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“Nunca te arrepentirás de perseguir tus sueños”

Mago More

“Nunca te arrepentirás de perseguir tus sueños”

Mago More

Conferenciante y humorista


Creando oportunidades

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Mago More

La magia llegó a la vida de José Luis Izquierdo, más conocido como Mago More, de la mano de un profesor de matemáticas que le explicaba los problemas con divertidos trucos. Fue en aquellos momentos, cuando decidió que lucharía por convertirse algún día en mago. More cumplió su sueño, y hoy, es además un popular humorista, guionista, actor y conferenciante de éxito. El nacimiento de uno de sus hijos con parálisis cerebral y el diagnóstico de una enfermedad crónica que le llevó a estar prácticamente inmovilizado han sido dos acontecimientos claves en su vida. Su libro ‘Superpoderes del éxito para gente normal’, recoge una mirada práctica sobre los aprendizajes de vida que le he han ayudado a superar estas dificultades hasta convertirse en una persona polifacética, creativa e inconformista. Perseguir los sueños, no tener miedo a fracasar ni rendirse nunca ante las adversidades son algunos de los motores de vida de este cómico. En sus palabras: “Hay que tener sueños para tres vidas y para eso hay que tener fuerza de voluntad y cambiar nuestros hábitos”.


Transcripción

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Mago More . Hola a todos. Os voy a contar un secreto: me llamo José Luis, pero no lo sabe nadie. Todo el mundo me llama More o Mago More, me podéis llamar More o Mago More. Voy a contaros un poquito mi vida para que entendáis el contexto. Yo tuve un momento que fue un punto de inflexión en mi vida. Yo tenía un profesor en quinto de EGB que se llamaba don Gregorio. Este profesor nos hacía magia, y a mí aquello me fascinaba. Imagínate, en medio de una clase de Matemáticas, el tipo cogía unas monedas y atravesaba la ventana. Me parecía increíble. Entonces, yo me dediqué a ir durante un montón de años a la biblioteca. Cogía libros de magia, me entusiasmaban, hasta tal punto que aquello me parecía un secreto tan importante que yo lo que hacía es que escondía los libros de magia y ponía otros libros encima para que nadie pudiera acceder a esos secretos. Yo tenía el libro siempre escondido. Entonces, vine a estudiar Informática a la Politécnica de Madrid y lo primero que hice el primer día después de matricularme, compré un libro de magia y dije: «Voy a ser mago». Me llevé a un amigo mío y le dije: «Yo me voy a dedicar a la magia». Y siempre me lo recordaba, me decía: «¿Cómo sabías que ibas a ser mago?». Y yo: «No lo sé», pero ya lo intuía. Entonces, a medida que fui avanzando en mis conocimientos de magia, pues iba retrocediendo en mis conocimientos de informática. Digamos que cada vez actuaba más e iba menos a la facultad. Y llegó un momento en el que yo tenía que decidir qué hacía con mi vida. Entonces, reuní a mis padres y les dije: «Papá, mamá, lo dejo todo, me voy a hacer mago». Esto es muy gracioso contado ahora, pero no os imagináis… No os podéis imaginar el drama familiar. Mis padres, funcionarios, mis hermanos funcionarios, mis tíos, funcionarios… Esa familia de: «Colócate bien para toda la vida». Y el niño, de repente, iba a ser mago. Mi padre se negó, me dijo que de ninguna manera. Hasta que yo le dije: «Mira, papá, es que llevo ya un tiempo actuando y esto es lo que he ganado en el último mes». Recuerdo claramente su cara, él lo miró y dijo: «¿Esto en un mes?». Dijo a mi madre: «Cristi, el niño que sea lo que quiera». Yo le quería decir que yo ya podía dedicarme a la magia profesionalmente. Al final, fue una decisión muy dura porque, claro, ahí tienes que decidir entre el corazón y la razón. Y la razón y todo tu entorno te dice que tú sigas, pero el corazón me decía que no, que tenía que dedicarme a esto. Entonces, me metí en el mundo de la magia de lleno, empecé a actuar muchísimo. Un buen día, vi El club de la comedia y me fascinó el mundo monólogos, y naturalmente, cambié a hacer monólogos. Mis amigos magos me decían: «Pero ¿por qué haces eso?».

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Bueno, déjame que haga lo que me dé la gana. Y me dediqué a hacer monólogos también y lo complementé con la magia. Y el día que me cambió la vida fue un día que me llamó un cliente que me dijo: «Quiero que des una conferencia». ¿Cuántas conferencias había dado yo en mi vida? Cero. Mi primera reacción automática fue: «No, yo no doy conferencias». Pues 15 minutos más tarde, iba conduciendo, llamé al cliente y pronuncié la frase más inteligente que yo he pronunciado en mi vida. Todavía no la he superado. La frase es: «¿Y por qué no?». No la he podido superar todavía, porque, al final, yo evalué y dije: «Tengo mucho que ganar y poco que perder». Hice la conferencia, y hoy, el 80% de lo que hago son conferencias. Siempre me preguntan qué es lo que más te gusta hacer, y hay una cosa que contesté en una entrevista que me define. A mí me gustan dos cosas: hacer reír y ayudar a la gente. Al final, lo que más me gusta es hacer conferencias, porque en las conferencias tú puedes conjugar las dos cosas. Tú puedes dar un mensaje y puedes hacer que la gente se ría. Lo de hacer reír a la gente no puedo evitarlo, es una cosa que llevo de toda la vida. Cuando empezaba con la magia, me ponía muy serio, tipo Anthony Blake, y la gente se moría de risa. Yo me cabreaba y decía: «¿Por qué se ríe esta gente? Pero si yo quiero ser serio y tal». Al final dije: «No puedo luchar contra mí mismo». Tengo cara del de Cariño, he encogido a los niños». La gente me ve así, y no puedo evitar que la gente se ría, así que prefiero utilizar la risa. Y, de hecho, yo creo que la risa es un excelente vehículo porque, como decía Víctor Borge, es la distancia más corta entre dos puntos. Yo utilizo la risa para desarmar a la gente. Todos siempre tenemos una coraza, estamos como muy serios. Cuando te ríes, yo digo que se quita esa coraza, y a partir de ahí, ya puedes meter todos los mensajes que tú quieras. Y luego, hay dos hechos que me han marcado profundamente. Uno es que tengo un niño con parálisis cerebral. Esto te marca bastante porque condiciona mucho tu vida y la manera que tienes de enfrentarte a la vida. Imaginaros en una situación en la que yo me dedico a hacer reír a la gente, y de repente, nace un nene con parálisis cerebral, que además no es una cosa pasajera, sino que sabes que vas a tener un niño discapacitado toda tu vida. Pues eso me cambió mucho la manera de ver las cosas. Y luego, hay otro episodio que también me cambió bastante la manera de ver las cosas, y es que yo empecé con la típica caspa… Con la típica caspa esta que vas haciendo así, te la vas quitando, luego compras el champú que aparece en la tele, luego te dicen que no, que es dermatitis seborreica, aquello se va complicando… El día que todo cambió fue el día que fui al médico y me dijeron que tenía artritis psoriásica. Yo no me lo creía porque esto me le diagnosticaron con 39 años. A mí la artritis me sonaba a gente mayor. Y «soriásica» tampoco podía ser, yo nunca había estado en Soria, y dije: «No puede ser». Pero, efectivamente, tenía artritis psoriásica.

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De repente, me veo con un nene discapacitado, prácticamente no podía andar de los dolores que tenía, era terrible. Me dieron una medicación muy fuerte. No podía abrir una botella, para que os hagáis una idea, y eso te incapacita bastante, no solamente a nivel físico, sino también a nivel psicológico. Entonces, esos dos acontecimientos han marcado bastante todo lo que ha sido mi vida a partir de ese momento, porque eso ha hecho que yo cambiara una serie de hábitos, que es lo que vengo a compartir con vosotros. De todos modos, os diría que estoy todo el día haciendo monólogos, que significa que estoy todo el día hablando solo. Me gustaría que preguntarais cosas para no estar yo aquí de monólogo.

“Nunca te arrepentirás de perseguir tus sueños” Mago More
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Esther. Hola, More, me llamo Esther y me encanta lo que haces. Alguna vez escuché algún comentario tuyo cómico en relación a los libros de autoayuda. ¿Realmente te parecen útiles estos libros?

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Mago More . Los libros de autoayuda me encantan. Es prácticamente lo que leo. Estoy todo el día leyendo libros de autoayuda. Pero dentro de los libros de autoayuda, distingo dos tipos de libros: uno que son los de autoayuda y otros los de «motoayuda». ¿Qué son los de motoayuda? Pues cuando el autor te quiere vender la moto. De repente, encuentras un libro del estilo: Hágase usted rico en bolsa. Y dices tú: «Perdone, ¿es usted rico en la bolsa?». «No». «Entonces, ¿qué me está contando? ¿Para qué ha escrito este libro?». O cuando te dice alguien: Hazte rico montando empresas. ¿Cuántas empresas has montado? Ninguna. No te puedo creer. Yo creo que estos libros deberían estar en la sección de ciencia ficción, al lado de libros del estilo de Derechos Humanos en Corea del Norte o Manual de memoria para amnésicos, ese tipo de libros. Entonces, cuando yo escribí mi libro, lo primero que hice fue tratar de huir de los libros de autoayuda. En el sentido clásico. Yo no quería vender ninguna moto. Además, es que me horripilan, de verdad, esos libros que tú los lees y dices: «Este tipo es muy listo. Es tan listo que parece como que me lo restriega capítulo a capítulo, y yo me siento fatal porque no soy capaz de hacer todo lo que viene en el libro». Yo quería hacer un libro desde mi punto de vista. Yo partí de una frase del autor de El Gran Gatsby, que se llama Scott Fitzgerald, que decía: «Hablo desde la autoridad que me da el fracaso». Entonces, ¿yo qué he hecho en el libro? Yo he compartido mis fracasos. Es mucho más potente compartir tus fracasos que compartir tus éxitos. Si tú compartes tus éxitos, en el fondo, mucha gente puede pensar: «Yo no puedo hacerlo». Pero si tú compartes tus fracasos y eres honesto, y dices: «Mira, a mí me ha pasado esto, yo he superado esto de esta manera», pues creo que es mucho más positivo. Una de las cosas que yo hice, en primer lugar, que estuviera todo documentado. A mí no me vale decir: «Esto funciona porque sí». No, esto tiene una base científica, funciona, lo he probado. Para mí es muy importante ser honesto. No solamente lo tenía que probar yo, lo tenía que probar todo mi entorno. Y, sobre todo, a mí me gusta distinguir… Cuando veo un conferenciante, yo distingo entre dos tipos: los que me creo y los que no me creo. No sé por qué, pero hay una especie de química. Cuando tú ves a alguien que te está hablando del estrés y ves que aquel tipo está muy estresado, en el fondo, dices: «No te creo». Pero si tú buscas a alguien que, como dicen los ingleses, predica con el ejemplo… Hay una frase en inglés que es: «To walk the talk». Yo creo que está muy bien porque es predicar con el ejemplo. A mí el libro me sirvió mucho, primero, porque yo no podía fallar al lector. ¿Yo qué hice? Desde el primer momento, me afané en hacer lo que yo decía. Siempre. Y después lo probé con todo el mundo. Yo creo que tienes que ser muy honesto. Y una de las cosas que yo hice fue donar todos los derechos de autor del libro. Es decir, yo no quería ganar dinero con el libro. Porque si yo ganaba algo con el libro, en el fondo, me estaba sintiendo como uno de esos autores de motoayuda, de que iba a vender la moto a alguien. Si yo simplemente te digo: «Esto es lo que yo he hecho. Tienes la opción de probarlo. A mí me ha funcionado y a mi entorno le ha funcionado, y encima estás colaborando con algo benéfico, yo no quiero nada», esa es la única manera de hacer un libro de autoayuda que sea honesto. Entonces, yo lo doné todo a Fundación Síndrome de West y Fundación Bobath, las fundaciones con las que yo colaboro porque mi hijo está en Fundación Bobath y en Fundación Síndrome de West.

08:50
Carmen. Hola, More. Soy Carmen, madre de seis hijos. Y hoy vengo solo acompañada de uno. Quería preguntarte… Nos has contado que te has dedicado a muchas cosas. A lo que te dedicas ahora, ¿es un sueño perseguido desde siempre o ha sido casualidades de la vida?

09:06
Mago More. Es un poco de las dos cosas. En primer lugar, casualidades de la vida, porque yo iba para informático, jamás pensé que me iba a dedicar a esto. Pero, por otro lado, es un sueño perseguido, porque lo que hago es que siempre persigo sueños. Yo me estoy inventando constantemente el trabajo, cosas que hacer. Entonces, una de las cosas que, por ejemplo, yo me planteo que me creaba mucha insatisfacción… Cuando yo ya había superado lo de mi hijo, lo llevábamos muy bien, y la artritis ya no era un problema porque también lo había superado con una serie de hábitos que luego os contaré… Yo estaba como vacío. De repente, tenía como esas depresiones, que yo tengo un par de ellas al año: «Estoy haciendo siempre lo mismo, no avanzo». Leí un libro que me cambió bastante la perspectiva. Es un libro de una enfermera, que os recomiendo, que se llama Bronnie Ware, que es una enfermera australiana. Y ella, por avatares del destino, terminó cuidando a enfermos terminales de cáncer y de otras enfermedades, que en el lecho de muerte le iban contando de qué se arrepentían. Ella escribió un libro muy bonito que se llama algo así como: Las cinco cosas de las que la gente se arrepiente antes de morir. Y da igual la cultura, da igual el país, da igual la sociedad, la ciudad donde vivan, todo el mundo se arrepiente exactamente de lo mismo. Y lo curioso es que el arrepentimiento número uno era: «Me arrepiento de no haber hecho lo que realmente quería hacer y no lo que los demás esperaban que hiciera». Es decir, la gente se arrepentía de no haber intentado conseguir sus metas o sus sueños. Entonces, yo dije: «Pues esto es lo que me pasa». Yo tengo que estar constantemente persiguiendo mis sueños o mis metas. Yo, en mi vida, cada vez que ha surgido alguna oportunidad, me he ido dejando llevar. Y lo importante es no perder de vista esos sueños o esas metas. Yo, hace muchos años, actuaba en un pub que se llamaba Don Gato y me acuerdo perfectamente del dueño. El dueño tenía la obsesión de irse a Australia, era su gran sueño de su vida. Entonces, ¿qué hizo? Vendió el pub, y se lo vendió a su camarero. Yo fui a actuar como seis meses más tarde. Y me encuentro que el dueño había vuelto y estaba trabajando de camarero, y ahora el dueño era su camarero. Estaba trabajando para aquella persona que trabajaba para él. Entonces, automáticamente, le pregunté: «Oye, ¿qué ha pasado?». Dice: «No me he adaptado al idioma, era más caro de lo que parecía, y bueno, aquí estoy». Entonces, yo le dije: «Ostras, qué putada, ¿no?». Y me dijo el tío: «Estoy feliz», y le digo: «¿Por qué?». Y dice: «Porque no me quería haber estado arrepintiendo toda mi vida de no haber intentado ir a Australia y me pareció una excelente lección». Lo que me enseñó aquel día fue maravilloso, porque él lo que decía es: «Jamás me hubiera perdonado no haberlo intentado. Lo he intentado, no ha salido bien, pero no pasa nada». Y yo creo que la vida va de eso, la vida de intentarlo, y si no sale bien, pues no pasa nada. Entonces, yo tengo una lista, que es una palabra muy bonita, que se llama «onirograma», es una lista de sueños.

11:48
Mago More. Entonces, a mí se me ocurren… Yo tengo sueños para tres vidas. Yo me pongo a mirar las cosas que tengo que hacer, y digo: «¡Buf, pero si tengo ya para morirme y renacer 20 veces!». Es importante tener una lista de sueños, de cosas que tú tengas que hacer. Cosas que de verdad te apetezcan, cosas que te llamen la atención, cosas que te hagan levantarte por la mañana. Para mí, es fundamental tener una lista de sueños. Y yo lo que hago es que voy cumpliendo esos sueños poco a poco. ¿Yo ahora soy feliz con lo que hago? Sí. Pero, por ejemplo, lo que te decía, ¿me apetece mucho un canal de YouTube? Pues voy a hacer todo lo que pueda por hacer un canal de YouTube. ¿Puede que salga mal? Me da igual, pero lo voy a intentar y lo voy a hacer. Hace dos años, corrí el maratón de Nueva York, que era una cosa impensable, porque yo pasé de no poder andar a correr. Y para mí eso fue otro sueño cumplido. Y siempre que puedo, intento marcarme sueños. Y son como pequeñas obligaciones de cosas que me apetece hacer. Creo que la vida vale eso, la vida vale tener ilusiones. Como decía Narosky: «La mayor ilusión es seguir teniendo ilusiones».

12:48
Carmen. Quería preguntarte… Como madre, he entendido muy bien a tus padres cuando se asustaron con tu sueño. No tanto por lo arriesgado y lo poco convencional, sino porque hay veces que a los padres nos da miedo animar a nuestros hijos por que no lleguen a conseguir esos sueños. ¿Cuáles son los obstáculos o las barreras que ves tú que pueden impedir conseguir esos sueños?

13:08
Mago More . Pues mira, lo primero, te diría que yo tengo un hijo que se llama Dani que tiene 17 años. El otro día iba con él en el coche y le pregunté: «¿Qué quieres hacer?». Él me dio la respuesta convencional, que es: «Yo creo que voy a estudiar Económicas y demás». Y le dije: «No, no, no, no, que qué quieres ser de mayor». Todos sus amigos se van a estudiar de bilingüe Económicas o cosas así. Digo: «No, no, no. ¿A ti qué te hace? ¿Qué te pone?». Y me dijo: «A mí lo que realmente me gusta es ser entrenador o el rap». Y yo dije: «Pues es lo que tiene hacer. Básicamente es lo que tiene que hacer. Otra cosa es que estudies una carrera porque viene bien, porque es una disciplina, porque vas a aprender un montón de cosas. Pero si tú realmente quieres ser entrenador de fútbol, intenta ser entrenador de fútbol». No voy a ser yo el que le coarte los sueños. Yo creo que el problema que tenemos es que nos da miedo que fracasen ellos porque, en el fondo, es como si fracasáramos nosotros. Pero a mí me parece una tontería, yo creo que la vida es muy larga como para intentar todo lo que puedas hacer. Ahí está la clave de todo. Hay que estar todo el rato aprendiendo, aprendiendo, aprendiendo. Por eso digo que soy un becario permanente. Y a mí me gustaría que mi hijo tuviera esa capacidad de aprender y desaprender. Realmente, me da igual lo que estudie, lo que quiero es que se equivoque, que intente cumplir sus sueños, y que si no, que lo vuelva a intentar. Yo lo digo de broma, pero es verdad: nosotros somos del Atlético de Madrid. Y tú dirás: «¿Esto qué tiene que ver?». Pues todo en la vida. Ser del Atlético de Madrid… Tengo por aquí algún amigo que me da la razón, como diciendo: «Claro, es que es muy importante». ¿Por qué? Porque la vida, al final, no siempre son todo éxitos. Si tú eres de un equipo y ganas siempre la Champions, ¿pues qué ocurre? Que estás acostumbrado a ganar siempre la Champions, y el día que te venga un revés en la vida, dirás: «Ostras, ¿qué ha pasado?». Pues ha pasado que la vida no es siempre ganar la Champions. Yo estuve en la Champion de Lisboa con mi hijo y la perdimos en el minuto 94. Para mí eso fue una grandísima enseñanza. Estábamos destrozados, llorábamos y todo lo que tú quieras. ¿Pero mi hijo qué aprendió? Que en la vida, a veces, te marcan un gol en el minuto 94 y te tienes que aguantar. Eso te da una especial resiliencia como para que cuando tú intentes tus sueños, pues oye, si no sale, pues no ha salido. Somos del Atleti. Pues ya está, ya saldrá. Puede que no ganemos la Champions nunca. No pasa nada, pero yo estoy muy orgulloso de esa actitud. Esa es una actitud que hay que tener en la vida.

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Yo creo que, además, demonizamos demasiado el error. O sea, cuando tenemos un error y ha salido algo mal, ¿por qué no puede salir mal? La vida va de que las cosas salgan mal. Tengo un amigo, Eduardo Anitua, que tiene una empresa de biotecnología y tiene una frase maravillosa. Me dijo un día: «¿Te puedes creer que, después de 30 años investigando, nos hemos dado cuenta de que siempre acertamos a la última?». Fijaos porque la frase maravillosa. Si te quedas en la penúltima, no aciertas, pero si lo sigues intentando, a la última siempre aciertas. Y entonces, ¿qué problema hay con desarrollar las metas o llevar a cabo las metas? Bueno, pues lo primero, para mí, es absolutamente fundamental. Yo he leído un montón de libros de organización del tiempo. Casi todos los libros, vosotros también habréis leído, te dicen que tienes que distinguir entre lo importante y lo urgente. Y me parece una pérdida de tiempo porque tienes que andar distinguiendo. «¡Uf! ¿Y esto qué es, importante o urgente?». Cuando terminas la pila, estás agotado, ya no puedes trabajar. Yo distingo entre dos cosas, que es: mis metas y el infinito. ¿Qué es el infinito? Ojo, luego hablaremos del infinito. El infinito es cuando tú te levantas, enciendes el mail, el teléfono, el WhatsApp, y ya has caído en el infinito. ¿Qué significa? Que llegan las 20:00, estás agotado en tu casa, y dices: «¿Qué tal el día?». «¡Puf! Muy liado, pero no me ha cundido». Llega el viernes y sigues muy liado, pero no te ha cundido. Pero lo peor es que llega el 31 de diciembre, has estado muy liado, pero no te ha cundido. ¿Qué significa que no te ha cundido? Que no has hecho nada avanzando en tus metas. ¿Qué hay que hacer? Tú tienes una meta clara, definida. Todos los días, lo primero que tienes que hacer es ponerte, lo primero del día, con tu meta. Avanzas un poquito y después ya te caes en el infinito. Como bien dice la palabra, el infinito es infinito. ¿Qué hago yo para dedicarme a mi meta? Atención, que esto es un truco que funciona muy bien. Un día, tenía una agenda apretadísima. Tenía reunión con un director de un periódico muy importante, con un CEO de una compañía y con otro presidente. Las típicas reuniones que tienes que ir porque te ha costado mucho y son reuniones superimportantes. Me levanto hecho polvo con una fiebre que te mueres. Había pillado el típico virus. Entonces, llamo a mi avatar, que está aquí, y le digo: «Sosa, cancela todo, estoy que me muero». Cancelé todo. ¿Sabéis lo que pasó? Nada. No pasa nada. De hecho, si me hubiera muerto, tampoco habría pasado nada. Primero: no eres la persona más importante del mundo, y la gente sigue por ahí, la gente no iba por la calle diciendo: «Oye, ¿te has dado cuenta de que More está enfermo? Vamos a parar un poco la actividad». No, la gente seguía a lo suyo. Entonces, al día siguiente, pues yo me reincorporé a mis actividades. Pero había descubierto una cosa maravillosa, y es que había apagado el móvil y no había pasado nada. Y dices: «¿Cuánto hay que apagarlo?». Pues apágalo media hora. Tampoco te puedes dar esa licencia, ¿no? O te levantas media hora antes, pero te dedicas a tu meta. ¿Qué es lo que realmente quieres hacer, qué quieres avanzar? Yo ahora estoy aprendiendo a tocar el piano. Otra estupidez que me ha dado a los 47 años. El piano es una cosa como imposible. ¿Yo qué hago? Todos los días, un poquito, un poquito, un poquito, un poquito, un poquito. Pues parece que no, pero ya estoy ahí, dale que te pego. El otro día estuve con «Hola, don Pepito. Hola, don José». Ya es un nivel. No, pero ya estoy tocando… Y yo me emociono porque digo: «¿Y cómo lo haces?». Un poquito por las mañanas todos los días. ¿Cuál es el truco? El truco es: dedícate a tu meta y después te metes en el infinito. Pero la mayoría de la gente lo que hace es que empieza su día con el infinito, y eso hace que tú llegues al final del día con el infinito. Con lo cual, ya olvídate, no vas a avanzar.

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Me preguntabas cuáles son las barreras. Pues hay bastantes barreras, pero tengo identificadas unas cuantas. Por ejemplo, la primera barrera para que la gente no consiga las metas, lo primero es que intentamos hacer demasiadas metas a la vez. Y esto es terrible. En vez de tener diez frentes abiertos, yo lo que hago es que elijo una. ¿Con qué me pongo, con el piano? Pues me pongo con el piano. Hasta convertirlo en un hábito, que ya sea algo de costumbre. Lo primero que tienes que hacer es enfocar. Hay otra cosa que tienes que hacer, y es no intentar hacerlo todo a la vez. Hay un sketch de Mota que me encanta, él sale disfrazado de la vicepresidenta del Gobierno, y de repente dice que con Gibraltar ya no podemos, y que vamos a centrar nuestros esfuerzos en invadir Portugal. Pero para que no se den cuenta, en vez de invadirlo con ansia viva, lo que vamos a hacer es invadirlo de a pocos. Entonces, sale un agente del servicio secreto. Y sale el tipo de pie, al lado de un mojón, y lo que hace es que… Está el mojón que separa la frontera, y hace así con el pie. Y lo mueve diez centímetros. Entonces, José dice: «Diez centímetros al día no parece mucho, pero cuando te das cuenta, has invadido Portugal». Y entonces… Va poniendo la frontera. ¿La frontera cómo es? Año 2020, 2021… Y cuando llegas al 2050, pues diez centímetros al día, cuando se den cuenta, hemos invadido Portugal. Y hay otra cosa que hay que hacer. Igual que tú divides las metas en trozos, hay que dividirlas también temporalmente. En vez de tener una meta de aquí a dos años, que es una cosa… Como que pierdes la noción, pierdes la perspectiva. Yo lo que hago es que siempre las voy troceando, pero temporalmente. Por ejemplo, para correr un maratón. Un maratón es una meta bastante grande o amplia. ¿Qué hago? Pues en vez de plantearme que voy a correr 42 kilómetros, me planteo que voy a correr diez. ¿Cuándo me lo planteo? Pues de aquí a tres meses o de aquí a seis meses. Y una vez que has corrido diez, tu siguiente meta es correr 20, y tu siguiente meta es correr un maratón. Pero si tú te enfrentas a la meta así, de golpe, al final no haces nada, te quedas absolutamente paralizado. Y luego hay otra… Volviendo al Atlético de Madrid, yo siempre utilizo mucho la teoría del partido al partido. Entonces, es lo que te decía, en vez de tener tantos frentes abiertos, tú vas como Simeone: partido a partido. Primero vamos a jugar este partido, luego este, luego este y luego este. Imagínate el siguiente ejemplo: tienes 12 metas que hacer. Cada una de esas metas te lleva un mes y tienes que hacer las 12 metas en un año. Ir planteando las metas poco a poco, porque si tú te planteas una meta cada mes, no vas a tardar un mes, encima vas a tardar menos de un mes. Con lo cual, al final del año, probablemente no hagas 12, hagas más. Pero si tú tienes 12 metas todos los días encima de ti, por mucho que tú quieras avanzar poco a poco en las 12 metas, lo único que vas a conseguir es estresarte. Yo creo que eso es fundamental. Y esas, para mí, son las trampas fundamentales a la hora de conseguir tus sueños o conseguir tus metas. Primero: separar metas del infinito. Y segundo: aprender a manejar bien las metas.

21:28
Jesús. Hola, More, me llamo Jesús. Te he visto en alguna entrevista hablar de la importancia que tiene en los tiempos que vivimos el tener una actitud positiva para que las cosas puedan cambiar. ¿Nos puedes hablar de eso?

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Mago More . Yo creo que lo importante no son los hechos, sino cómo te tomas lo que te pasa. El problema es que siempre intentamos cambiar los hechos. Yo tengo una frase, que la pongo a veces en conferencias. Atención, que esta es la gran frase que he intentado yo en mi vida. Las frase es: «Cuando hay lo que hay, hay lo que hay». La gente se mira como diciendo: «¿Y para eso hemos venido aquí?». Luego lo tengo explicar, claro. ¿Qué quiero decir con esta frase? Pues que, efectivamente, tú no puedes cambiar los hechos, solamente puedes cambiar la manera de interpretar esos hechos. Por ejemplo, nosotros, Rosalía y yo, hablamos mucho de Marco, nuestro hijo. Nuestro hijo tiene parálisis cerebral. Y tú dices: «¿Puedes cambiar que tu hijo tenga parálisis cerebral?». Pues no, es lo que hay. Hay lo que hay y hay lo que hay. Y punto. Y no puede hablar, no puede andar. Nosotros lo hemos hablado muchas veces, pero probablemente nuestro hijo muera antes que nosotros. Lo cual es terrible dicho así, pero es que es lo que hay, tampoco vamos a poder cambiarlo. Entonces, en vez de obsesionarnos y pensar en el futuro o en el pasado: «¿Qué hubiera pasado si…?», pues simplemente nos dedicamos a disfrutar de lo que hay. Y punto. Y creo que eso es una actitud muy importante. Me gusta contar la historia de un señor que está rezando en el Muro de las Lamentaciones, un judío. Llega una periodista y le dice: «¿Qué hace usted aquí, buen hombre?». «Yo rezo por la paz en el mundo, que los políticos dejen de engañarnos». «¿Cuánto tiempo lleva usted así?». Dice: «30 años». «¿Todos los días?». «Todos los días». «Y después de 30 años, ¿usted cómo se siente?». «Como el que le está hablando a una pared». Entonces, intentar… De verdad, intentar cambiar los hechos es como intentar hablarle a una pared. ¿Y por qué nos pasa esto? Pues, básicamente, yo creo que no nos conocemos. Es un problema de autoconocimiento. Hay una frase que me gusta mucho, en el templo de Apolo, en Delfos, que dice: «Conócete a ti mismo y conocerás el universo». Y creo que esa es la clave. Yo, de hecho, cuando estaba escribiendo el libro, de repente era, todos los días, como emocionado, como diciendo: «Ya sé lo que me pasa». Como que me iba conociendo a mí mismo. Una de las cosas que yo incluí, que leí y me cambió mucho la perspectiva, es una cosa que se llama efecto Dunning-Kruger, que es de un psicólogo. El efecto también llamado «mejor que la media». Hicieron varios estudios, preguntaron a la gente, y el 80% de la gente piensa que conduce mejor que el resto. Lo cual es una estupidez estadística. Un 80% no puede conducir mejor que la media. Esto nos pasa habitualmente. Nos creemos que somos mejores que los demás y esto nos lleva a sesgos equivocados. De hecho, analizaros vosotros mismos. A mí me ha pasado y a mucha gente le ha pasado. Tú vas conduciendo, y de repente, hay alguien que hace algo delante de ti, como una maniobra extraña. Le miras y va mirando el móvil. ¿Y qué pensamos? «Será idiota, va mirando el móvil». Pero a lo mejor tú, 15 minutos más tarde, le das al WhatsApp y sigues conduciendo. ¿Qué te hace pensar que eres mejor conductor que el que acaba de hacer una imprudencia? Pues ninguna. Pero nosotros tenemos una frase que nos justifica, que es: «Ya, pero no es lo mismo». Nos pensamos que somos mejor que el resto. De hecho, yo a este efecto lo llamo: «he aprobado, me han suspendido». Es decir, no sé si os acordáis, cuando íbamos al colegio, siempre decíamos lo mismo: «He aprobado». Y cuando la nota era negativa, decías: «Me han suspendido».

“Nunca te arrepentirás de perseguir tus sueños” Mago More
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Entonces, yo lo que hago es que ese sesgo positivo, digamos, pues yo hago un sesgo negativo, pero lo hago forzado. Yo siempre pienso que todo lo que me pasa es culpa mía. Y eso es muy positivo, porque si tú piensas que todo lo que te pasa es culpa tuya, tú puedes tomar cartas en el asunto. Si piensas que es culpa de las circunstancias, no puedes hacer nada. Yo siempre cuento que la primera vez que me presenté al Club de la comedia no me cogieron. Imagínate, yo llevaba como 2.000 actuaciones de mago, era el tipo más gracioso del mundo. Bueno, entre yo, Groucho Marx, Charles Chaplin… Pero yo era de los más graciosos. Y no me cogieron. ¿Cuál fue mi primera reacción? Dejar de ver el programa. «Se van a fastidiar, ya no hago audiencia». Yo ahí, solo, con la tele apagada, diciendo: «Ya verás. Uno menos lo van a notar seguro». ¿Por qué? Porque yo, en el fondo, me flagelada diciendo: «Estos tíos no me han entendido, yo soy buenísimo. ¿Cómo es que no me han cogido? Encima yo he ayudado a gente que ha ido al Club de la comedia. No puede ser, es una injusticia». Hasta que cambié el chip y pensé: «¿Y si a lo mejor lo que les he mandado no era tan gracioso? ¿Y si la culpa es mía? ¿Y si a lo mejor me tengo que poner las pilas?». Cuando tú tienes esa actitud y piensas que todo lo que te pasa es culpa tuya, es cuando realmente empiezas a tomar cartas en el asunto. Creo que esa es la actitud que hay que tener, básicamente.

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Lola. Hola, More, soy Lola, y te he escuchado hablar alguna vez sobre el elefante y el jinete. Eso refiriéndote a cómo funciona el cerebro. Me gustaría que nos explicaras un poco esa teoría.

26:12
Mago More . A nosotros nos gusta bastante leer sobre el cerebro, porque, de hecho, nuestro hijo tiene una malformación en el cerebro. Eso te lleva a indagar y a investigar. Pero luego, además, me encanta, porque cuando aprendes a observar cómo funciona el cerebro, luego lo puedes aplicar a tu día a día. Entonces, yo siempre había leído que el cerebro… Sobre todo, Daniel Kahneman, que fue Premio Nobel, en Pensar rápido, pensar despacio, siempre te dice que el cerebro está dividido, básicamente… En realidad son tres: un cerebro reptiliano. A partir de él se contruye un cerebro límbico, un cerebro relacionado con las emociones. Y luego hay un córtex prefrontal o un cerebro racional, que es el que tenemos los seres humanos. Entonces, ¿qué ocurre? Yo me puse a investigar ese cerebro, me gustaba mucho la división que él hacía. Decía que el cerebro emocional es mucho más rápido que el racional. De hecho, todo lo que nos pasa es porque elegimos emocionalmente pero luego justificamos racionalmente. Cuando aprendes que esto funciona así, empiezas a observarte y dices: «Ostras, es verdad, siempre hago elecciones emocionales y luego justifico racionalmente». Cuando tú le preguntas a alguien: «¿Vas a ir al gimnasio?», todo el mundo tiene una justificación racional fantástica. «No, hoy no he ido porque tal o cual». Y tú dices: «No. Tú has elegido emocionalmente no ir al gimnasio ya esta mañana y ahora lo estás justificando racionalmente». Pero esto nos pasa con cualquier cosa que hacemos. Cuando ya superé esta definición del cerebro, ya estaba más acostumbrado, leí un libro de Jonathan Haidt, La hipótesis de la felicidad, que es un libro maravilloso, y ahí me encontré con la mejor metáfora del mundo para explicar el cerebro, y es la siguiente: Nosotros somos un jinete a lomos de un elefante. El elefante es absolutamente emocional y el jinete es el racional. Os imagináis un jinete tratando de domar a un elefante. Necesitamos a los dos. ¿Por qué? Porque el elefante es muy rápido, es emocional, lo quiere todo y lo quiere ya, pero el jinete, que es enclenque, que trata de dominar a la bestia, nos sirve porque es el que ve las metas a medio y largo plazo. Es decir, necesitamos a los dos. ¿Pero qué ocurre? Que cuando hay un conflicto entre el jinete y el elefante, ¿sabéis quién gana? Gana siempre, siempre, siempre el elefante. Siempre. Porque es mucho más rápido, porque es emocional, porque lo quiere todo y lo quiere ya. Yo siempre pongo el ejemplo de un restaurante. Tú llegas a un restaurante, y de repente te dice el camarero: «¿Quiere usted postre?». Y tu jinete, tu parte racional, dice: «No, no quiero postre, estoy a dieta. El verano está a la vuelta de la esquina, necesito adelgazar». Y tú dices tranquilamente: «No, no quiero postre». Pero el camarero, sin que tú lo hayas pedido, trae un postre al centro con una cuchara para cada uno. Cuando tu elefante ve ese postre encima de la mesa, hace así. Y por mucho que el jinete intente dominar al elefante, no puede dominarlo. ¿Por qué? Porque ha saltado tu resorte emocional. ¿Vale? Entonces, ¿cuál es la clave de todo esto? Hay que entrenar al jinete para que pueda dominar el elefante. Los niños, por ejemplo, tienen un elefante muy desbocado. ¿Por qué? Porque tienen la inmediatez ahí. A medida que tú te vas haciendo más mayor, pues digamos que tratas de enfrentarte más al elefante, dominar más el elefante, y tratar de que tu jinete sea mucho más poderoso. ¿Por qué postergamos? Pues precisamente por eso, por la diferencia entre el jinete y el elefante. Si yo os hiciera una encuesta y os preguntara si postergáis o procrastináis, o dejáis cosas para mañana, ya sé lo que me vais a decir. De hecho, os diré que hay una encuesta a nivel mundial que se hizo. El 96% dijo que procrastinaba. Al 4% se le olvidó rellenar la encuesta. ¿Vale? O sea, somos bastante postergadores. Y tiene una razón física. La razón por la que postergamos es que tenemos muy mal domesticado al elefante y tenemos muy poco entrenado al jinete. ¿Qué hay que hacer? Hay que entrenar al jinete, ahí está la clave del éxito.

29:51
Jaime . Hola, More, me llamo Jaime. La verdad es que da gusto escucharte. ¿Cuál dirías tú que es la diferencia entre motivación y fuerza de voluntad? Y desde tu experiencia, ¿es algo que se puede entrenar?

30:02
Mago More . Esta es una pregunta excelente, porque yo me paso el día intentando explicar la diferencia entre una y otra. La mayoría de los libros hablan de motivación. ¿Vale? Todo mundo tiene que estar motivado, parece la gran receta de este siglo. Si estás motivado, lo vas a conseguir todo. Yo estaba escribiendo el libro, y de repente leí un libro de José Antonio Marina, que es amigo. Siempre se lo recuerdo, siempre que le veo, le digo: «Tu libro me cambió la vida». Solamente por una frase. Él decía que se ha dejado de hablar de fuerza de voluntad y ahora todo parece que está en la motivación. ¿Cuál es el problema? Parece que si no haces algo es porque no estás motivado. Y dices tú: «Pues todo lo contrario, si yo estoy supermotivado. No me sale por otra razón». ¿Y cuál es la razón? Pues que no tienes fuerza de voluntad. Yo explico que la diferencia entre motivación y fuerza de voluntad es como si fuera una vela con una cerilla. La cerilla es la motivación. ¿Tú qué haces? Como quieres hacer algo, pues enciendes la vela. Con la cerilla, obviamente. Y de repente, la vela se apaga. ¿Por qué? Porque hay poca cera. ¿Qué necesitas? Que la vela tenga mucha cera. No es una cuestión de encender la vela, es una cuestión de que la vela se mantenga encendida. Es decir, que la llama perdure. ¿Tú que prefieres tener, diez cerillas y una vela muy chiquitita o una sola cerilla y una vela larga? Yo prefiero tener una sola cerilla y una vela larga. Yo prefiero tener menos motivación pero mucha más fuerza de voluntad. ¿Por qué no conseguimos nuestras metas? Porque no tenemos fuerza de voluntad, no es una cuestión de motivación. La motivación es como cuando empiezas en una relación o en un matrimonio. Al principio todo es fantástico, pero llega un momento que dices: «¿Qué ha pasado?». Parece como que se te termina la llama. Lo que tienes que hacer es entrenar, entrenar, entrenar, conseguir músculo. ¿Y esa fuerza de voluntad cómo se consigue? Pues a través de los hábitos. Cuantos más hábitos vas haciendo, más vas entrenando a fuerza de voluntad. Y es una cuestión de hábito, hábito, hábito y hábito. Yo, por ejemplo, cuando la gente me dice que quiere hacer algo, yo lo primero que le digo es: «Anda 10.000 pasos todos los días». Para mí, este es el punto de inflexión. Si eres capaz de demostrarme un mes que andas 10.000 pasos, yo sé que has tenido la fuerza de voluntad suficiente como para hacer lo que te propongas. Entonces, si no partes de un mínimo de fuerza de voluntad, yo no voy a trabajar contigo porque vamos a perder el tiempo los dos. Pero si tú me demuestras que durante un mes andas 10.000 pasos, yo sé que has entrenado un poquito tu fuerza de voluntad. Y a partir de ahí, podemos empezar a cambiar tu vida lo que nos dé la gana. ¿Qué ocurre con la gente? La gente intenta hacer sus metas, pero no se preocupa de tener fuerza de voluntad, solamente tiene motivación. Todo el mundo te dice: «Tú puedes conseguirlo». Es mentira, tú no puedes conseguirlo, necesitas un entrenamiento. ¿Y cómo se hace eso? A través de los hábitos. Si tú eres capaz de cambiar hábitos y hacer cosas tan sencillas… El otro día leí un libro que me encantó la hipótesis. Es un militar americano que dice que si no eres capaz de hacerte la cama todos los días, no vas a hacer nada en tu vida. Y dije yo: «Ostras, pues tiene razón. Tiene bastante razón». Yo he elegido lo de los 10.000 pasos porque me hacen la cama, pero entendedme. Yo ya tengo mi cama. Pero, en el fondo, me pareció fantástico, porque entiendes que eso lo que hace es que trabaja tu fuerza de voluntad. Si no eres capaz de hacer tu cama todos los días, difícilmente vas a poder hacer un objetivo mucho más grande.

33:14
Miguel. Hola, More, soy Miguel. Veo que dices que el truco de la fuerza de voluntad está en crear hábitos. ¿Cómo se forman los hábitos? ¿Nos puedes dar algún ejemplo?

33:27
Mago More . Yo había intentado hacer hábitos toda mi vida y siempre había fallado. Siempre. De hecho, empiezo un hábito, y ya cuando lo tengo, fallo, y fallo, y fallo. Había leído… Todos vosotros supongo que conocéis esto de que hay que hacer un hábito durante 21 días, de hecho, hay programas de televisión que se llaman 21 días, para cambiar un hábito. Esto lo inventó William James, que era un psicólogo del siglo pasado. Y yo, como había fallado, dije: «Pues debo ser muy burro», y entonces empecé a hacer hábitos de 30 días. Mi método es hacerlo en 30 días. ¿Cómo se construye un hábito? El hábito tiene dos fases: una fase de construcción y una fase de mantenimiento. En la fase de construcción hay mucho sacrificio pero poco beneficio, y en la fase de mantenimiento hay poco sacrificio pero mucho beneficio. Es decir, tenemos que pasar ese Rubicón de hacerlo durante 30 días, y a partir de ahí se vuelve automático. ¿Por qué funcionan los hábitos? Precisamente porque no merman fuerza de voluntad. Hay que tener en cuenta que la fuerza de voluntad hay que utilizarla en aquello que realmente queremos hacer. Una de las cosas que más merma la fuerza voluntad son las decisiones. Se dice que Obama tenía un ropero con todo camisas negras y pantalones negros, porque él no quería gastar su fuerza de voluntad en algo tan trivial como: «¿Qué me pongo?». ¿Vale? Entonces, en el momento en que tú coges los hábitos y los haces automáticos, dejas de gastar al jinete y pones al elefante en modo automático. Cuando empezamos a conducir, ¿qué pasa? Que estamos muy nerviosos. ¿Por qué? Porque tienes que estar pendiente del retrovisor, de si viene alguien, de gente a los lados, de ponerme el cinturón, de meter las marchas… Y parece que es un mundo. ¿Cuál es la clave de los hábitos? Automatizarlo. Después de eso… Yo lo que hago es que construyo una pared. Yo tengo una aplicación. Cada día que hago una cosa de un hábito, pongo un ladrillo. ¿Vale? Al día siguiente, lo marco. ¿Lo he hecho? Otro ladrillo. Si en la fase de construcción fallo un solo día, la pared se viene abajo. Y tú dices: «¿Y si es en el día 29?». Se viene abajo y empiezo desde cero. No sabéis lo que fastidia. Tú estás ahí construyendo, y de repente llega el día 29, se te ha olvidado hacerlo y se va la pared abajo. Tienes que empezar otra vez desde cero. Ahora, la buena noticia es que cuando tú tienes 30 días y has puesto la pared, solamente tienes que mantenerla. ¿Esto qué significa? Que si un día fallas, aparece una pequeña grieta. Si fallas dos días, ya se viene abajo. Pero tienes como una especie de comodín. ¿Cuánto dura la fase de mantenimiento? Toda tu vida. ¿Cuánto dura la fase de construcción? Solamente 30 días. Si eres capaz de hacerlo durante 30 días, luego ya simplemente es mantenerlo. Y es muy fácil mantenerlo porque está en modo automático, no gastas fuerza de voluntad. Ahora, la pregunta es: ¿Cuántos hábitos se pueden cambiar a la vez? Yo soy muy tajante en esto: uno y solo uno. Si te pones una lista de cosas que quieres cambiar y quieres cambiar varios a la vez, a mí por lo menos no me sale, y no conozco a nadie que sea capaz de cambiar varios hábitos a la vez. ¿Yo qué hago? Me pongo solo con uno. Cuando ya está en fase de mantenimiento, voy a por el siguiente, a construirlo. Cuando está en fase de mantenimiento, construir el siguiente. Si eres capaz de cambiar 12 hábitos en un año, has cambiado tu vida, porque tienes 12 superpoderes. Y luego, hay una cosa que es fundamental que no tenemos que olvidarnos, que es celebrar cuando hacemos algo. Porque siempre estamos tan obsesionados con lo que nos queda por hacer que se nos olvida celebrar lo que hemos conseguido. Yo a eso lo llamo «hacer un Nadal». Sabéis quién es Nadal, ¿no? Bueno, pues Nadal, cuando cuando gana un punto, ¿qué hace el tío? Se anima a sí mismo. Entonces, hace… ¡Toma! Bueno, eso sería hacer medio Nadal, porque hacer un Nadal entero sería hacer así y luego sacarse un poco el calzoncillo. Lo que vamos a hacer es medio Nadal. Bien, poneos todos de pie, vamos a celebrarlo. Acordaos de algo que hayáis hecho y digas tú: «Ostras, pues lo he hecho, voy a celebrarlo». Vamos allá. ¿Preparados? Con fuerza. Una, dos y tres. ¡Toma! Fíjate…

37:26
Almudena . Hola, More, mi nombre es Almudena. Y si algo se puede decir de ti es que eres divertido. ¿Qué importancia crees que tiene el sentido del humor?

37:34
Mago More . Pues imagínate, en mi caso, todo. Sin sentido del humor, no tendría trabajo. No, para mí el sentido del humor es algo fundamental. De hecho, yo creo que el sentido del humor me viene por mis abuelos. Mis abuelos eran unos cachondos tremendos y siempre me cuentan historias. En el pueblo se reunían, gastaban bromas, estaban todo el día cachondeo, y yo creo que lo he heredado de ellos. Se puede tener sentido del humor en cualquier circunstancia. Nosotros, por ejemplo, mi mujer y yo, cuando nos diagnosticaron a Marcos, pues a los 15 días… Hombre, lloras al principio, pasas tu duelo, como todo el mundo, pero a los 15 días ya estábamos haciendo chistes. Y cuando tú haces chistes de una situación cotidiana y te ríes de ti mismo, es cuando realmente empiezas a ver las cosas de otra manera. Hay una frase que me encanta de Herman Albright, que era era un oficial estadounidense de la Primera Guerra Mundial, La frase es maravillosa porque dice: «Tener una actitud positiva quizá no resuelva todos sus problemas, pero va a cabrear a tanta gente que solo por eso merece la pena». No os habéis fijado que vas como de buen rollo y la gente te mira: «¿Qué le pasará?». Pues que estoy de buen rollo, ¿qué le vamos a hacer? Si usted quiere estar enfadado, pues esté usted enfadado. Y luego hay otra frase que me encanta, de Pedro Muñoz Seca, cuando estaba enfrente del pelotón de fusilamiento, que le iban a quitar la vida, él dijo: «Me podéis quitar la familia, me podéis quitar mi casa, me podéis quitar mi vida, pero hay una cosa que nunca me podréis quitar, que es el miedo que tengo ahora mismo». Yo creo que en cualquier circunstancia y en cualquier momento, incluso cuando te están fusilando, puedes tener sentido del humor. Para mí, el sentido el humor es absolutamente fundamental. Después de diagnosticarnos a Marcos, a la semana, yo estaba trabajando, haciendo reír en Laponia para una empresa. ¿Y yo qué hice? Pues me puse mi careta de cambiar mi actitud y cambiar el sentido del humor. Yo no podía permitir que aquello me hundiera la vida en absoluto. Hay una cosa que aprendí actuando en un centro cultural en Carabanchel. Se me acercó una señora, y ha sido la cosa más emocionante que me han dicho en mi vida. Me dio un abrazo y me dijo: «Mi marido murió de cáncer hace diez años y desde entonces no me había vuelto a reír. Muchas gracias». Ahí entendí que no hay valor terapéutico más grande que el sentido del humor. Lomás bonito que nos han regalado es poder hacer reír a la gente. Cuando la gente sale de una actuación o una conferencia y te da las gracias porque se ha reído, a mí me parece que te estás dedicando al oficio más bonito del mundo. Yo creo que se puede tener sentido del humor en cualquier momento. No hace falta ser humorista, sino que lo único que tienes que hacer es cambiar la manera de ver las cosas. Incluso se puede entrenar el sentido del humor. Yo siempre digo que en vez de leer el periódico… Si lees el periódico o pones el telediario, siempre vas a ver algo negativo. ¿Vale? Pues cámbialo, empieza tu día con El Mundo Today, por ejemplo, porque vas a leer algo divertido y ya te vas a poner de buen rollo. Y luego hay una cosa que también aprendí bastante. ¿Os acordáis que antes os hablaba de William James, el de los 21 días de los hábitos? Pues tiene una frase maravillosa que es: «No canto porque soy feliz, soy feliz porque canto». Es decir, nuestro comportamiento puede cambiar nuestro pensamiento. Y esto os juro que funciona así. Hay dos ejemplos. Uno es de un señor que se llama Madan Kataria, que inventó el yoga de la risa. ¿Este señor qué hacía? Iba por la India, iba a los parques, juntaba un grupo de gente y les hacía que se rieran. Al principio, él tenía una serie de chistes preparados. Él contaba chistes y la gente se reía. Vale, se le acabaron los chistes. ¿Y qué descubrió? Una cosa fantástica, que cuando te ríes, aunque sea sin ganas, generas igual de endorfinas. Ahora diréis: «No puede ser». Vamos a probarlo, mirad. Cuando yo diga «tres», decid todos: «Ja, ja, ja». Da igual, aunque lo hagáis sin ganas, pero… Preparados. Una, dos y tres. Y si coges el arranque como la moto y empiezas: «Jajajaja». Hacedlo, arrancad un poquito. Alguno dirá: «Pues esto es una estupidez». Pues estáis generando endorfinas aunque no queráis. O sea, funciona así. Aunque lo fuerces, generas endorfinas. De hecho, este señor tiene clases y clases, y clases por todo el mundo, tiene más de 5.000 clubs de la risa, y lo que hace es que obliga a la gente a reírse aunque sea sin ganas porque eso te genera endorfinas.

41:46
Mago More . Hay otro caso muy famoso de Norman Cousins, que es un señor que tenía espondilitis anquilosante, que es una cosa terrible. Le dijo al médico: «¿Qué puedo hacer?», y le dijo el médico: «Ríase usted. Porque eso, por lo menos, va a ser analgésico». Y se lo tomó tan al pie de la letra que se puso todo películas de cachondeo, de los Hermanos Marx. Al año, llega al médico y le dice: «Está usted fenomenal, ¿qué ha hecho?». Y dice: «Pues lo que usted me dijo. Me dijo que me riera, pues me he reído». Y escribió un libro muy famoso, Anatomía de una enfermedad, donde viene a explicar que si te ríes, ayudas muchísimo a tu enfermedad. Y se hizo muy famoso y lo tradujeron a un montón de idiomas. Y luego, os voy a dar un consejo, que esto funciona siempre, sí o sí. Esto se llama el experimento Fritz Strack, que es un psicólogo austríaco. Este señor hizo algo tan sencillo como hacer un experimento con un lápiz. Tenéis todos un lápiz, ¿verdad? Sacad el lápiz que os voy a explicar. Este lápiz va a cambiar vuestra vida, amigos. Cogió a una clase y la dividió en dos. Entonces, la parte de la izquierda lo que tenéis que hacer es lo siguiente: es sujetar el lápiz con el labio superior. Así. ¿Vale? ¿Qué ocurre cuando tú sujetas el lápiz con el labio superior? Pues que estás como de mala leche porque tienes que fruncir el ceño. ¿Los veis? Están como cabreados, como… Ahora, a la otra parte de la clase, lo que les hizo es sujetar el lápiz, pero mordiéndolo. Como de buen rollo, así como sonriendo. Venga, va, así. ¿Cómo los veis? Mucho mejor, ¿verdad? Entonces, cogió a los primeros, a los que estaban sujetando el lápiz con el labio y les enseñó unas viñetas de humor. ¿Qué dijo esta parte de aquí? Dijo que las viñetas no eran graciosas en absoluto. Enseñó las mismas viñetas a los que estaban mordiendo el lápiz. Qué curioso que los estaban mordiendo el lápiz dijeron que las viñetas eran superdivertidas. ¿Cómo es posible? Si las viñetas eran exactamente las mismas. Pues muy sencillo: porque vuestra actitud es de estar cabreados, de fruncir el ceño, y esa actitud física hace que tú tengas una actitud mental. Y sin embargo vosotros, que estáis mordiendo el lápiz, lo que estáis haciendo es tener una actitud positiva. Y aunque no lo sepáis, eso os induce un estado de ánimo. ¿Cuál es la conclusión de todo esto? Llevar siempre un lápiz. Sobre todo en el coche. ¿Sabéis lo típico que vas conduciendo y de repente se te cruza alguien y quieres salir y matarle? Bueno, pues tranquilos, lo que tenéis que hacer es morder el lápiz. Tú muerdes el lápiz y le dices: «Hombre, ¿no te has dado cuenta de que te has cruzado y hemos estado a punto de tener un accidente?». Porque es imposible cabrearte. Ya sé que estáis pensando que es una estupidez, ¿vale? Incluso los que nos están viendo estarán diciendo: «¿Pero esto del lápiz funciona?». Creedme que funciona. Vais a ver a vuestro jefe y le decís: «Dime lo que quieras, estoy preparado». ¿Por qué? Porque si estás sonriendo es imposible que estés de mala leche. Es decir, una actitud corporal lo que hace es que contrarresta o ayuda a una actitud mental. Y siempre funciona así. Por eso yo os decía: «No canto porque soy feliz, soy feliz porque canto». Tenemos que acostumbrarnos a hacer acciones para cambiar nuestro pensamiento. El comportamiento cambia el pensamiento. Y un lápiz también.

“Nunca te arrepentirás de perseguir tus sueños” Mago More
44:56
Rafael . Hola, More, soy Rafael. Con tantas actividades y proyectos en los que participas, seguro tendrás algunos trucos para utilizar el tiempo. ¿Qué cosas nos recomendarías para aprovechar nuestro tiempo al máximo?

45:11
Mago More . Esto es lo que yo llamo trabajar con el infinito. ¿Os acordáis antes que hablábamos, primero las metas y luego el infinito? Vale, pues hay un método para ordenar ese infinito. Es muy importante que seamos conscientes de cómo hacemos las cosas. Mira, tengo aquí a una compañera de la facultad de Informática. En una de las asignaturas que teníamos, siempre nos decían: «Tienes que hacer un programa que funcione para hacer esto». Imagínate, un programa para hacer derivadas. Tú lo hacías a lápiz, lo probabas en el ordenador y funcionaba. Y llegaba el profesor y te decía: «Un cinco». Y tú decías: «¿Cómo un cinco? Tú me has dicho que haga esto, yo lo he hecho, ¿por qué me pones un cinco y no me pones un diez?». Y la respuesta siempre era la misma: «Se puede hacer mejor». Y aquello me sentaba a cuerno quemado. ¿Cómo que se puede hacer mejor? Tú me has dicho que haga este programa esta cosa y este programa hace esta cosa. Pero se me quedó metido en el ADN que se podía hacer mejor. Y siempre se pueden hacer las cosas mejor, siempre se puede optimizar. Y yo creo que eso lo mamé en la facultad y lo llevo siempre a rajatabla. Entonces, hay una frase maravillosa de Abraham Lincoln que dice: «Si tuviera seis horas para cortar un árbol, estaría cuatro horas afilando el hacha». Fijaos porque la frase es maravillosa. ¿Qué hacemos habitualmente? Estamos todo el rato cortando árboles y nos quejamos de que no tenemos tiempo. Merece la pena parar y afilar el hacha. Y a mí es un concepto que me encanta, el de afilar el hacha. Afilar el hacha es hacer las cosas, optimizarlas y hacerlas de manera mucho más óptima. Es como cuando en la Fórmula 1, un coche, de repente, va perdiendo, cada vuelta, medio segundo. Y le dicen: «Tienes que cambiar las ruedas de seco a mojado». Y dices: «¿Pero cómo voy a meterme ahora al pit lane si tengo que estar… y tardo 30 segundos en entrar, que me cambien la rueda y salir?». Ya, amigo, pero es que una vez que sales del pit lane, cada vuelta vas a ir ganando medio segundo, medio segundo y medio segundo. Y, lamentablemente, no puedes cambiar la rueda en marcha, tienes que entrar y parar. Y con el hacha te pasa lo mismo, tienes que parar de cortar árboles y tienes que afilar. Hay veces que tenemos que plantearnos muy seriamente cómo hacemos las cosas porque las estamos haciendo mal. ¿Yo qué hago? Yo analizo muy bien cada una de las cosas que hago. Yo tengo un montón de trucos. Por ejemplo, uno de los trucos que utilizamos habitualmente es hacer las tareas por lotes. ¿Qué significa «por lotes»? Que cuando tú tienes una interrupción o cambias de una tarea a otra, tardas aproximadamente 15 segundos en centrarte. Es decir, si tú estás leyendo un email y en ese momento tienes que cambiar a hacer una llamada de teléfono, tardas 15 minutos en centrarte. De la misma manera que si estás haciendo una llamada de teléfono y tienes que pasar a una reunión, tardas 15 minutos en centrarte. Imagínate la cantidad de tiempo que perdemos a lo largo del día. Se estima que en una jornada laboral de unas ocho horas, la gente rinde de media entre dos y dos horas y media. Y diréis: «¡No puede ser!». Pues sí puede ser, porque estamos todo el día siendo interrumpidos. Todo el día. ¿Qué hay que hacer? Primera cosa: evitar las interrupciones. ¿Y esto qué significa? Pues, por ejemplo, cuando te llaman por teléfono, es muy interesante apagar el móvil y poner el contestador. Y dices tú: «¿Por qué?». Porque cuando enciendes el móvil y ves quién te ha llamado, eres tú el que interrumpes a los demás y no los demás los que te interrumpen a ti. Es tan sencillo como apagar el móvil. No va a pasar nada. Si yo estoy revisando mi correo electrónico, apago el móvil, estoy tranquilamente con mi correo electrónico. Cuando yo enciendo el móvil, a lo mejor tengo cinco, seis, siete, ocho llamadas. Las hago todas seguidas. Eso es hacer las llamadas por lotes. Además, aprovecho para hacer las llamadas porque voy caminando a la vez. Con lo cual hago dos cosas a la vez: hago mis pasos y mis llamadas. Otro truco: por ejemplo, yo siempre llevo cascos. Cuando llevas cascos, tienes manos libres y eso te permite, una vez más, andar o hacer cualquier otra cosa. Pero siempre importante, hacer las tareas por lotes. Por ejemplo, he descubierto atajos en el móvil. ¿Cómo hago los atajos? Pues yo tengo, por ejemplo, un programa en el que tengo llamadas, reuniones, cosas que leer… Y todo está por lotes. Digamos que yo me pongo, como yo digo, en modo llamada, modo reunión, modo email… ¿Vale? Entonces, he definido los atajos. De manera que yo voy conduciendo y digo al teléfono: «Hacer llamada». Salta el atajo y digo: «Fulanito». Y automáticamente va a mi lista de llamadas. ¿Cuánto tardo yo en programar eso? Pues a lo mejor tardo media hora, pero lo tengo automatizado. ¿Cuánto puedo yo ganar en ese proceso? Pues a lo mejor gano 15 o 20 segundos, pero es cada vez que lo hago. Si sumáis esos 15 o 20 segundos con todas las veces que lo haces a lo largo del día, al final ganas horas en tu día a día, y eso es ser más productivo.

49:39

Si utilizáis cualquier programa de ofimática, que sepáis que utilizáis un 5% del programa de ofimática. Y eso es una pérdida de tiempo tremenda. Muy poca gente sabe utilizar más de un 5% del Word o del Excel, que es un programa que utilizamos todos los días. ¿Qué hay que hacer? Algo tan sencillo como leer las instrucciones. No leemos las instrucciones de los programas que utilizamos, no nos paramos a ver si tenemos afilada el hacha. Y esto es constante. Por ejemplo, una pérdida de tiempo absoluta que tenemos todos es las contraseñas. ¿Cuántas veces os piden las contraseñas y se os ha olvidado, y tenéis que decir: «Se me ha olvidado la contraseña, mándame un email»? Eso es todos los días, porque tenemos cientos de servicios. Por ejemplo, yo utilizo un gestor de contraseñas, donde tengo todas las contraseñas almacenadas en la Nube con una clave segura, y cada vez que voy a meter una contraseña, simplemente doy una combinación de teclas y aparece el servicio. Y ni me acuerdo de la contraseña que es, pero lo tengo todo ahí. Cada vez que hago algo que sé que puede ser una pérdida de tiempo, que sé que puede ser un ahorro de tiempo, lo que hago es que me planteo la manera de hacer las cosas. Y lo llevo metido en el ADN. Y si la gente se parara a pensar en esto, ahorraría muchísimo, muchísimo tiempo. Yo siempre digo que hay dos maneras de ser: un tonto liado o un listo productivo. Y yo he sido un tonto liado toda mi vida. Pasa mucho en las empresas, que la gente se queda hasta las 22:00 porque, lamentablemente, lo que hacemos es que estamos premiando el presentismo y que la gente esté liada delante del ordenador, cuando es mucho más inteligente ser mucho más eficiente y hacer las cosas mucho más rápido. Tenemos que cambiar el enfoque. Pero lo primero es cambiar nosotros mismos. Esto pasa como cuando… Muchas veces me preguntan: «¿Por qué llegas a todo?». Pues te lo voy a explicar: porque delego. ¿Cuándo he aprendido a delegar? Hace muy poquito tiempo, porque yo era un jefe horrible. ¿En qué consiste la delegación? En dejar que los demás hagan lo que tú ibas a hacer. Y tú dices… Y hay una cosa que me ayudó muchísimo que son las fases de la delegación. La delegación tiene cuatro fases. La primera es: yo hago, tú miras. La segunda es: yo hago, tú haces. La tercera es: yo miro, tú haces. Y la cuarta es: tú haces. ¿Sabéis cómo delegan los jefes? Pues mal, porque normalmente dicen: «Haz esto» y se piran. Y dices tú: «Ni has enseñado a hacer, ni te has quedado a mirar, ni has visto cómo lo hace el otro». Pues con la productividad y con el infinito pasa lo mismo: tienes que delegar en ti mismo. Tienes que perder el tiempo al principio para luego ganarlo al final. Porque si no, al final, eres un tapón de ti mismo. Es una especie de delegación en uno mismo. Yo, cuando me hicieron la página web, me la hicieron por sorpresa, porque como yo era un jefe horrible, de repente aparecieron: «Esta es la página web». Y al principio me pegué un cabreo, digo: «No me han dicho nada, nadie ha contado conmigo, nadie me ha preguntado». Y luego pensé: «Espérate. A lo mejor lo han hecho al 80%. Pero es que si estoy yo ahí, soy un tapón y esta página web no se hace hasta dentro de tres siglos. Por lo tanto, enhorabuena». Y para mí, eso es la delegación, es dejar que los demás hagan. Respecto a tu pregunta del infinito, lo que tienes que hacer cada vez que vas a hacer algo es enseñarte a ti mismo a hacerlo mejor. Es decir, parar, afilar el hacha. Sé que te va a costar, pero una vez que lo tienes hecho, luego ya es todos los días automático. Es como los hábitos, exactamente igual.

“Nunca te arrepentirás de perseguir tus sueños” Mago More
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Os voy a contar, para terminar, mi película favorita. Mi película favorita se llama Atrapado en el tiempo, que todos habéis visto, porque es la película del Día de la Marmota. ¿Vale? Os voy a recordar un poquito en qué consistía. Es un periodista que es bastante huraño, es un déspota, es un tipo bastante orgulloso que no le cae bien la humanidad, y tiene que ir a cubrir la noticia del Día de la Marmota a Punxsutawney, al pueblo este famoso. Entonces, sale la marmota, el tipo da la noticia, y cuando van a salir, se dan cuenta de que hay una ventisca, con lo cual no pueden salir físicamente. Y al día siguiente, cuando se despierta, se da cuenta de que está en el mismo día. Es decir, está atrapado físicamente y atrapado temporalmente. Y pasa todos los días: no puede salir porque hay una ventisca y al día siguiente siempre es el mismo día. «Bienvenidos, hoy es el Día de la Marmota». Por eso se llama así, porque todo el rato está repitiendo lo mismo. ¿Este señor qué hace? Se desespera por completo porque se da cuenta de que no puede salir de ahí. Entonces empieza a portarse mal, empieza a intentar ligar a diestro y siniestro, empieza a robar… Se desespera por completo. Y llega un punto de inflexión en la película que es muy bonito porque él se da cuenta de que le gusta mucho la periodista que va con él. ¿Entonces qué hace? Cambia totalmente su perspectiva. Empieza a aprender a tocar el piano porque tiene todo el tiempo del mundo. Cada día se despierta en el mismo día, por lo tanto, tiene todo el tiempo del mundo. Aprende a hacer esculturas… Su meta es intentar ligarse a esta chica. Con lo cual, cambia radicalmente, no las circunstancias, pero sí la manera de plantearse él los hechos. Es decir, él no puede cambiar salir de ahí, pero sí puede cambiar su actitud ante los hechos. Entonces, primero, se pone una meta, que es ligarse a esta chica. Se pone hábitos, que es cómo ligarse a esta chica. En el caso de aprender a tocar el piano, se pone un poquito todos los días, poquito a poquito, al merme. ¿Vale? Entonces, lo va consiguiendo. Y justo, qué curioso, que cuando consigue ligarse a la chica, al día siguiente ya había cambiado, era otro día distinto. Y me encanta la metáfora de la película porque creo que a todos nos pasa lo mismo. Primero: no tenemos metas suficientes o no tenemos sueños suficientes, parece que estamos atrapados en el Día de la Marmota, que todos los días nos parecen iguales. Y lo más importante es, cuando tienes unas circunstancias que no cambian, lo único que puedes hacer es cambiar tú frente a las circunstancias. Y creo que la película, realmente, la gran moraleja que nos deja es esta. Es decir, si las cosas no cambian a tu alrededor, cambia tú, que esto es lo más importante. Entonces, para concluir, me gustaría deciros que lo más importante en la vida es tener sueños, que hay que tener sueños como para tres vidas, que nunca se os olvide cumplir esos sueños. Parece que cambiar los hábitos, hay que tener fuerza de voluntad. Y voy a terminar con un cuento que me encanta. Es un monje budista que va a Nueva York por primera vez. Estaba entusiasmado. Baja en el JFK, se dirige a Manhattan. Le habían hablado, porque lo había visto en las películas, de los puestos de perritos calientes, era su obsesión. Necesitaba un perrito caliente. Entonces llega, se acerca al puesto de perritos calientes y le dice: «Quiero un perrito con todo. ¿Cuánto es?». «Tres dólares». Saca un billete de 20 dólares, se lo da al vendedor, y el vendedor sigue a su rollo. Y entonces el monje se queda mirando y le dice al vendedor: «Perdona, ¿el cambio?». Y le dice el vendedor: «El verdadero cambio está en tu interior». Y yo creo que realmente esa es la enseñanza. Cuando nosotros cambiamos, creo que lo decías tú, cambia todo tu alrededor. El verdadero cambio está en nuestro interior. Ahora se está hablando mucho de la digitalización y todo este mundo que viene y nos acosa, y a mí no me da ningún miedo porque creo que lo único que hay que hacer es estar cambiando continuamente. Si somos capaces de estar cambiando continuamente y buscar el cambio en nuestro interior, todo lo que pase a nuestro alrededor lo vamos a poder sobrellevar muchísimo mejor. Y yo creo que esa es la diferencia entre la gente exitosa y la no exitosa. Así que, amigos, tener sueños, intentar cambiar, buscar el cambio en vuestro interior, y cuando compréis un perrito caliente, esperaos a que el vendedor os dé la pasta. Muchas gracias.