguntan: «¿Y puedo pensar?». «Faltaría más, claro que puedes pensar. Pero tienes que estar cinco minutos sin hacer absolutamente nada». Pues te diré que la gran mayoría no son capaces de soportar eso. Son cinco minutos sin hacer nada. Entonces, son estrategias. Estrategias que les vamos enseñando para tolerar el aburrimiento, para tolerar la frustración, para gestionar bien la rabia, para gestionar bien la alegría, la euforia, la tristeza. Y son pequeños trucos, digamos, que les damos a los niños para: «Oye, cariño, cuando te ocurra esto en el colegio, puedes hacer esto otro». No hay varitas mágicas, sino que hay recursos. Y cuantos más recursos les demos en la mochila metafórica que llevan nuestros niños, mejor.

50:40

Si ante… Otro ejemplo que me gusta poner. Si a la hora de poner un cuadro, yo me encuentro que para poner un clavo tengo un martillo, fenomenal. Si tengo que utilizar una llave inglesa para poner un clavo, voy mal. Ahora, la llave inglesa puede ser también efectiva para otras situaciones. Por eso creo que es muy importante que en la mochila metafórica emocional que llevan nuestros niños, ellos puedan disponer de muchas herramientas, para utilizar aquella herramienta que sea adecuada en el momento concreto. Luego, en quinto lugar, es muy importante que reflexionemos. Vivimos, desgraciadamente, Laura, en una sociedad en la cual la reflexión, el pensar y el estar parado pensando en tus cosas está mal visto. La gente se preocupa cuando nos ve mirando al techo pensando en nuestras cosas. Entonces, es tremendamente importante que nosotros reflexionemos y que invitemos a nuestros hijos a reflexionar. Como la reflexión, todo lo que tiene que ver con los pensamientos, está en el córtex cerebral, yo siempre digo que a esta fase hay que llamarla «Échale córtex». Cada vez que yo doy algún argumento y a alguien no le termina de encajar, yo le digo: «Bueno, échale córtex, dale una vuelta, piénsalo».

51:51

Había una frase de una famosa canción de Sabina, que en realidad es un poema de Quintero, León y Quiroga que decía: «Me lo dijeron mil veces, mas yo nunca quise poner atención». Pues es eso, son cosas que yo sé que me están pasando en mi cuerpo, son emociones que me hacen sentir mal. Pero claro, «mal» no dice nada. lo que quiero es que le eches córtex, que pares, que te sientes, que pienses, que tomes conciencia, ¿no? Y que seas consciente de qué pasa en tu cuerpo a nivel físico, que seas consciente de qué emociones estás experimentando, que seas consciente de qué pensamientos estás teniendo. «Tengo ganas de salir corriendo de aquí». Y luego, qué acciones llevas a cabo. Que reflexiones sobre todo ellos, eso es muy importante.

52:38

La sexta y penúltima etapa sería dar una respuesta emocional que sea lo más adaptativa posible. Es decir, si a mí mi jefe me echa la bronca, inevitablemente, va a surgir en mí una rabia, ¿vale? Voy a tener ganas de agredirlo, de insultarle, de empujarle. Esto es completamente humano y completamente normal. Ahora… Por eso decíamos que la respuesta que yo dé tiene que ser lo más adaptativa posible. Porque si yo, esa emoción que estoy experimentando, la llevo a cabo, es decir, la actúo, va a ser tremendamente desajustado o desadaptativo para mí. ¿Por qué? Porque estoy yendo en contra de mis intereses, yo quiero seguir en este trabajo. Me ha causado lo que él me ha dicho mucha rabia, pero si empujo al jefe, mañana no voy a volver al trabajo, mañana voy a estar despedido, ¿no?

53:26

Por eso una cosa es la emoción y otra cosa es la conducta asociada. Todos los mamíferos, salvo nosotros, tenemos, o tienen, una emoción e inevitablemente, sí o sí, la ejercen, la expresan, realizan la conducta. El perro que está en casa solo, cuando escucha que su dueño mete la llave en casa y que está aquí, quiera o no quiera, como está contento, va a empezar a mover el rabito, va a empezar a moverse por casa. ¿Por qué? Porque está contento. No puede evitar eso. El ser humano tiene la capacidad de tener una emoción y no expresarla. Tiene la capacidad de sentir emociones y no llevarlas a cabo. Es decir, no consiste en actuar todas las emociones según nos vengan, sino que hay que pensar de qué manera la puedo expresar de la manera que sea lo más beneficioso y más adaptativo para mí. Eso es tremendamente importante.

54:24

Por ejemplo, los niños pequeños. Un niño pequeño que está en la fase de las rabietas, que se tira al suelo y que se enrabieta, y que patalea… Claro, ¿por qué hace eso? Porque no tiene la habilidad que tenía el trabajador que te contaba antes para decirle al jefe o para callarse y no decirle nada. La única manera que él tiene de realizar esa expresión de la conducta es: tiene una emoción, como el perro que veíamos antes, y la pone en marcha. No tiene la capacidad de inhibir, de parar y decir: «No hagas esto». Es el único mecanismo que él tiene para expresar su rabia. Por eso hay que permitírselo, porque no tiene otros argumentos. Hay que enseñarle a pasar de esa pataleta que el niño está teniendo a respuestas que sean más adaptativas, pero para un niño de dos o tres años, tirarse al suelo es tremendamente adaptativo. ¿Por qué? Porque no tiene más recursos. Que eso lo haga un adolescente o lo haga un chaval de 20 o 25 años, pues ya no es adaptativo, diríamos: «Qué inmaduro este niño, este chaval, ahí tirado en el suelo pataleando». Pero para un niño es muy adaptativo.

55:28

Y en séptimo y último lugar, la última fase sería darle una narrativa. Darle una narrativa consiste en coger las fases anteriores y ponerlas en conjunto. Consiste en darle una explicación a todo lo que ha ocurrido. «Cuando las cartas están desordenadas, yo te las ordeno y te doy una explicación». Cuando el niño se ha caído, se ha hecho daño físico pero también un daño emocional porque se ha asustado, yo le tengo que dar una narrativa. «Cariño, esto que te pasa se llama ‘miedo’. Te has asustado porque no esperabas caerte mientras íbamos andando por la calle y entonces por eso estás llorando. Tienes miedo, es normal, no pasa nada, a todos nos ocurre. Cuando tenemos miedo nos sentimos tensos, nos sentimos más chiquititos y lloramos, es completamente normal». Te estoy dando una narrativa, te estoy explicando lo que a ti te ha ocurrido. También le puedo explicar lo que me ha ocurrido a mí en el trabajo o lo que el niño ha visto en la tele, o lo que ha pasado en el patio porque ha habido una pelea entre dos compañeros de secundaria y el niño lo ha visto, y le tengo que dar una narrativa, ¿no? Pero estas serían, en definitiva, las siete fases que debemos llevar a cabo.

56:40
Laura Guarddón. Rafa, y la cuestión es que muchas veces no sabemos qué sienten o qué piensan nuestros hijos, que a veces nos cuesta entender ese sentimiento, pero es que a veces ni siquiera sabemos lo que están sintiendo. ¿Cómo podríamos saberlo, como padres y madres, qué están pensando o sintiendo?

Rafa Guerrero. Claro, esto sería cómo podemos darle una narrativa, ¿no, Laura?

Laura Guarddón. Claro, efectivamente, eso es un poco lo que…

Rafa Guerrero. Claro.

Laura Guarddón. Que no podemos darle una narrativa si no sabemos ni nosotros, como adultos, qué es lo que les está pasando.

57:12
Rafa Guerrero. Vale, pues aquí, mira, vamos a manejar cuatro conceptos muy sencillos, ¿no? Vamos a trabajar con sensaciones, vamos a trabajar con emociones, con pensamientos, y en cuarto y último lugar, vamos a hablar de conductas o acciones. ¿De acuerdo? Es decir, en el momento en que el niño lo está pasando mal y yo le tengo que explicar lo que está pasando o lo que él ha experimentado, vamos a utilizar esas cuatro variables. ¿Para qué? Para conseguir un equilibrio. El niño está desregulado emocionalmente y yo tengo que hacer algo para devolver a mi hijo, que no tiene estrategias, a su equilibrio emocional. ¿De acuerdo? Entonces, en primer lugar, hablamos de sensaciones. ¿Qué es una sensación? Es algo físico, algo corporal. Entonces, generalmente, cuando hablamos de sensaciones, estamos hablando… Vamos a utilizar un verbo, o verbos similares, para poder comprender bien estas cuatro variables que te decía.

58:07

El verbo que utilizamos para las sensaciones suele ser «notar». Entonces, cuando mi hijo tiene miedo, yo le digo: «¿Te das cuenta o notas que el cuerpo está tenso?». O cuando tiene rabia: «¿Te das cuenta como los puños se cierran?». «Notas». ¿Qué podemos notar? Que nos sudan las manos, que tengo vergüenza y entonces noto mucho calor en la cara, puedo notar que el ritmo cardíaco se ha acelerado, puedo notar tensión, puedo notar rigidez. Notar. Esas son sensaciones corporales, físicas, ¿de acuerdo? En segundo lugar, hablamos de emociones.

Laura Guarddón. Claro.

58:46
Rafa Guerrero . Cuando hablamos de emociones, decimos «sientes». «¿Te das cuenta, cariño, que sientes miedo?» o «Esto que tú sientes se llama ‘miedo'». En tercer lugar, hablamos de pensamientos. Los pensamientos se piensan, ¿no? Y entonces… Ahora si quieres te pongo un ejemplo: «Pero en esa situación, cariño, tú pensabas que… tú creías que…». Las creencias, los pensamientos, los juicios. Y en último lugar, hablamos de las acciones. ¿Qué conducta hemos llevado a cabo? ¿Cómo te has comportado ante esa situación? Si nos damos cuenta, Laura, sensaciones, emociones, pensamientos y acciones tienen que ver con partes concretas del cerebro. Es decir, las sensaciones tienen que ver con el tronco encefálico. Lo cual quiere decir que es la parte del cerebro que se encarga de la supervivencia, todo lo físico.

59:37

Las emociones tienen que ver con el sistema límbico, ahí están codificadas las emociones, lo que sentimos. Los pensamientos tienen que ver con el córtex. Y en último lugar, la acción se coordina… La acción voluntaria, por supuesto, no me refiero a los reflejos, la acción voluntaria se coordina desde la corteza prefrontal, y ahí tenemos cuatro partes básicas y muy importantes del cerebro. Pongamos un ejemplo, vamos a imaginar que… Y esto se puede hacer como prevención, es decir: «Te voy a explicar lo que te puede pasar mañana, cariño, cuando vayas a hacer el examen» o «Te lo cuento después de que hayas hecho el examen».

Laura Guarddón. Claro.

01:00:13
Rafa Guerrero. Vamos a imaginar que nuestra hija acaba de hacer un examen o va a hacer un examen, ¿vale? Hablaríamos de estos cuatro pilares. Sensaciones: Pues cuando uno va a hacer un examen, ¿qué es lo que puede ocurrir? Pues puede ocurrir que el latido cardíaco vaya más rápido, que a uno le suden las manos, que uno se encuentre tenso. Todo lo que tiene que ver con aspectos físicos se puede dar. Emociones: Bueno, pues, ¿qué emociones tiene uno cuando se siente evaluado, cuando uno va a realizar un examen? Pues generalmente, la emoción no suele ser alegría. Aunque se puede dar, ¿eh? La emoción, generalmente, suele ser miedo. Entonces, si le vamos diciendo: «¿Te das cuenta como sentiste miedo? ¿Te das cuenta como el cuerpo estaba tenso?».

01:00:58
Rafa Guerrero. En cuanto a pensamientos: «Por eso, cariño, me decías que tenías ganas de abandonar el examen. Por eso me decías que querías salir corriendo del instituto y no hacer el examen». Y luego la acción: Bueno, en función de cómo haya sido, va a englobar un poco estas tres partes. «Al final, cariño, lo hiciste francamente bien, porque aunque pensabas que lo único que querías era salir corriendo del examen, al final lo hiciste francamente bien». Entonces, englobamos esos cuatro pilares para explicarles a los niños lo que puede ocurrir, como anticipación, o lo que ha ocurrido. Y con esos cuatro pilares creo que es más que suficiente para poder darle una buena narrativa a nuestros hijos.

01:01:39    
Laura Guarddón. Hablando un poco del ámbito escolar, los padres muchas veces presionamos y les exigimos demasiado a nivel… Las notas, queremos como… Tenemos unas expectativas muy altas y queremos lo mejor para ellos. Y a veces nos da miedo, sobre todo, el presionarles demasiado, el que se lleguen a bloquear ante la parte más curricular. ¿Qué podemos hacer ante esto? ¿Cómo lo gestionamos?

01:02:06
Rafa Guerrero. Bueno, Laura, el tema de las expectativas es tremendamente importante. Aquí podríamos hablar de dos aspectos: lo que son las expectativas y luego algo que para mí es tremendamente relevante, que es la mirada incondicional. Respecto a las expectativas, ¿qué es una expectativa? Bueno, una expectativa es como un objetivo o una idea, un reto que les planteamos a nuestros hijos. Y muchas veces hay un desbarajuste entre lo que nuestros hijos están preparados o pueden hacer y lo que nosotros les estamos exigiendo. Entonces, claro, eso es muy frustrante. Si a mí me están pidiendo que haga algo que yo no soy capaz, pues claro, eso genera mucha frustración. Para mí es muy importante el tema del efecto Pigmalión. El efecto Pigmalión, se lo explico a los profes, tiene que ver con… Es algo que se parece a… Si la magia existe, es el efecto Pigmalión, en el aula.

01:03:07   
Rafa Guerrero. Entonces, las expectativas que tiene un profesor, ya sea con un alumno o ya sea con un grupo entero, tienden a cumplirse. En el 100% de los casos no, pero en un porcentaje importante sí. Se hizo un estudio muy conocido que demostró lo que es el efecto Pigmalión. Un profesor que acaba de acabar el curso escolar con un grupo, en ese traspaso de información al siguiente tutor, le pasó el listado y señaló el alumno uno, el cinco, el 17 y el 24. Y le dijo al nuevo profesor, que no conocía de nada a ese grupo: «Estos son alumnos brillantes. Rinden muy bien académicamente, son líderes sociales, te van a ayudar, cohesionan muy bien el grupo, etcétera». El caso es que el profesor nuevo recibe esa información, y cuando finaliza su curso se da cuenta que el rendimiento de esos cuatro alumnos que hemos dicho estaba por encima de la media. Y el antiguo profesor le dice: «Pues todo lo que te he contado es completamente falso». Es decir, esas capacidades que el profesor antiguo le había trasladado al nuevo no eran ciertas. Pero la expectativa que tenía el profesor, al final, se cumple. Y se cumple, Laura, tanto para lo bueno como para lo malo.

01:04:21

Henry Ford tenía una frase que a mí me parece que es fantástica: «Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto». Esto viene a reflejar lo que es el efecto Pigmalión y lo potentes que son las expectativas. Y hay una anécdota que me parece muy bonita que se llama «el paseo de Galton». Francis Galton era primo de Charles Darwin, y entonces él se propuso hacer una experiencia. Él estaba en un parque de Londres y entonces él se mentalizó de que al dar el primer paso y entrar en ese parque, iba a estar pensando que es la peor persona del mundo. Entonces, entró en el parque y fue dando una vuelta pensando: «Soy la peor persona del mundo, soy la peor persona del mundo». El caso es que cuando acaba ese paseo, él se da cuenta que la gente se apartaba de él. Entonces, bueno, esto es lo potente de la expectativa. También tiene su parte negativa y por eso tenemos que tener mucho cuidado.

01:05:17  

Y el segundo concepto que te decía que para mí es muy relevante es la mirada incondicional. En otros sitios se habla de amor o apoyo incondicional. A mí me gusta la mirada incondicional. Consiste en no juzgar a nuestros niños. Por supuesto que podemos criticar sus conductas, sus acciones. Faltaría más, ¿no? Pero no es lo mismo criticar la conducta que criticar a la persona. Entonces, yo puedo criticar a mi hijo, puedo decirle que me parece mal lo que ha hecho, pero jamás puedo criticar a la persona. La persona y el amor que yo siento, y el cariño y el respeto que siento hacia mi hijo, eso jamás está en duda.

Qué es la empatía y cómo desarrollarla en los niños. Rafael Guerrero
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Laura Guarddón. En relación un poco con los centros educativos y con los profesores, ¿qué papel crees que desempeñan ellos actualmente en la educación emocional de nuestros hijos?

Rafa Guerrero. Solamente aprendemos de un profesor al cual queremos y admiramos. Y esto es muy importante. De ahí que la relación y el vínculo que establezcamos con nuestros alumnos sea tremendamente relevante en el aprendizaje de nuestros chicos. Cuando yo les doy clase a mis alumnos de la facultad de Educación, a futuros maestros, el primer día de clase siempre les pongo una campana de Gauss. En esa campana de Gauss nos encontramos con la parte central, que supone un 80% y luego, en las dos colas, el 10%. Y ahí suma el 100% de los profesores. En la cola inferior nos encontramos con un 10% de profesores que son negligentes, que no hacen bien su trabajo y que no son nada positivos para sus alumnos. El 80%, es decir, lo que yo llamo cariñosamente «los profesores del montón», son buenos profesores que hacen bien su trabajo y ya está. Pero luego, la cola superior, ese 10%, que como puedes ver es un porcentaje bajo, eso supone, Laura, que son profesores realmente transformadores, son profesores excelentes. Y eso es lo que tenemos que pretender con los maestros y con los futuros maestros.

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Entonces, en los estudios de la doctora María José Díez Aguado, llega a la conclusión de que hay tres características que cumplen los profesores que nosotros consideramos que han sido realmente importantes y transformadores para nosotros. La primera característica es que son profesores que aman su trabajo. Les gusta la docencia y disfrutan mucho la docencia. En segundo lugar, tienen un gran deseo por aprender, quieren crecer profesionalmente. Y en tercer y último lugar, son profesores que han ayudado personalmente a sus alumnos a superar el miedo, a superar situaciones angustiosas personales, familiares, sociales. Por tanto, les han mirado incondicionalmente, les han ayudado. Yo podría añadir algunas características más que creo que son muy importantes.

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La primera característica de ese profesor realmente transformador sería la ternura, el principal factor que previene la violencia. En segundo lugar, hablamos del sentido del humor. Es muy importante que el profesor tenga un buen sentido del humor. Que realice clases que sean dinámicas, divertidas, etcétera. Otra de las características sería que sea un profesor empático. Es decir, que sea capaz de ponerse en el lugar de sus alumnos, de entender sus circunstancias, que conecte su hemisferio derecho con el de sus alumnos. Y luego, considero que es muy importante también llamar al alumno por su nombre. Nos estamos encontrando con muchos profesores que acaban el curso escolar en primaria o en secundaria y no se saben los nombres de sus alumnos. Entonces, llamar a cada uno por su nombre implica tiempo, implica dedicación. Y eso el alumno, al final, lo capta y lo agradece, por supuesto.

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Luego, otra cosa que tenemos que tener muy en cuenta, Laura, es que es verdad que el 60% de la población tiene un apego seguro. Lo cual quiere decir que mamá y papá han hecho una buena labor, han sido padres suficientemente buenos y son personas, son alumnos que están bien adaptados. Pero en muchas ocasiones nos encontramos con niños con grandes dificultades, no solamente a nivel académico, sino a nivel social y a nivel familiar. Y aquí el profesor cumple una función que es tremendamente importante. El profesor ejerce como segunda oportunidad. En aquellas casas donde desgraciadamente mamá y papá, por problemáticas equis, no han podido hacerse cargo o no han podido darle al niño lo que realmente necesita, el profesor ejerce esa figura. Por eso es muy importante que desarrollemos los vínculos, el apego, y que desarrollemos todas estas habilidades no solamente en casa, sino también en los profesores. Los profesores son figuras de apego muy importantes para nuestros hijos.

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También es importante, Laura, que el profesor se muestre vulnerable. Es decir, el profesor no es alguien que sabe absolutamente todo y el alumno no es alguien que no sabe absolutamente nada. Entonces, es importante que el profesor se muestre vulnerable, que tiene su comienzo y tiene su final, tiene sus límites. Entonces, en ese deseo de aprender, estoy seguro de que el profesor hace una buena labor escuchando lo que dicen los alumnos para seguir aprendiendo. Y ya para concluir, yo estoy completamente de acuerdo con Howard Gardner cuando dice que para ser buen profesor hace falta ser una buena persona, sin lugar a dudas. No podemos tener profesores excelentes que sean malas personas, sin lugar a dudas.

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Laura Guarddón. Y en relación un poco a lo que hablábamos hace un rato de la canalización de las emociones, hemos hablado de la tristeza, hemos hablado del enfado… Yo creo que a muchos padres y madres, sobre todo de niños un poquito más pequeños, el tema de las rabietas es un tema que nos preocupa muchísimo, cómo la gestionamos nosotros, cómo la gestionan ellos, cómo ayudarles a gestionarlas a ellos, y también cómo llevarlo un poco también… Pues eso, en qué contexto, en casa, cuando nos ocurre en un centro comercial, cuando nos ocurre en algún otro lado. ¿Cómo gestionar todo esto? ¿Qué consejos nos darías?

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Rafa Guerrero. Bueno, en primer lugar, Laura, decimos que las rabietas es la manera que tienen de expresar los niños su rabia, su enfado, su no querer hacer algo. Y es la manera más adaptativa que tienen, no les podemos exigir que se comporten como un adulto porque no son adultos. Por eso lo que hacen es que se tiran al suelo. Además, es curioso, porque un niño en plena rabieta… O sea, una rabieta, por definición, es en el suelo, ¿no? ¿Por qué en el suelo? El suelo, la tierra, es lo más firme. Entonces, lo que buscan es la norma, es la estabilidad y por eso se tiran al suelo. Podemos decir que existen dos tipos de rabietas. Están las rabietas del cerebro inferior y las rabietas del cerebro superior, que a veces también cuesta un poquito diferenciarlas.

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Las rabietas del cerebro inferior tienen que ver con necesidades. Es decir, un niño que tiene una necesidad que no está cubierta, el niño lo que hace es manifestarlo. ¿Cómo? A través de la rabieta. Esas rabietas, que son la gran mayoría de rabietas, tienen que ser atendidas. Ahí no podemos ignorar al niño. Cuando el niño necesita algo, yo no le puedo ignorar. ¿De acuerdo? Entonces, ante esa conducta explosiva de tirarse al suelo porque el niño está pidiendo algo que necesita y no se lo estamos dando, ahí se lo tenemos que dar. Eso es una rabieta del cerebro inferior. Y en segundo lugar, tenemos rabietas del cerebro superior. Estas son las rabietas que son programadas, aunque sea de manera inconsciente, por los propios niños. Estas se dan ya en niños más mayores. Las rabietas de niños pequeños son rabietas de cerebro inferior siempre, pero en niños más mayores, que ya tienen su corteza frontal ya bien desarrollada, ya son capaces de planificar, aunque sea de manera muy básica, y aunque sea de manera inconsciente, pero son capaces de planificar.

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Hacen cosas, ¿para qué? Para sacar el máximo rendimiento a lo que ellos quieren. Y estas sí que son las rabietas que tenemos que ignorar. En el momento de la rabieta tenemos que ignorar, y una vez que pase la rabieta tenemos que hablar con el niño y darle… Primero, entender su emoción. Y en segundo lugar, darle recursos o darle alternativas para que ellos sepan qué es lo que pueden hacer en futuras ocasiones. En vez de tirarte al suelo, gritar de esta manera o hacer aquello, te voy a dar herramientas, como decíamos antes, para que tú puedas poner en marcha la estrategia que sea más adaptativa.

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Por ejemplo, Laura, si a un niño le castigamos sin cenar porque se ha estado comportando mal, y entonces le castigamos sin cenar y le decimos: «Directamente a tu habitación porque has hecho algo antes o durante la cena has cogido el plato y lo has tirado al suelo», y se pone a llorar y está completamente enrabietado, esa rabieta tiene toda la razón del mundo. Le estamos quitando, impidiendo saciar una necesidad que, en este caso, es fisiológica y que el niño necesita. En cambio, en otras ocasiones, lo que los niños demandan es algo que no es tan necesario. Por ejemplo, un niño que se pone a llorar, se enrabieta muchísimo porque le hemos castigado sin ir al partido de fútbol del fin de semana. Realmente no es una necesidad, pero el niño lo pasa mal y lo manifiesta de esa manera.

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Y ahora podemos ver, si quieres, algunas herramientas para trabajar. En primer lugar, cuando un niño está en rabieta del cerebro inferior, lo que tiene es su complejo reptiliano, su cerebro emocional, muy activo. Entonces, como no lo puede controlar porque es automático, es inconsciente, lo que siempre decimos es: «No provoquéis al niño». «No provoquéis a la lagartija», hablando del reptiliano. Entonces, en ese momento permitidle que tenga esa rabieta. Uno de mis grandes referentes es Daniel Siegel. Y él explica una estrategia que es muy sencilla que se llama «conectar y redirigir». ¿Qué es lo que tenemos que hacer ante un desequilibrio emocional, como puede ser, por ejemplo, una rabieta? Lo primero que tenemos que hacer es conectar con él. Y una vez que conectemos con él y consigamos devolver al niño del desequilibrio emocional al equilibrio emocional, es cuando ya puedo aplicar disciplina, cuando puedo hablar con él y cuando puedo razonar con él. Porque en el momento en que un niño está experimentando una rabieta, tiene su cerebro emocional muy activo y su cerebro pensante lo tiene muy inhibido. Por tanto, no puede pensar. A veces intentamos que los niños nos escuchen, nos atiendan y que lleven a cabo lo que les estamos diciendo en plena rabieta. Eso es imposible.

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Entonces, vamos a intentar reducir la activación de la amígdala para que cerebro emocional y cerebro racional estén más o menos a la misma altura, y a partir de ahí ya sí que podemos hacer cosas. Por tanto, Laura, lo primero que tendríamos que hacer es calmar al niño. ¿De acuerdo? Conectar con él emocionalmente, siendo empáticos con él y entendiéndole, legitimando sus emociones, etcétera. Y en segundo lugar, lo que tenemos que hacer es redirigir, vamos a darle estrategias: «Cariño, ¿qué te parece si…?». «¿Qué se te ocurre que podemos hacer cuando vuelva a ocurrir en un futuro?». Etcétera, etcétera. Es verdad que la anticipación es un mecanismo de defensa muy importante. Que les anticipemos a los niños lo que va a venir después puede ser un buen recurso.

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Laura Guarddón. Pues muchísimas gracias, Rafael, un placer haberte tenido aquí y, bueno, haberme contestado todas estas preguntas, que yo creo que han sido superútiles para todos. Y nada, un placer y gracias.

Rafa Guerrero. Nada, gracias a ti, Laura, ha sido un placer compartir este tiempo contigo. Y bueno, pues espero que te hayan servido estas pautas.

Laura Guarddón. Por supuesto.

Rafa Guerrero. Muchas gracias a ti.