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“La soledad es el factor que más afecta a la felicidad”

Alejandro Cencerrado

“La soledad es el factor que más afecta a la felicidad”

Alejandro Cencerrado

Físico y analista de datos


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Alejandro Cencerrado

¿Se puede medir la felicidad? Por sorprendente que parezca, la respuesta es: “Sí”. En el Instituto de investigación de la felicidad de Copenhague lo llevan haciendo desde el año 2012. Pero, ¿para qué sirve medirla? Según el físico Alejandro Cencerrado, analista de este centro: “Deberíamos tener una medida fiable para saber si las personas son felices si queremos que nuestra sociedad sea una verdadera sociedad del bienestar”. Según explica, algunos países ya están adecuando sus leyes y políticas a la felicidad de sus ciudadanos, como Bután o Nueva Zelanda. “Si lo único que utilizamos para medir el progreso social es el PIB, la productividad o el desempleo, nunca sabremos realmente qué está afectando al bienestar de la gente y tampoco podremos actuar sobre ello”, añade.

Según los estudios realizados por este pionero centro danés, la soledad es el factor que más incide en el bienestar individual y colectivo: “La soledad es el mal de nuestros tiempos, hemos comprobado que afecta a la felicidad de las personas incluso más que la salud física”, explica Cencerrado.

Alejandro Cencerrado Rubio es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid, experto en Estadística y analista Big data del Instituto de investigación de la felicidad de Copenhague (Dinamarca) desde hace seis años.


Transcripción

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Alejandro Cencerrado. Soy Alejandro Cencerrado, físico, experto en ‘big data’, y analista de datos jefe del Instituto de la Felicidad de Copenhague. En el ‘Instituto de la Felicidad’ intentamos responder preguntas como qué diferencia a las sociedades más felices de las menos felices, dentro de cada sociedad, ¿qué diferencia a los individuos más felices de los menos felices?, con el objetivo de desarrollar intervenciones que puedan mejorar el bienestar de la sociedad. ¿Por qué es importante para una sociedad medir y tener en cuenta la felicidad? Bueno, en primer lugar, si llamamos a nuestra sociedad «sociedad del bienestar», deberíamos tener una medida fiable de si realmente nuestros ciudadanos son felices. La medida del bienestar nos permite tomar decisiones muy difíciles como sociedad que no tienen una respuesta sencilla, por ejemplo, el tema de si podemos ir en coche o no en nuestras ciudades. Todos queremos que sea lo más fácil posible ir desde nuestras casas a nuestros trabajos, pero sabemos que esto tiene una consecuencia y es que nuestras ciudades van a estar más contaminadas. Entonces, qué es mejor: ¿que sean fácilmente transitables nuestras ciudades o que estén contaminadas? La respuesta no es sencilla porque afecta a mucha gente, a algunos positivamente y a otros negativamente, pero creo que todos estamos de acuerdo en que la respuesta yace en el bienestar de la mayoría, lo que mejore el bienestar de la mayoría de la gente.

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Por esto es importante medir el bienestar y la felicidad de la gente. Un ejemplo curioso es el de España. En España, desde 2014 el desempleo ha estado bajando y, sin embargo, la felicidad, según el ranking mundial de las Naciones Unidas, en España ha estado estancado desde hace 12 años. Bueno, pues si lo único que utilizamos para medir el progreso en la población es el producto interior bruto, la productividad o el desempleo, nunca vamos a saber realmente qué está afectando al bienestar de la gente. Muchas de estas cosas pueden parecer un poco utópicas, sobre todo en los tiempos que vivimos, pero en realidad hay muchos países que están centrando sus políticas únicamente en el bienestar. El primer ejemplo es Bután. Bután lleva 40 años tomando como medida de progreso, no el producto interior bruto, sino la felicidad interior bruta y desde hace muchos años preguntan a la población cómo se sienten y qué cosas hacen que merezca la pena su vida. El ejemplo más reciente es Nueva Zelanda. El gobierno de Jacinda Ardern ha propuesto dedicar todos los presupuestos del Estado únicamente en función del incremento del bienestar de la población, y esto ha tenido un efecto muy grande en cómo se invierte el dinero.

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Uno de los más grandes, probablemente, es que se ha incrementado muchísimo el presupuesto en la salud mental. De hecho, la mitad del presupuesto que va a salud mental va a casos medios de depresión y ansiedad, que son casos que normalmente pasan desapercibidos, pero que afectan mucho, mucho, mucho a la felicidad de la gente. Otra parte del presupuesto se suele dedicar a la violencia intrafamiliar y otra parte a, por ejemplo, la pobreza infantil. Por lo tanto, es muy importante medir el bienestar de la población si realmente queremos que nuestra sociedad sea una sociedad del bienestar. La soledad es el gran mal de nuestra sociedad y esto ya no es una opinión. Esto tenemos datos para corroborarlo, datos basados en la evidencia científica. La soledad es el factor que más afecta a la felicidad de los individuos, pero también a la felicidad de la sociedad en su conjunto. La soledad es una dimensión muy difícil de medir. Normalmente, cuando pensamos en la soledad pensamos en una persona que está alejada de todo el mundo, pero en realidad vemos a muchas personas que viven solas en ciudades abarrotadas de gente. Una de las medidas que tenemos para saber cuál es el grado de soledad de una persona es preguntarle si en caso de problemas tendría a alguien que le pueda ayudar. Ante esta pregunta, en Colombia, por ejemplo, el 13 por ciento de la gente dice que no tendría nadie que le pudiera ayudar en caso de problemas. La cuestión es qué podemos hacer como sociedad para reducir la soledad. Es difícil, pero hay muchos ejemplos ya, en nuestro caso, por ejemplo, hay una organización, Realdania, con la que hemos colaborado, que trabaja codo con codo con arquitectos para crear espacios inclusivos.

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Entonces, se dedican a construir edificios en toda Dinamarca con grandes áreas comunes en las que los vecinos pueden interactuar para reducir la exclusión. Esto es algo que echamos mucho de menos en España, donde hay grandes edificios llenos de gente en los que hay mucha gente que no interactúa y se siente sola. Otro ejemplo más cercano es Wattens. Wattens es un pueblo pequeñito de unos 8.000 habitantes en Austria que nos contactó hace unos meses para que midiéramos la felicidad de los habitantes a lo largo del tiempo, para saber qué políticas pueden desarrollar para mejorar la vida de la gente. En el primer estudio de campo que hemos hecho en Wattens hemos visto, una vez más, que la soledad es lo primero en lo que tenemos que enfocarnos para mejorar la vida de la gente. Entonces, una de las intervenciones, por ejemplo, que a mí más me ha llamado la atención, son unos cursos que se hacen para enseñar a la gente mayor a usar tablets y móviles para hablar con sus hijos que viven fuera. Esto, además, es muy relevante en estos tiempos porque hemos visto muchas imágenes muy emotivas de gente mayor a las que los enfermeros les tienen que traer una tablet para poder comunicarse con sus familiares. La realidad es que esas personas no saben utilizar una tablet ni un móvil y cuando acabe la pandemia van a seguir sin saberlo. Van a seguir sintiéndose solas. Por lo tanto, debemos centrar nuestras iniciativas en solucionar este problema más allá de estos tiempos.

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Además, este no es un problema que afecte solo a la gente mayor, es un problema que afecta a toda la sociedad, sobre todo a la gente muy joven y a la gente muy mayor. En el caso concreto de la gente muy joven, hemos visto algo muy paradójico y es que son los que más amigos tienen y sin embargo son los que más solos se sienten comparado con otros rangos de edad. Aquí en Dinamarca tenemos un proyecto muy curioso. Hemos convertido las oficinas de una empresa de unos 200 empleados en un «Happiness Lab», en un laboratorio de la felicidad. Hemos estado midiendo la felicidad de todos los empleados a lo largo del tiempo, bueno, cada tres meses, y de nuevo hemos visto que uno de los problemas principales es la conexión social. Algunas de las intervenciones que hemos hecho para mejorar la conexión social son desarrollar clubs que cada empleado puede sugerir, clubs de cata de vino, para aprender a cocinar, etc. Lo que hemos visto es que las personas que se sienten solas no son precisamente las que tienen menos amigos, sino las que no tienen al menos una persona con la que hablar de asuntos íntimos y personales. En general cuando hablamos de soledad no se trata de cantidad, sino de calidad. Por lo tanto, cuando queremos reducir la soledad, se trata sobre todo de generar las condiciones que permitan a cada cual encontrar la persona con la que de verdad conecta.

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Otro factor del que siempre se habla es el sol. De hecho, se utiliza mucho para decir: ¿cómo puede ser que los países nórdicos sean más felices si tienen menos sol? Bueno, cuando comparamos los países más soleados y los menos soleados, y la felicidad media de esos países, realmente no vemos una correlación clara. De hecho, cuando seguimos a gente que se ha mudado de países poco soleados a muy soleados tampoco vemos un incremento de la felicidad. Esto se debe a algunas dinámicas internas de la felicidad de las que normalmente no somos muy conscientes al tomar nuestras decisiones. Una de ellas es la adaptación. Si tú estás expuesto continuamente al sol, probablemente lo valorarás menos que si pasas de un invierno nórdico a tener sol. Aquí, cada vez que sale un rayo de sol la gente se pone mucho más feliz de lo feliz que se pone la gente en España, a pesar de tener mucho más sol.

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Otra dinámica interna de la felicidad que vemos en todos nuestros proyectos es la felicidad por contraste. Y esto es algo que no tenemos nunca en cuenta. Los fines de semana que más nos relajan son aquellos que vienen después de una semana muy estresante. Esto pasa también con el sol. Como decía antes, si estás en un invierno nórdico con un rayo de sol ya eres muy feliz. Creo que esto además es muy relevante con la pandemia del coronavirus porque mucha gente se ha dado cuenta de lo feliz que podría ser con cosas que antes tenía y no valoraba, como estar con gente o salir a dar una vuelta. Bueno, pues esa felicidad es precisamente felicidad por contraste. Y la mala noticia es que probablemente en cuanto empecemos a salir y a retomar la rutina, nos adaptaremos otra vez a eso que ahora nos hará muy felices. En el ranking de la felicidad de las Naciones Unidas, los países nórdicos siempre aparecen en los primeros puestos. Este año es Finlandia. El segundo, Dinamarca. España está en el puesto 28, un poquito por encima de Italia y un poquito por debajo de México. ¿Qué diferencia a los países más felices de los menos felices? Normalmente los países más felices son países ricos. Lo que vemos es que la riqueza es importante hasta cierto punto. Los países que son menos ricos, con un incremento en la renta per cápita, sí ven claramente un incremento en su bienestar. Entre los países más ricos esto ya no ocurre. Un incremento en la renta per cápita no siempre significa un aumento en el bienestar.

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Un buen ejemplo de esto es la diferencia entre Finlandia y Estados Unidos. Finlandia es mucho menos rica que Estados Unidos y, sin embargo, está la primera en el ranking. ¿A qué se debe esto? Uno de los factores más relevantes es que tienen una buena redistribución de la riqueza. ¿Esto qué significa? Que a alguien que gana 5.000 euros al mes, si le quitas 100 euros no ve afectada su felicidad casi nada. Sin embargo, si a alguien que tiene 700 euros le las 100, sí que su felicidad puede aumentar mucho. De nada sirve que un país aumente su riqueza si esa riqueza no va a todos sus ciudadanos. Entonces, los países nórdicos hacen esto muy bien, redistribuyen muy bien la riqueza. Otra cosa que diferencia mucho a los países nórdicos del resto es la confianza, confían los unos en los otros. En Dinamarca, por ejemplo, tres de cada cuatro daneses si les preguntas si los demás son de fiar, te dicen que sí. Mientras que en España es uno de cada cuatro. Para mí un ejemplo muy claro de esto es que paseando por las calles de Copenhague puedes ver carritos con bebés fuera, sin nadie alrededor, sin sus padres, porque sus padres se han metido a lo mejor en algún restaurante o en alguna tienda, pero tienen esa confianza en los demás en que no va a pasar nada. A los españoles, y creo que a casi todas las nacionalidades, nos sorprende mucho ver esto.

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España está en el puesto 28, está un poco por encima de Italia y un poco por debajo de México. Como decía antes, España lleva 12 años estancada un poco en el mismo nivel de felicidad, antes de 2008, antes de la crisis, estábamos muy alto, en niveles casi similares a Suecia, pero desde la crisis la felicidad media ha bajado y no hemos conseguido subirla. En todos nuestros proyectos vemos que la educación tiene un impacto muy importante en la felicidad. Cuanto más educada está una persona, más feliz es en general. Al principio pensamos que esto podría deberse a que, en general, las personas con más educación, en general, tienen salarios más altos. Pero el salario no es la razón, porque cuando controlamos en nuestros análisis el salario, es decir, comparamos a gente con el mismo salario y distintos niveles de educación, vemos que el efecto de la educación sigue siendo importante. Por lo tanto, no es solo una cuestión de que ganes más, es una cuestión de que la educación te hace valorar de alguna manera más la vida. Tenemos un estudio muy relevante haciendo análisis de los datos PISA. PISA es este estudio que normalmente se asocia al rendimiento académico, pero hacen otras muchas preguntas sobre el bienestar de los jóvenes, sobre si sufren «bullying», etcétera.

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Cuando analizamos estos datos, intentamos ver cuál era la variable que más afectaba a la felicidad de la gente joven. Y hubo una que destacaba respecto a todas las demás, y es el soporte emocional de los padres. De hecho, hay una correlación entre el soporte emocional recibido por los padres y cómo se siente el niño de integrado en el colegio. Creo que este es uno de los estudios que demuestran que la medida de la felicidad es muy importante, pues un país feliz al final es un país en el que nuestros hijos no sienten «bullying», en el que nuestros hijos se sienten apoyados por sus profesores y sus padres. En definitiva, no todo es cuestión del rendimiento académico, sino de que nuestros hijos estén realmente felices. Dicho todo esto, es muy importante remarcar algo, y es que es imposible evitar ser infeliz de vez en cuando. No hemos encontrado a ninguna persona en ninguno de nuestros proyectos, por mucho que sepa de la vida, que no se estrese de vez en cuando, que no se sienta triste de vez en cuando. De hecho, yo mismo llevo 15 años apuntando mi felicidad diaria cada noche y a pesar de todos estos años aprendiendo sobre la felicidad siempre tengo días malos y ya he aceptado que la infelicidad es parte de la vida.

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Además, esto tiene un efecto muy importante, lo vemos diariamente en las redes sociales. Parece que ser infeliz es un poco ser un perdedor y, por lo tanto, normalmente cuando publicamos cosas son nuestros momentos más felices. Esto está muy bien, no siempre hay que centrarse en la parte negativa. Lo que pasa es que crea un desbalance entre lo que sabemos de nuestra propia vida y de nuestras propias inseguridades, y lo poco que los demás nos quieren enseñar. Y esto, al final, tiene un efecto importante pues, por ejemplo, en la autoestima de la gente joven, que piensan que son los únicos que tienen los problemas que tienen, cuando en realidad los tiene todo el mundo. Entonces, creo que en realidad es muy importante que saquemos a la luz nuestros problemas, nuestra infelicidad, para saber que no somos los únicos que se estresan, los únicos que tienen la autoestima baja, etc. Creo que esto sería mucho más sano que estar continuamente intentando buscar la felicidad a toda costa.