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“Los estudiantes nos necesitan ahora más que nunca”

Carmen Chacón García

“Los estudiantes nos necesitan ahora más que nunca”

Carmen Chacón García

Profesora de Literatura


Creando oportunidades

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Carmen Chacón García

Los ojos de esta joven profesora brillan con fuerza cuando habla de educación.
Y un breve cuento de Kafka le sirve de ejemplo para explicar la importancia y las dificultades de la docencia, una profesión tan vocacional como necesaria para la sociedad. Carmen Chacón García es profesora de Lengua y Literatura en un colegio madrileño y forma parte del Departamento de Lengua y Teoría de la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Para ella, esta nueva situación pone a los profesores “en primera línea” con sus estudiantes y con el compromiso educativo, humano y social que la docencia supone: “El escenario ha cambiado, los profesores nos hemos colado en las casas y tenemos esta labor preciosa en las manos”, explica con entusiasmo. Considera que este “tiempo incierto” puede convertirse en una gran oportunidad para reinventar la educación y regresar a su esencia. Por ello, anima a los profesores a “prepararse mejor y demostrar al mundo por qué es tan importante la labor de los docentes”. Como broche final, un mensaje para reflexionar: “Este cambio nos ha hecho recordar lo que significa aprender de cero, y entender que ‘aprender’ no es algo que sólo hacen los estudiantes, sino algo que hacemos todos a lo largo de toda la vida”.

Carmen Chacón García es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Lengua española y Lingüística general. Fue profesora de las universidades Panthéon Assas, Paris-Dauphine y el Instituto Cervantes de París. Actualmente es profesora en la Universidad Complutense de Madrid y en el Colegio Montserrat FUHEM. Dirige cursos de formación de profesores en la Universidad de Burgos e imparte docencia en la UNED.


Transcripción

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Hola. Bueno, aquí os envío algunas de las reflexiones que me habéis pedido sobre la educación y cómo nos estamos reinventando los profes o cómo nos está afectando esta situación excepcional que estamos viviendo.

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Hay un breve cuento de Kafka que narra la historia de un campesino que se presenta ante un edificio inmenso, majestuoso, misterioso. Este edificio representa la ley. Este cuento se llama ‘Ante la ley’. Este edificio, como digo, representa la ley y el campesino aparece ahí, ante la ley, y tiene curiosidad por entrar. Pero en la puerta de este gran edificio, hay un guardián, un guardián imponente, y este guardián le dice que no puede dejarla entrar, al menos por el momento, cuando el guardián ve el interés que tiene este campesino por poder entrar y por saber cómo es la ley y acceder a ella, le dice que, si quiere, que, a pesar de su prohibición, pues que se anime a cruzar, pero el campesino prefiere esperar. Siente la amenaza de cruzar esa puerta. Además, el guardián le ha advertido de que hay otros tres guardianes en los salones de dentro que son mucho más peligrosos que él. Entonces este campesino decide esperar, esperar y así van pasando años y años y años. Pasa toda su vida junto a esta puerta, observándola, hablando con el guardián, pero sin atreverse a dar el paso y entrar. Tampoco piensa en ninguna alternativa más. Tampoco pide ayuda a nadie. Ni siquiera se le pregunta qué le puede pasar si cruza. Y así pasa toda su vida.

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Así, cuando estaba a punto de morir, este guardián ve en sus ojos como una curiosidad y cuando está a puntito, a puntito de decir adiós a este mundo, le dice el guardián: “¿Qué me quieres preguntar?” Entonces el campesino le dice: “Pero ¿cómo es posible que, si todas las personas pretendemos llegar a la ley, nos esforzamos por llegar a la ley durante todos estos años, yo sea el único que haya pretendido entrar por aquí, a este edificio?” Y entonces el guardián le contesta: “Nadie podía pretender entrar porque esta puerta que ves aquí era solamente para ti. Esta entrada estaba abierta para que tú pasaras, y ahora que te mueres, voy a cerrarla”.

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Bueno, la relación que siento a veces con la educación se parece bastante a este cuento de Kafka. Es bastante kafkiana. Los guardianes nos impiden entrar en eso que llamamos la Educación, eso que nos apasiona a tantos de nosotros. ¿Y cuáles son los guardianes? Pues la falta de tiempo, las programaciones, los temarios, el currículo. Y, sin embargo, expertos, pedagogos, científicos, nosotros mismos llevamos años y años cuestionando la educación. No nos cansamos de escuchar que nos dicen que hay un problema grave educativo. No garantizamos el aprendizaje significativo. Todo sigue más o menos igual desde hace décadas y nuestra sociedad y nuestras necesidades han cambiado de manera radical.

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Es verdad que algunos intentamos plantear cambios, introducimos metodologías activas en la enseñanza, enseñamos o intentamos trabajar en equipo. Pero seguimos formando parte de un sistema que pone en primera línea los contenidos, los contenidos que, por cierto, los estudiantes van olvidando año tras año, cuando el trabajo que se hace con ellos es memorizarlos. Y, sin embargo, en estos momentos, cuando escucho esta preocupación tan fuerte de las familias, que dicen: “Pero ¿cuánto van a perder nuestros hijos estos dos meses de curso?”

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Yo me pregunto: “Pero ¿qué es aprender? Y, sobre todo, ¿qué es perder? ¿Qué van a perder?”. Y quizás ahí hay una clave. Creo que tenemos que descubrir qué es eso que van a perder, qué es eso irrecuperable. ¿Cuál es la verdadera pérdida que, estar fuera de las escuelas o que las escuelas estén cerradas, afecta a nuestros estudiantes? Y quizá también podemos preguntarles a ellos qué es lo que echan de menos. Qué echan de menos nuestras estudiantes, nuestros estudiantes, de nosotros, de las escuelas.

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Quizá ellos nos puedan dar una respuesta y nos hagan cuestionarnos. Pero nosotros seguimos preocupados, en pleno siglo veintiuno, por si nuestros estudiantes de catorce, de doce años, de dieciséis van a repetir o van a pasar de curso, entonces seguimos creyendo que saber hacer un examen es saber y saber sacar un 5 es saber o sacar un 10 es saber. Y seguimos formando parte de un sistema, del edificio, de esa ley, a la que pretendemos acceder y de la que, al mismo tiempo, formamos parte, pero también queremos a veces echar un paso atrás. No nos atrevemos a entrar, queremos mirar desde fuera. Pero entonces de pronto aparece un fenómeno absolutamente extraordinario, insólito, misterioso, kafkiano, muy hondo y cambia nuestra forma de trabajar, el contexto de los estudiantes, el contexto de las familias. Un acontecimiento que además está generando un inmenso sufrimiento y una profunda crisis económica, pero que ha conseguido algo impresionante que no habíamos conseguido nunca, que es hacernos parar. Esta semana, por ejemplo, estamos planteando un encuentro, un encuentro digital, un pequeño debate entre profes de diferentes coles, de diferentes etapas y niveles educativos para compartir cómo nos estamos reinventando, cómo esta situación cambia radicalmente nuestra profesión y el sentido de por qué estamos aquí.

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Para esto, antes no teníamos tiempo y ahora, de pronto, surgen espacios en los que es importante este cuestionamiento, pero además tenemos la posibilidad de reunirnos, de hablar, de cuestionar y de hacerlo juntos. Y obviamente todo depende del contexto, porque no observo las mismas respuestas en el instituto en el que trabajo que en las universidades, tampoco se generan las mismas preguntas. Por ejemplo, ¿qué hacemos con ese diez, quince por ciento de estudiantes que no puede seguir la educación a distancia por falta de dispositivos? ¿O qué hacemos con el resto que sí que puede seguirla, incluso que se puede beneficiar y aprender mejor que antes, abriendo vías que no se habían presentado en esa enseñanza digital? Es un dilema grande. La brecha digital, que es una imagen de la brecha social, se dispara. Además, claro, ¿qué ocurre con las familias que, por sus circunstancias de vulnerabilidad o circunstancias profesionales, no pueden apoyar a sus hijos en este reto de la educación? Bueno, pues ahora sabemos que tendremos que estar preparados y tendremos que prepararnos bien. Tenemos que enseñar a aprender con autonomía. Vamos, en definitiva, enseñar a aprender.

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Y este cambio también nos trae oportunidades. Hay adolescentes que, de pronto, no se atrevían a hablar en clase, a participar, y ahora han encontrado una nueva forma de expresarse con mayor libertad, sin la presión de grupo, con sus profesores, por ejemplo. El esfuerzo de los profesores ha sido espectacular, tengo compañeros que no tenían wifi en su casa y que en dos días han hecho toda la instalación, se dedican ya a subir vídeos, a acompañar como pueden a sus estudiantes de secundaria. Y es que nosotros no podemos atender en las UCIs, no trabajamos en supermercados, no reponemos mercancías, nuestra primera línea son los estudiantes y ellas y ellos nos necesitan ahora más que nunca, no entienden nada y tampoco son prioritarios desde las leyes, desde los decretos. Pero nosotros, los docentes, tenemos, entonces, esta labor preciosa y no digo que esté resultando fácil, precisamente, está siendo bastante complejo llegar a ello, pero de pronto se ha cambiado el escenario y nos hemos colado en las casas. Vamos, desde nuestra propia casa, conociendo la casa de nuestros estudiantes. Nos colamos en su habitación, en su salón, compartimos la pantalla de nuestro ordenador, les vamos acompañando y, sobre todo, creo que lo importante es que abrimos con ellos canales de comunicación, canales de expresión para que puedan contar con nosotros, para que no dejen de escribirnos, para que no dejen de hablarnos si realmente lo necesitan y nosotros somos capaces de aportar algo.

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Ellos y ellas son nuestra primera línea y eso también lo están sintiendo muchas familias que también nos escriben correos de agradecimiento, nos hablan de que nos merecemos las vacaciones. En fin, todo este acompañamiento a cada familia, cada una con sus circunstancias, es un trabajo ímprobo, pero también creo que nos está devolviendo la esencia de lo que somos, la esencia de por qué los profesores podemos ser necesarios. Y en este sentido, creo que es un momento de volver a poner en claro cuáles son nuestras prioridades como profesorado y como centro educativo, y por eso hay que recordar y volver a lo esencial. ¿Qué hacíamos antes en clase?, ¿qué era lo esencial? ¿Explicaciones magistrales, actividades que realizaban con sus iguales los estudiantes? ¿Qué queremos que aprendan ahora? ¿Qué queríamos que aprendieran antes, que era esencial para su vida y que tienen que seguir aprendiendo ahora? En fin, esta crisis, este momento de parar el tiempo de pronto, creo que nos permite tomar distancia y replantear y replantear y replantear todas estas cuestiones. Y digo tantas veces replantear, porque es que cada día vamos cambiando y adaptándonos y aprendiendo.

10:06

El trabajo docente, que a veces es tan solitario, ahora necesita apoyarse en otros compañeros con los que aprendemos juntos. Y es que este cambio nos ha igualado a nuestros estudiantes y nos ha hecho recordar qué es aprender de cero y recordar que aprender no es algo que hagan ellos en clase, es que lo hacemos todos a lo largo de la vida. Todos los días. Y si verdaderamente queremos que las notas o aprobar signifique algo, represente algo, pues tendremos que dar respuesta a algunas preguntas básicas. ¿Qué sentimos, qué cambia en nosotros cuando aprendemos algo? ¿Cómo demostramos que sabemos algo? Son preguntas básicas sobre sobre la evaluación y que, claro, ahora cobran un gran sentido, porque está claro que un cuestionario virtual en un aula digital, cuando te puedes contar las respuestas por teléfono, pues no parece el medio más eficaz para evaluar un conocimiento. Tampoco los exámenes sobre contenidos que después de dos días se olvidaba todo en nuestra mente no era un sistema muy eficaz. Quizás el momento de proponer, de crear mecanismos de evaluación radicalmente distintos, necesariamente individualizados, para poder dar sentido a nuestro trabajo.

11:20

Cuando un estudiante saca un cuatro, ¿qué hago yo con ese cuatro? ¿Para qué me sirve en mi cuaderno de notas tener un cuatro? El suspenso es simplemente un mensaje de alarma. Me está diciendo: “Ojo, alerta, aquí está pasando algo, tengo que intervenir, esta persona no está aprendiendo, ¿qué pasa, qué problemas estamos teniendo?”. Y mi objetivo, y me pagan para ello, será resolverlo empleando todos los mecanismos que estén a mi alcance para que esta persona aprenda, entendiendo que el aprendizaje va a depender sobre todo de ese estudiante. Pero yo tendré que ponerme manos a la obra hasta conseguir que esa persona apruebe.

11:58

El tema de la evaluación es esencial, es esencial porque si cambiamos la evaluación también cambiamos lo que les planteamos hacer en clase, antes en clase, ahora a distancia, y creo que tenemos una oportunidad excepcional para cuestionarlo. Esa oportunidad para cruzar la puerta, una puerta que está ahí solo para nosotros. Si cambia el contexto, pues quizá también es tiempo y una oportunidad de replantear qué enseñamos y por qué lo enseñamos. Y ahora estamos en casa, utilicemos las herramientas que tenemos ahora. Cuando podamos salir de casa, plantearemos nuevos aprendizajes. Cuando podamos reunirnos de nuevo con los estudiantes en grupo, plantearemos nuevas actividades y daremos sentido a lo que es estar en grupo. Pero ahora mismo estamos en casa y con aquello que tenemos es con lo que tenemos que dar sentido, porque aprender de nuestro contexto más cercano es lo que permite generalizar, universalizar el conocimiento.

12:57

Un profesor de literatura, como yo, por ejemplo, en este contexto de pandemia mundial, ¿cómo va a desaprovechar la oportunidad de descubrir con los estudiantes novelas que hablan de plagas y virus a lo largo de la historia de la literatura? ¿No les motivará a nuestros estudiantes conocer que hay una novela en el año mil novecientos ochenta y uno que hablaba de ese virus que se llamaba Wuhan? ¿Y por qué no hacer con ellos después un cinefórum sobre la película a la que dio origen esta novela? Stephen King, Jack London y García Márquez, pensemos en todos los escritores que han publicado novelas que tienen relación con lo que estamos viviendo ahora, hoy, en abril de dos mil veinte en nuestro mundo.

13:41

Y esto con cualquier disciplina. Todas las oportunidades que ofrece este “parar el sistema educativo”, para muchas áreas. Estoy pensando, por ejemplo, en música. Todo lo que permite para la enseñanza de música esta situación con los medios digitales. Estoy pensando en la oportunidad que supone para las clases de segundo idioma, de segundas lenguas, que tienen unas ratios insostenibles y que se puede hacer poco para aprender francés en dos horas a la semana, con treinta o veintiocho estudiantes en clase. Y según hablo de aprendizaje digital, vuelvo a sentir que es tiempo de cuestionar el verdadero valor de las escuelas y si es un momento de salto tecnológico y si el planeta nos lo permite, cambiando nuestra forma de utilizar esta tecnología, tendremos que repensar muchas cosas.

14:38

Quizá ahora el teletrabajo podría ser lo habitual y debería ser lo habitual, y tendríamos que justificar mucho que nuestras salidas contaminando el planeta en el que vivimos para ir diez horas de lunes a viernes a un edificio inmenso en el otro extremo de la ciudad, tienen sentido. Quizá la energía que se libere de una nueva manera de vivir en los hogares, en los trabajos, en nuestro sistema, deba invertirse en garantizar la continuidad de la Educación a distancia en todos los hogares, en este nuevo escenario en el que parece que las pandemias y las crisis van a ser habituales. Y todo ello sin perder de vista la tarea emancipadora de la escuela y el valor social de la Educación. Porque la escuela tiene que suponer una oportunidad de compensar, mejorar la situación económica, cultural, social de las familias. Y sin olvidar tampoco que la situación cultural y socioeconómica de las familias es clave y contribuye a los logros también educativos, este equilibrio difícil, complejo.

15:50

Y es que si algo va a cambiar después de este confinamiento es precisamente la situación socioeconómica de las familias. Tendremos que emplear este tiempo incierto, no sabemos cuánto vamos a estar así, pero tendremos que emplearlo desde ya para prepararnos mejor, para saber por qué somos necesarios nosotros, los docentes, por qué queremos ser necesarios. Podemos ser como ese campesino, seguir junto al guardián en el umbral de la puerta, sin llegar a entrar, sin cambiar casi nada del sistema en el que nos hemos educado, que forma parte profunda de todos nosotros. Pero mi pregunta es: ¿qué es lo que no nos deja pasar? ¿Qué nos impide cuestionar verdaderamente nuestros objetivos como docentes? ¿Nos da miedo desaparecer? ¿Nos da demasiado miedo? Pues bien, hemos desaparecido de la escuela y creo que es momento de mostrar al mundo por qué estábamos ahí. Las leyes aparecen en diferentes momentos de la historia y de la sociedad y van cambiando según las necesidades. Ahora, en esta nueva circunstancia, hay una entrada exclusivamente para nosotros. ¿Cruzamos la puerta?