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“El movimiento más humano es cuidarnos”

Josep Maria Esquirol

“El movimiento más humano es cuidarnos”

Josep Maria Esquirol

Filósofo y escritor


Creando oportunidades

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Josep Maria Esquirol

Vivir, pensar y amar son, según Josep Maria Esquirol, los “infinitivos esenciales”. La obra de este filósofo, escritor y profesor responde a preguntas aparentemente sencillas para ahondar en la condición humana. “Amar y pensar son los verbos que hacen que la vida humana sea todavía más humana”, reflexiona.

Esquirol es uno de los referentes de la filosofía en España. Este catedrático de Filosofía de la Universitat de Barcelona —donde ha impartido filosofía política y pensamiento contemporáneo— también es el director del grupo de investigación Aporía, dedicado al análisis del pensamiento contemporáneo para elaborar un discurso antropológico, ético y político. El pensador ha publicado más de una decena de libros y ha participado en más de setenta trabajos colectivos y en numerosas revistas. En su propuesta filosófica, la “filosofía de la proximidad”, reivindica lo cotidiano, la diferencia o la resistencia. Un pensamiento lleno de ricos matices que, con lenguaje comprensible y evocador, podemos explorar en obras como ‘La resistencia íntima: Ensayo de una filosofía de la proximidad’ y en su más reciente ‘Humano, más humano: Una antropología de la herida infinita’. El trabajo de Esquirol ha sido merecedor de prestigiosos galardones como la Distinción a la Investigación otorgada por la Generalitat de Catalunya o el Premio Nacional de Ensayo. “La educación debe tener como finalidad principal ayudar a que las personas jóvenes sean cada vez más reflexivas y eliminar todo atisbo de frialdad”, concluye el pensador.


Transcripción

00:06
Josep Maria Esquirol. Hola, me llamo Josep María Esquirol. Soy profesor de Filosofía en la Universitat de Barcelona y procuro dedicarme a la vida de estudio, a la docencia y a escribir mi camino de pensamiento.

00:28
Marta. Hola, Josep Maria. Mi nombre es Marta. Soy «coach» de familia y trabajo en el mundo de la educación. Estoy encantada de estar aquí contigo hoy para hablar de un tema tan interesante como la filosofía. Me gustaría preguntarte qué es para ti la filosofía. Porque he leído que dices que la filosofía es simplemente pensar. Entonces, ¿qué es pensar?

00:55
Josep Maria Esquirol. Bueno, a veces lo que ocurre es que conviene regresar una vez y otra a lo más básico. «A lo más básico» significa «a lo más fundamental». Solemos hablar de la filosofía con un nombre, con un sustantivo. Sin embargo, siempre lo más básico es el verbo. Entonces, ¿a qué verbo corresponde el sustantivo «filosofía»? Pues al verbo «pensar». ¿Por qué pensamos y qué significa pensar? Pensamos porque buscamos el sentido de las cosas. Porque la situación, digámoslo así, básica, es una situación donde el sentido no está dado y, por lo tanto, tenemos que buscarlo. Esta búsqueda del sentido es lo que solemos llamar «la orientación». Buscamos orientarnos en la vida, tener puntos de referencia que nos permitan actuar, que nos permitan situarnos. Y por tanto, el pensar es este movimiento fundamental de búsqueda de orientación. A veces también utilizamos otro verbo que es muy… A mí me gusta muchísimo porque es muy plástico, que es el verbo «reflexionar», pensar o reflexionar. Este verbo, reflexionar, indica una flexión. Reflexionar es flexionarse. Y es… Esta reflexión es para buscar un poco más de claridad. Es decir, quien reflexiona intenta que se pueda producir… Gracias a esta reflexión, se pueda producir mayor claridad sobre nuestra situación o lo que también llamamos mayor comprensión. Es decir, entender mejor las cosas, entender mejor nuestra ubicación en medio de las cosas, entender mejor nuestra relación con los demás.

02:55

Y también entender mejor qué es aquello que realmente vale la pena, aquello que merece la pena. Entonces, la idea es que cuando se piensa, cuando se reflexiona, en cierto modo nos acercamos o podemos acercarnos a las cosas más sensatas. Es decir, a las cosas que tienen sentido. Y también podemos acercarnos, que es otra manera de decir lo mismo, a aquello que es más bello, a aquello que es más precioso. Y esta cercanía con lo más precioso, con lo más bello, incluso podríamos decir con lo más verdadero, es algo que, en cierto modo, se degusta, se puede degustar. Y que nos alimenta. Alimenta nuestra vida. Nuestra vida personal, nuestra vida anímica. Este es el motivo por el cual, no por casualidad, el sabio es el que sabe degustar. Es decir, el sabio es aquella persona, a veces anónima, que incluso puede no tener ningún estudio académico, pero sin embargo sabe acercarse a lo valioso para degustarlo y de esta manera dar mayor sentido a su vida y a sus experiencias.

04:14
Marta. En tu libro ‘La resistencia íntima’ hablas sobre el concepto de «filosofía de proximidad». ¿Nos puedes explicar un poco en qué consiste?

04:24
Josep Maria Esquirol. En general, evito un poco las etiquetas, pero sí que es verdad que conviene a veces dar alguna indicación de la manera como tú estás recorriendo un camino. Entonces creo que, en cierto modo, pues esta idea de la proximidad es como un rasgo bastante definidor del tipo de camino que estoy llevando a cabo. ¿Qué significa proximidad? Significa, en primer lugar, una cierta prevención respecto a todo lo que es abstracto y desconectado de lo más concreto. No es que rehúya cualquier abstracción, cualquier concepto abstracto, pero sí que me parece que, si este concepto no está conectado con lo más vital, con lo experiencial, entonces no sirve para pensar. No sirve para situarnos mejor, no sirve para orientarnos mejor. Digamos que la idea de la proximidad y de la filosofía de la proximidad es una cierta reivindicación de lo concreto, como por ejemplo puede ocurrir cuando tú te das cuenta de la riqueza que tiene la vida cotidiana, lo que podríamos llamar… Lo que se llama la «cotidianidad». Es decir, lo relativo al día, a los hábitos del día. Y también lo relativo a las relaciones con los demás. Por ejemplo, uno puede utilizar, no hay problema, la palabra «sociedad» o la palabra «humanidad». O la expresión «género humano».

06:13
Josep Maria Esquirol. Son abstracciones. ¿Dónde está la concreción? La concreción está en cada uno de nosotros. Es decir, en el nombre propio que indica, como el dedo índice, indica una persona y otra persona y otra persona. Entonces, ¿dónde está la base? La base, lo más básico. En la pluralidad de las personas con nombre propio. Pero eso no es una reivindicación de lo individual como individual, sino que es una reivindicación de las relaciones, de las relaciones concretas, que es lo que cuenta. Es decir, lo que cuenta son las relaciones de amistad, las relaciones de amor, las relaciones de compañerismo. Eso es lo más básico. Una filosofía de la proximidad es una filosofía que tiene ahí su punto de partida y su punto de llegada. ¿De acuerdo? Esta sería un poco la primera razón del uso de la palabra «proximidad». Y la segunda, siempre dando importancia al verbo, porque entiendo que, respecto a lo más fundamental, el pensar es un movimiento que intenta siempre conseguir una cierta cercanía, una cierta vecindad, pero que nunca llega a alcanzar y a dominar eso más profundo. El movimiento de pensar, el movimiento de la reflexión, es un movimiento reiterativo, repetitivo. ¿Sobre qué? Sobre lo más fundamental, sobre lo más profundo que nunca se llega a dominar, pero que, sin embargo, la cercanía, es decir, la proximidad con respecto a esto más profundo, es ya algo nutritivo. Es algo que en cierto modo ya nos cambia, nos transforma a nosotros mismos.

07:57
Marta. Cuando pensamos en lo cotidiano, le damos un sentido, quizá un poco negativo, porque nos suena un poco a rutinario, monótono. Sin embargo, una de tus reivindicaciones es lo cotidiano. ¿Qué es para ti de importante lo cotidiano?

08:17
Josep Maria Esquirol . Es cierto que hay algunas rutinas o algunas repeticiones que son grises, que son mediocres, que son banales. Sin embargo, hay algunos gestos cotidianos, algunas situaciones cotidianas, que son simples y, sin embargo, a la vez muy profundas. Es decir, hay una sencillez que se conjuga con la profundidad. El hecho de saludarse, el hecho de comer junto con los demás, de compartir la mesa. El hecho de esforzarse para realizar bien un oficio. Ahí no hay nada de banal. Eso es extraordinario. En cierto modo, es extraordinario. Este es el motivo por el cual hago esta reivindicación de la cotidianidad. Es decir, de lo que tiene que ver con el día, con el día cotidiano, lo de cada día. Si lo pensamos mínimamente, veremos que el solo hecho de que cada día salga el sol nos orienta. Es decir, nos orienta porque sale por oriente. ¿Qué significa que algo nos orienta? Pues que nos ayuda, nos protege. La cotidianidad, en este sentido, es algo que nos ayuda y nos protege, nos ayuda y nos ampara. Y hablamos de la orientación de nuestras vidas. Pero esa vida es como una vida, digamos, regular y orientadora por la pausa. No está acelerado. Lo que nos desorienta, lo que a veces nos crea una cierta inquietud y desasosiego es la aceleración. Y luego está el hecho pues… Eso, que en esa vida cotidiana hay momentos que parecen sencillos, y lo son, pero que esconden a la vez una enorme hondura. Es algo, por ejemplo, muy significativo que cuando una persona enferma, que cuando una persona está, por ejemplo, durante unas semanas en el hospital por circunstancias diversas, se entienda que lo mejor que puede ocurrir es que, cuanto antes, se recupere esta cotidianidad. Porque es señal de salud, es señal de orientación y es señal también de amparo. Hay una anécdota muy bonita de un sabio griego, ya conocido en el mundo de la filosofía, que se llama Heráclito. Heráclito era una persona que ya en su tiempo tenía fama de sabio. Es decir, que era un hombre reconocido como un auténtico sabio y que valía la pena escuchar y tener en cuenta.

11:18

Hubo unas personas que querían conocerle personalmente. No vivían en su ciudad y fueron de viaje para conocerle. Cuando llegaron ahí donde vivía Heráclito, preguntaron por su casa y unos vecinos les dijeron: «Id por ahí y encontraréis la casa de Heráclito». Y cuando se acercaron al portal vieron cómo Heráclito, en el fondo, se estaba calentando al lado de una estufa. En sus rostros se reflejó no una decepción, porque quizá esperaban ver a Heráclito de una manera mucho más especial, mucho más espectacular, y se encontraron con un hombre ya mayor, sentado sencillamente al lado de una estufa. Heráclito, que realmente era muy sabio, al darse cuenta de esa significación en los rostros de sus visitantes, inmediatamente les dijo: «Pasad, pasad, que aquí también están presentes los dioses». Claro, eso es lo que significa que en algo tan sencillo como estar viviendo y calentándose junto a una estufa es ya una maravilla. Prestar atención a eso es darse cuenta de esta hondura que reside, que anida, en la vida cotidiana.

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"La cotidianidad nos ayuda y nos ampara"

Josep Maria Esquirol

12:54
Marta. Josep Maria, como educadora, me interesa mucho tu idea sobre la educación. He leído que dices que educar es «enseñar a vivir en la intemperie». ¿Nos podrías explicar un poco esta idea?

13:09
Josep Maria Esquirol . Antes de entrar directamente en este gesto educativo, que es también básico y fundamental, tengo que decir algo sobre el concepto de intemperie. Nosotros estamos en la intemperie, ¿qué significa que estamos en la intemperie? Significa que la situación más fundamental, más básica del humano, es estar al descubierto, es estar sin protección. Este es el motivo por el cual, precisamente, la acción más notable, la acción más significativa que hacemos los humanos, es la de protegernos, la de ampararnos. Si no hubiese esta intemperie básica, el gesto de cuidar y de ampararnos no tendría sentido. Sin embargo, tiene todo el sentido. Es lo que más tiene sentido de todo lo que tiene sentido. El gesto este de protegernos se puede también simbolizar. A mí me gusta muchísimo simbolizarlo a través del verbo «casar». «Casar» o «juntar», ¿no? Es decir, cuando se casan elementos, cuando se unen piezas, lo que se produce es un espacio en cierto modo protegido. Cuando hablamos de una casa, ¿qué es una casa? Una casa es un espacio protegido por las paredes y por el techo. Pero sin embargo, lo importante de la casa no es solo el elemento material, es el elemento anímico humano. Es decir, hay casas hospitalarias, hay casas cálidas. ¿Por qué? Porque la juntura, porque la juntura humana, porque el casamiento humano es muy eficaz y es real y es verdadero. Entonces, cuando se entiende que la intemperie básica es la que da pie a este gesto fundamental del casamiento, del ayuntamiento, para crear espacios de calidez, se puede luego hacer también una lectura de qué es en lo que debería consistir… De qué es aquello en que la escuela tiene un papel, digámoslo así, decisivo. La escuela es el lugar en el que, de forma, digámoslo así, primera, segunda si se tiene en cuenta el ámbito familiar como primer lugar, en donde se tiene que producir esta iniciación al cuidado. Esta iniciación a las relaciones, a las interrelaciones. A eso le podemos llamar «compañerismo». A eso le podemos llamar «nosotros». Nosotros. Que, por cierto, es una palabra muy bonita. «Nosotros» significa «yo y los otros». Lo que quiero decir es que, en la intemperie, nadie se sostiene en pie solo. Es decir, que habría que llegar a comprender, y yo creo que ya comprendemos, que el hecho de depender unos de los otros, es una suerte. Es como un don, un regalo. La escuela tiene que intentar tener este horizonte como el más mayúsculo de todos. El más mayúsculo.

16:29
Josep Maria Esquirol . Para verlo, desde mi punto de vista, para verlo todavía con más nitidez, puede ser interesante o es interesante ver cuál es lo contrario. Es decir, cuál sería el sentido contrario que mostraría la perfecta deshumanización o la perfecta desubicación, digamos, del sentido de la escuela. Hay un texto muy incisivo de un filósofo contemporáneo, que se llama Adorno, y que escribió al poco tiempo de… A los pocos años del desastre de la Segunda Guerra Mundial con todo lo relativo a los campos de concentración y de exterminio. Ese texto de Adorno se titula «Cómo educar después de Auschwitz». Este texto, con ese título tan expresivo, uno podría quizá creer que contiene un programa muy exhaustivo de recomendaciones y de contenidos de lo que debería ser la educación. Y no. Es un texto demasiado sabio como para decir demasiadas cosas. Entonces, la sabiduría tiene que ver con esta austeridad y esta prudencia. Por lo tanto, ¿qué se encuentra en ese texto? ¿Qué se dice? Se dicen básicamente solo dos cosas: Que la educación tiene que tener como finalidad principal el incrementar, como decíamos al principio, este movimiento reflexivo, es decir, ayudar a que las personas jóvenes sean cada vez más reflexivas, que incrementen la claridad sobre su propia situación; y, y este es un elemento clave, que se evite tanto como sea posible todo atisbo de frialdad. Todo atisbo de frialdad. Porque la frialdad es lo más inhumano de todo lo inhumano que uno pueda imaginarse. La frialdad. ¿Qué es la frialdad? La frialdad es la indiferencia. Es estar al lado de los demás sin darse cuenta de los demás. Es considerar a los demás como puras cosas o simplemente no considerarlos. No mirarlos, no atender a ellos. Es una especie de egocentrismo, de hipertrofia de sí mismo que hace que uno esté cerrado, esté, digamos, inmune al rostro del prójimo. Yo en eso estoy totalmente de acuerdo. Es decir, que creo que lo esencial de la educación es el incremento de la claridad y de esta especie de calidez que podemos llamar «no indiferencia». El movimiento más fundamental y más humano es el de cuidarnos.

19:58
Marta. Afirmas que existir es resistir. ¿A qué te refieres con esto? ¿Y qué papel jugaría la resistencia en el ámbito educativo?

20:10
Josep Maria Esquirol . A ver, las palabras «resistir» y «existir» tienen la misma raíz relativa al ser. Entonces, existir y resistir indican movimientos diferentes. Existir, la «ex», indica este movimiento. Es decir, exterioridad, expansión. Este es el movimiento de la existencia. Este movimiento se subrayó muchísimo en estos planteamientos existencialistas de mediados del siglo XX. Y a mí me parece oportuno. Es decir, que es obvio que en la vida humana, pues… Eso juega un papel determinante. El de poder decir, el de poder afirmar, el de poder decidir. Pero a mí me parece también que hay que subrayar otro movimiento que no es solo este, sino es este. Es decir, se parece más al abrazo, ¿no? Al cuidado como abrazo. Entonces, resistir es como una especie de movimiento complementario al de existir. Resistir significa que, en la intemperie, que nunca se supera, hay elementos que nos disgregan. Hay elementos que nos erosionan. Por ejemplo, una de ellas de siempre es la que llamamos «el tiempo». El paso del tiempo deja en nosotros señales inequívocas de envejecimiento, de enfermedad, etc. Ante eso que nos disgrega, que nos desgasta, ¿cuál es el gesto adecuado? El gesto adecuado es el de resistir. La resistencia es resistencia ante lo que nos disgrega. ¿Para qué? Pues para que nos disgregue menos. Para que nos erosione menos. Para que nos nihilice menos. Por ejemplo, uno puede decir: «Bueno, tú no puedes vencer el paso del tiempo». No, no puedo vencerlo, pero mientras me cuide y cuide a los demás, mientras nos cuidemos, resistiremos mejor. Y, por lo tanto, a pesar del paso del tiempo, a pesar del paso del tiempo, este cuidarnos mejor permitirá en nosotros mayor vitalidad y por tanto podremos generar cosas. Digamos que la madurez, que es el poder dar fruto, es gracias a la resistencia. Cuando tú proteges, por ejemplo, una planta, es para que esa planta pueda crecer, madurar y dar fruto. ¿Que al final esa planta morirá? De acuerdo, morirá. Pero si tú la proteges, vivirá siendo generadora. Pues en nosotros, lo mismo: hemos de resistir en este sentido, porque esta resistencia tiene todo el sentido.

23:18

En el caso de la escuela, ¿la resistencia qué forma adquiere? Pues yo creo que adquiere la forma de una especie de marginalidad. De marginalidad en el sentido siguiente: Hoy hablamos de lo que ocurre debido a una sociedad tan tremendamente consumista. El consumismo también nos desgasta. Eso es lo que domina. Bien. ¿Qué es lo que tiene sentido? Lo que tiene sentido es resistir ante lo que domina. ¿Eso domina? Sí, sin duda domina. ¿Pero qué tiene sentido? Lo que tiene sentido es que haya espacios, haya instituciones, en donde eso que domina no domine. Uno puede darse cuenta de que hay otros valores muy distintos de estos que se juegan en eso que domina. Hay otros valores que son muy preciosos y que tienen que ver con, como decía antes, por ejemplo, con la compañía, que tienen que ver con la colaboración, que tienen que ver con el amor, que tienen que ver con la admiración, que tienen que ver con la pasión por lo bello. Eso que tiene todo el sentido puede ocupar un lugar marginal. Lo marginal es como un lugar en donde se preserva, se guarda… Se guarda no en un cajón, sino se guarda vitalmente, se guarda apasionadamente, se guarda algo valioso, esperando momentos oportunos en los cuales eso marginal pueda incidir mayormente en el conjunto de la sociedad. Yo creo que la escuela en este sentido es como uno de estos lugares marginales. Marginales. Es decir, es un lugar que debe mantener su especificidad, es un lugar que no debe ser una mímesis de lo central, no debe asimilarse a lo que domina. Cuando oigo a algunos, digamos, responsables políticos hablar de educación y dicen que la universidad o que las escuelas y los institutos tienen que estar al servicio de la sociedad, pues a mí me parece que no han pensado bien eso, no. No están bien orientados, están desorientados. ¿Por qué? Porque cuando dicen eso, primero, imaginan la sociedad como una especie de cosa independiente de lo que son las escuelas, por ejemplo. Y respecto a lo cual la escuela tiene que asimilarse. Tú tienes que parecerte, tienes que copiar lo que domina. No, eso no va por ahí. Porque, precisamente, si se va por ahí, se produce una especie de homogeneización de la sociedad, que es lo peor. Lo peor es la falta de diferencia, porque lo que nos fecunda, lo que nos enriquece, es la diferencia. Y sin embargo, no es que esté en contra de la idea de que la escuela tenga que estar al servicio de la sociedad. Lo que cuestiono es que este estar al servicio consista precisamente en copiar. No, estar al servicio significa mantener la diferencia, mantener la singularidad de este espacio, saber que cuando uno entra en la escuela respira un aire diferente. O sea, la escuela y la universidad son como espacios sagrados. Es decir, es algo que no se asimila a lo demás. Es algo en donde ha de verse otra manera de vivir. Se ha de vivir de otra manera. El umbral tiene que ser realmente revelador. El umbral de la puerta de una escuela o de una universidad. Y en este sentido, me parece que la palabra «resistencia» es muy oportuna. Es decir, son lugares de resistencia, son lugares preciosos de resistencia, en donde merece mucho la pena no perder esta pasión por lo diferente, que es valioso.

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"La escuela debe ser un espacio de resistencia"

Josep Maria Esquirol

27:47
Marta. Josep Maria, como directora de escuela infantil, me interesa mucho conocer tu opinión sobre el papel que juega la escuela en la sociedad y el valor de la escuela.

28:00
Josep Maria. A mí me gustan mucho las definiciones, que en realidad no son definiciones, porque una definición es querer trazar una línea, definir algo y por tanto dejarlo como ya cerrado. No, son aproximaciones más que definiciones. Por ejemplo, ¿qué es la escuela? ¿Cómo diríamos esta aproximación a la escuela? A mí me parece una manera muy bonita de decir que la escuela es aludir al lugar… El primer lugar al que uno va. Los chicos, las chicas, van… Los niños, las niñas, van a la escuela. Es una expresión muy bonita: «Ir a la escuela». Es una expresión paralela a «volver a casa». Volver a casa. Es decir, se va a la escuela, se vuelve a casa. Aunque no lo parezca, ahí hay una aproximación definición de casa. Es decir, ¿qué es la casa? ¿Qué es la casa para nosotros? El lugar al cual regresamos, al que volvemos. Eso es la casa. ¿Y qué es la escuela? O el instituto o la universidad. Es el lugar al que uno va, y la escuela en particular es el primer lugar al que uno va. Este movimiento es muy bonito porque es un movimiento muy humano. El humano sale, va a la escuela y regresa a casa. Y realmente esta repetición cotidiana, volvemos un poco a lo que decíamos antes de la cotidianidad. Esta repetición cotidiana no tiene nada de gris. En principio no debería tener nada de gris. ¿Por qué? Porque tiene todo el sentido. Porque en esta repetición, en esta repetición, se produce la diferencia. ¿Por qué se produce la diferencia a la repetición? Pues porque el ser humano es alguien susceptible de maduración. Es decir, el ser humano puede madurar. No está hecho ya desde el principio, no está hecho de antemano. Por tanto, hay un proceso de maduración posible. ¿Cómo se produce este proceso de maduración? Con esta repetición de ir a la escuela. Y ahí, en la escuela, una vez en la escuela, ¿qué es lo que ayuda a que se produzca esta madurez? Pues en general, lo que ayuda a que se produzca esta madurez tiene que ver, por una parte, con las formas valiosas. Con las formas valiosas. Es decir, con aquello que tiene un tipo de forma, en un sentido muy amplio de forma, un tipo de forma valiosa. Es decir, bella. Un tipo de forma bella. Un tipo de forma buena. Un tipo de forma verdadera.

31:08

Lo verdadero, lo bello, lo bueno, son siempre como una especie de formas. Formas muy flexibles que nos nutren y que ayudan a que nosotros mismos, a través de este contacto, con estas formas bellas, verdaderas, buenas, nos vayamos formando. La formación de uno mismo, la palabra también es muy reveladora, es decir, la adquisición de forma por parte de uno mismo se produce gracias a esta especie de cercanía, de vecindad, con esas buenas formas que, en el mejor de los casos, la escuela ofrece, que la escuela facilita, que la escuela regala. A mí me parece que lo que realmente constituye la fuente de riqueza de una comunidad, de un nosotros, de una sociedad, es la diferencia. Es la diferencia. Y esa diferencia es un enriquecimiento. Es algo que hace que la vida sea mejor. ¿Por qué? Porque, efectivamente, la riqueza está en la diferencia. Mientras que, cuando las cosas se tienden a homogeneizar, cuando todo se convierte en lo mismo o en casi lo mismo, se incrementa la inquietud, se incrementa, digamos, el malestar. Yo diría que uno de los problemas de la sociedad nuestra es de un malestar latente debido a este proceso de progresiva homogeneización. En las escuelas ha de notarse, ha de sentirse, algo diferente. Es decir, la forma de vivir, de respirar, de mirar, en casa debe ser una. La forma de vivir, de respirar, de mirar, en la escuela debe ser algo diferente, sin duda. Y esa diferencia es un enriquecimiento. Cuando me preguntan: «¿Tú qué crees que debe ser la universidad?». Y lo mismo diría para la escuela, pero más o menos haciendo esta proyección. Pues les respondo con una definición que daba un autor de finales de la Edad Media, Alberto Magno. Decía… Es una definición muy preciosa. «¿Qué es la universidad?». Dice: «Es la dulzura de la vida en común de maestros y discípulos en la búsqueda de la verdad». Yo pienso: «Ostras, es que es eso». Es decir, se habla de la dulzura de la vida en común, de maestros y discípulos en un mismo movimiento. No hace falta utilizar la palabra «verdad» si a uno le parece demasiado mayúscula, es igual. El caso es que no se habla de la competitividad, no se habla del individualismo, no se habla de los beneficios, no se habla de los resultados. Se habla de la dulzura de la vida en común. La dulzura de la vida en común. Esto es una maravilla, porque esto significa que es una manera de vivir. Que luego en el mundo del trabajo tal como está estructurado hoy te encuentres con otras cosas, de acuerdo. Incluso uno puede aceptar que en un momento dado no puede ser de otro modo o es difícil que se cambie de forma muy rápida. Pero, por lo menos, eso sí que está en nuestras manos, preservar esta forma diferente de vida.

35:03
Marta. Hablas del valor de la diversidad. En un mundo cada vez más intercultural en el que estamos, necesitamos saber convivir con personas de distintas culturas. ¿Cuál sería para ti el valor de la diversidad?

35:22
Josep Maria Esquirol. Hace ya bastantes años escribí un libro sobre ética intercultural y asumo lo que escribí en ese momento. Hablaba de esta manera, hablaba como de una misma base que nos permitía la comunicación y el entendimiento entre personas de culturas distintas. Lo que he hecho en los últimos años ha sido intensificar la atención hacia lo realmente más concreto. Entonces, ¿qué es lo más concreto? Pues las personas. Estoy dando… Cuando hablo de diversidad, estoy dando siempre más importancia a cada persona que no a estos elementos, digámoslo así, de definición cultural o de agregación cultural o de unidad cultural. ¿Dónde está…? A ver, la pregunta que yo me hago a mí mismo es: ¿Dónde está la auténtica diversidad? ¿Dónde está la diversidad más radical, eso sí, la más radical, la que está más en la raíz? Pues no hay duda. La más radical está en cada rostro personal. Cuando tradicionalmente o coloquialmente se dice: «Cada persona es un mundo», eso es muy sabio. Eso es tremendamente sabio. La diversidad está en cada uno, en cada uno. Cada uno de nosotros es realmente un mundo. Es que una persona es algo insondable. Somos tan diferentes. Yo miro a mis hijos y pienso: «Es que son realmente otros». Donde la palabra «otro» es «otro». Es decir, son tus hijos. Bueno, sí, sí, ciertamente. Pero ahí no hay nada que tenga que ver con eso de: «Y por eso los entiendo, por eso es como si fueran extensiones de mí mismo. Como si fuesen algo así como copias…». En absoluto. Es que en absoluto. Es decir, esta idea de que en cada rostro personal hay una especie de infinitud, eso es, sin ninguna duda, la base de la diversidad humana y no hay otra superior a esta. Aun así, admito que, digámoslo así, hay unidades… No unidades, aires, informaciones culturales que en cierto modo hacen que las personas tengamos algunos puntos de referencia diferentes, que evidentemente hablemos lenguas diferentes… Y eso sí que es una diferencia también, una diferencia muy importante. Pero junto a estas diferencias, ¿qué es lo que hay que advertir? Que todos podemos entendernos, yo diría incluso, casi perfectamente, porque la situación de la que participamos es la misma. Es decir, la condición humana, la situación humana fundamental, ¿cuál es? Es la de estar todos por encima de la horizontalidad de la tierra, como pequeñas verticales precarias. Y ahí estamos todos igual. Estamos sobre la tierra y bajo el cielo. Todos igual. Y esta situación fundamental es la que hace que las experiencias más fuertes, más radicales, sean también las mismas. Y por eso, a pesar de hablar de forma diferente, a pesar de tener puntos de referencia distintos, a pesar de tener una historia detrás también distinta, como la situación fundamental es exactamente la misma, nos entendemos, o por lo menos podemos entendernos.

39:13

Esta diferencia no es algo reñido con la juntura, digamos, la unión, sino lo contrario. Es decir, ¿cuál es la condición de posibilidad de que se establezcan lazos, de que se establezcan relaciones muy fuertes? La diferencia. Pero son, efectivamente, relaciones. Es decir, son uniones, son lazos, son junturas. A mí esta palabra también me gusta muchísimo, la de «juntar». Juntar no es confundir, juntar es unir. La confusión es algo que no nos va bien. Confundir es fundir como si todo pudiese formar parte de un mismo todo, valga la redundancia, como si todo fuese un todo. No, eso no refleja la situación humana. La situación humana queda reflejada cuando no se insiste en totalidades del tipo que sea, sino cuando se insiste en las junturas, en los ayuntamientos. Los ayuntamientos entre las personas, entre las casas, entre los pueblos. Cuando se tiene en mente algo así como una totalidad, en realidad ahí no se pueden dar relaciones, porque a lo sumo, en el seno de una totalidad solo hay partes, y las partes son simples partes. No son, digámoslo así, entidades diferentes. No son seres diferentes entre los cuales se puede establecer un vínculo. La parte al final es una mera parte y por lo tanto es algo en donde propiamente ya no cabe hablar de relación. Solo cuando hay diferencia, hay posibilidad de relacionarse y, por tanto, cuando no hay diferencia, todo es un todo y el ser y la nada coinciden.

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"Prestar atención es cultivar una actitud"

Josep Maria Esquirol

41:12
Marta. Otro de los temas sobre los que escribes es la importancia de mirar con atención. Me gustaría que nos explicaras cuál es la importancia de la atención.

41:23
Josep Maria Esquirol . A veces insistimos en que conviene prestar atención. ¿Qué significa prestar atención? Significa una especie de focalización, una especie de concentración. Y esta concentración es como un ejercicio, un ejercicio anímico, un ejercicio espiritual, un ejercicio… Si no se quiere hablar en estos términos, se puede decir un ejercicio intelectual. ¿Qué es lo que da este ejercicio? Pues un cultivo de la musculatura. No de la musculatura física, sino de esa musculatura que nos permite realmente mirar. Mirar es más difícil de lo que parece. Mirar, observar… Observar no es mirar fijamente, es una actitud. Es decir, la atención, prestar atención, es cultivar una actitud. Es cultivar una manera de estar. Aquí lo importante no es el resultado, sino que es el movimiento, el movimiento de prestar atención. Eso lo decía también muy bien, muy bien, magníficamente bien Simone Weil. Simone Weil decía: «Lo importante es que los chicos aprendan a prestar atención. El resultado es exactamente secundario». ¿Por qué? Porque ese ejercicio ya tiene en sí mismo sus beneficios. A mí también me gusta hablar de la atención por otro motivo. A veces tendemos a disociar ámbitos diferentes cuando realmente en la raíz se trata de la misma cosa. Y en este caso lo podemos mostrar con bastante facilidad. Cuando hablamos de la atención, nos referimos a un ejercicio que a la vez es cognoscitivo y moral o ético. Las dos cosas a la vez, y además de manera indisociable. ¿Qué significa cultivar la atención? Procurar… Fijémonos, procurar que la persona sea cada vez más atenta, más atenta. Y cuando decimos: «Es que es una persona muy atenta». ¿Qué significa que es una persona muy atenta? Pues ya le estamos dando un carácter… A esta denominación le estamos dando un carácter moral. Estamos diciendo que esa persona atenta se relaciona con su entorno, se relaciona con las cosas y sobre todo se relaciona con los demás de una manera peculiar, nunca con indiferencia, sabiendo guardar la distancia para no invadir. La atención es como un movimiento que te permite concentrarte y estar para alguien o por algo sin invadir, sin dominar, sin pisar. Es un movimiento, que sabe acercarse guardando la distancia. A mí eso me parece precioso, porque es como el entrenar la mejor manera de vivir, el entrenarse para la mejor manera de vivir. Y no es casual que la palabra «atención» tenga como un sinónimo la palabra «respeto». Es decir, la persona atenta, la persona que cultiva la atención, es una persona respetuosa. Y ahí pasa lo mismo. «Respeto» tiene que ver con este carácter moral, con esta actitud hacia las cosas, hacia los demás. Y sin embargo, la etimología de «respeto» tiene que ver con la mirada. De modo que tenemos esta especie de complicidad muy reveladora entre, digamos, lo cognoscitivo y lo ético.

45:43
Marta. Josep Maria, tú dices que no hay que prepararse para el futuro, sino que hay que hacer futuro. ¿Qué quieres decir con esto y cómo podemos hacer futuro desde la escuela?

45:53
Josep Maria Esquirol . Para el primero, tengo un cierto problema, en general, con las cosas que dominan, que tienden a ser hegemónicas. Y me doy cuenta de que últimamente se habla muchísimo de futuro. Todo el mundo habla del futuro y yo pienso que tengo que resistir a esa tendencia y, por lo tanto, hablar menos de futuro. Cuando se dice que hemos de prepararnos para el futuro, eso me parece también bastante terrible. ¿Por qué me parece terrible? Porque la connotación de fondo es que hay algo así como un fatalismo, aunque no lo parezca, hay un fatalismo, porque prepararse para el futuro es como decir: «Algo viene, algo viene. Algo nos viene y debemos prepararnos, porque si no, nos va a arrollar». Bueno, pero eso de que «algo nos viene» es precisamente la idea del fatalismo. Es como si hay algo ya preestablecido, una especie de destino, una fatalidad y, en el mejor de los casos, tú puedes tener un pequeño margen de maniobra para prepararte y no quedar mal parado. Bueno, no puedo compartir esta lectura de lo que es la situación humana. Yo creo que el mañana está abierto y depende de nosotros, sobre todo de nosotros. No solo de nosotros, pero sobre todo de nosotros. Y hemos de apelar a nuestra responsabilidad, no a nuestro ingenio para prepararnos. No, eso no. A nuestra… Es decir, cómo vamos a responder a lo que tenemos entre manos. Yo creo que el horizonte de la acción colectiva no está en el futuro, sino que está en el mundo. La alusión al mundo es mucho más directa y, además, es mucho más interpeladora. Porque el futuro siempre es futuro. Siempre está allí, nunca acaba de venir. Mientras que, en cambio el mundo, es un mundo y ahora. Y Lo tenemos aquí delante. Y la respuesta tiene que ser de ahora mismo. Es decir, el futuro permite discursos evasivos, permite discursos demagógicos, muchos, demasiados, mientras que en cambio el mundo permite menos demagogia y por tanto, la vergüenza es mucho mayor. Además, ocurre que «mundo» es una palabra muy bonita. Muy, muy bonita. Es verdad que la utilizamos como sinónimo de «universo» y por lo tanto de conjunto de cosas, pero también tiene otra significación que todavía no está totalmente perdida, que es la que vincula al mundo a algo armonioso, a algo bello, a algo limpio, incluso a algo justo.

49:10

La significación de «mundo», en este sentido, se parece a la de «cosmos» en griego. ¿»Cosmos» qué era? Lo armonioso, lo bello, lo justo en el sentido de lo ajustado. Es decir, la justicia tiene que ver con lo que está ajustado, lo que está bien unido. Y resulta que los romanos, cuando utilizaron la palabra «mundus», añadieron, respecto a los griegos, el sentido de lo limpio. ¿No? Y este es el motivo por el cual, nosotros en el lenguaje normal, conservamos una palabra que indica precisamente esto. Es decir, que indica lo contrario de esto, que es la palabra «inmundo». «Inmundo» significa precisamente «lo no mundo». Por lo tanto… ¿Y a qué asociamos lo inmundo, es decir, la inmundicia? A los desechos, a la degeneración, a cargárnoslo todo de la peor manera posible… Entonces, si inmundicia es esto, ¿qué es lo contrario de la inmundicia? Pues el crear mundo, el generar mundo. Es decir, el procurar que el mundo, es decir, esta especie de belleza, de armonía, de cosmicidad, de juntura, de justicia, sea todavía más mundo. Hacer de un mundo más mundo es generar, a partir de lo que nos admira, a partir de las bellezas que nos encontramos, a partir de las armonías que nos encontramos, generar todavía más, crear más mundo. Es como crear más casa, hacer que el mundo sea más casa. Porque, por hablar un poco mitológicamente, las fuerzas entrópicas, las fuerzas de la disgregación, continúan siempre siendo eficaces. Es decir, las cosas que hacemos, las cosas bellas que hacemos, las cosas bellas que construimos, todas ellas están sometidas al desgaste. Si tú no las cuidas, es como si uno no se cuida a sí mismo, pues mal andará. Si nosotros no cuidamos lo que construimos, pues eso tiende a petrificarse. Tiende a tomar movimientos inerciales ya muy, muy fríos. Entonces todo lo que hacemos, las escuelas… Si uno crea una escuela o ayuda a crear una escuela, eso es una institución. Entonces, uno puede decir: «Qué escuela más bonita que hemos creado, qué equipo docente más bien compenetrado, qué bien que se respira en esta escuela, qué ambiente tan amable…». Muy bien, si eso no se cuida, va a tender a desaparecer. No solo lo material, sino que ese ambiente humano va a decaer sin ninguna duda. ¿Qué es hacer más mundo? Es evidentemente construir más, construir más de todo lo que valga la pena. Pero es también saber mantener lo valioso. Mantener. «Mantener» significa tener entre manos, no dejar de tener entre manos lo valioso. La escuela es también un ejemplo privilegiado de eso. No podemos vivir de lo constituido, hemos de vivificar lo constituido, y eso es un reto permanente. Uno no puede simplemente ir a trabajar de forma más o menos fría en una institución, pensando que esa institución ya tiene su sentido, ¿no? El sentido de esa institución depende de tu capacidad de construir mundo, de generar mundo. Y eso, esa manera de hablar, yo creo que nos interpela muchísimo más. Interpela nuestra responsabilidad. No nos evadamos en el futuro, no huyamos hacia esta especie de cosa indomable, sino vayamos a lo que es muy concreto y está ahora aquí mismo, porque tiene que ver con nuestros oficios, nuestras dedicaciones, nuestras vocaciones, nuestro día a día. Eso es concreto y eso es lo que realmente pide nuestra respuesta, es decir, nuestra responsabilidad. Hacer escuela es construir mundo.

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"Hacer escuela es construir mundo"

Josep Maria Esquirol

54:01
Marta. Para terminar esta conversación, me gustaría hablar sobre tu último libro, ‘Humano, más humano’, y me gustaría preguntarte qué es lo que nos hace más humanos a los seres humanos.

54:12
Josep Maria Esquirol . En este último libro que he escrito, que forma parte del mismo camino de pensamiento de los demás libros que estoy escribiendo, en este último lo que he intentado es precisamente acercarme a lo que, desde mi punto de vista, sería el núcleo, centro, más profundo del ser humano. Y me parece que podríamos decir que este centro más profundo tiene que ver con lo que coloquialmente llamamos la fibra sensible. Es decir, la capacidad extraordinaria de quedar conmovidos. Lo que realmente me parece admirable es que el ser humano pueda conmoverse hasta extremos tan intensos. Esta posibilidad de conmoción me parece tan definidora de lo humano, que he buscado maneras distintas de hablar de esto mismo. Por ejemplo, con la alusión a la sensibilidad. ¿Qué significa un ser conmovible? Pues un ser afectable, un ser enormemente sensible. Un ser que puede estar, digámoslo así, conmovido, incluso por algo que es infinito. Es decir, a nosotros no nos conmueve solo algo definido, sino que incluso nos conmueve, fíjate, nos conmueve la nada de la muerte. Estamos conmovidos por la nada de la muerte. Desde muy temprano los chicos y las chicas sienten este aguijón de la finitud. Y vivir ya es vivir con esa conmoción, con esta especie de afección. Pero afortunadamente, no solo nos conmueve la nada de la muerte, también nos conmueve el gusto de la vida. Estamos conmovidos, profundamente conmovidos, por esta especie de abrazo de la vida, que es, a la vez, una especie de claridad y una especie de calidez. Vivir es darnos cuenta, este darnos cuenta, y este sentir algo agradable en este darnos cuenta, ¿no? Es verdad que a veces las circunstancias de la vida pueden ser tan duras y tan oscuras… Sin embargo, esta dureza y esta oscuridad son algo que ha de entenderse como que sobreviene a esta conmoción fundamental que es la de la vida misma. Entonces, en este último libro, insisto, por una parte, en este hecho de que en lo más profundo de nosotros mismos, en nuestro corazón, lo que hay o eso que simbólicamente llamamos corazón, en realidad lo que es, es una hondura increíble del sentir, una hondura increíble de nuestra capacidad de quedar afectados y del movimiento que viene a continuación. Porque la idea es que nosotros hablamos porque hemos escuchado. Es decir, siempre el primer movimiento es este. Algo viene.

57:55

Algo viene, algo nos toca, y de este estar tocado, de este estar conmovido, surge… Conmovido, que es un movimiento, de este movimiento de la conmoción, surge otro movimiento, que es el de la pasión. Nosotros somos seres apasionados porque, en primer lugar, somos seres conmovidos. Entonces esta pasión, este movimiento, que es el movimiento de vivir, es el movimiento anímico, es la vitalidad de la vida misma, esta vitalidad, ¿cómo se cultiva? ¿Cómo se hace más humana, como intento definir en el libro? ¿Cómo se hace más humano todavía lo humano? Pues la respuesta es bastante sencilla. Hay dos acciones, dos verbos principales de este incremento de la vibración, de este incremento de la pasión, que son los verbos amar y pensar. Amar y pensar. Es decir, quien ama, vive más, y quien piensa, también vive más. No es que se viva más largamente, sino que se vive más intensamente. Hay un… Como siempre, aquí la inspiración poética es insuperable y a la vez envidiable. Hay un verso de Hölderlin en donde, hablando de Sócrates, pone en boca de este sabio las siguientes palabras. Dice: «Quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo». Pues eso, es decir. «Quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo». Ahí están los dos verbos principales, «amar» y «pensar», que son los que hacen que la vida humana sea todavía más humana.

59:52
Marta. Muchas gracias por esta conversación. Ha sido un placer tenerte en ‘Aprendemos juntos’.

59:57
Josep Maria Esquirol . Muchas gracias a ti.

59:58
Marta. Gracias.