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Diez ideas para educar a tus hijos con filosofía

Carlos Goñi Zubieta

Diez ideas para educar a tus hijos con filosofía

Carlos Goñi Zubieta

Filósofo y escritor


Creando oportunidades

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¿Qué diría Sócrates a los padres y madres de hoy? ¿Cómo resolverían los filósofos clásicos un conflicto cotidiano con nuestros hijos? Carlos Goñi Zubieta lleva más de 25 años uniendo la filosofía a la educación, aportando claves útiles a los padres a la hora de educar a sus hijos. Todo ello junto a su mujer, la psicóloga y pedagoga Pilar Guembe.

Filósofo, escritor y asesor educativo, Goñi nos explica: “Muchas veces el sentido común es el gran olvidado en educación, y la filosofía puede aportar ese conocimiento y fundamento”. Para él, las reflexiones de los grandes filósofos de la historia pueden convertirse en claves pedagógicas para enfrentar el reto que supone educar, tanto en casa como en la escuela: “Gestionar la libertad de un adolescente, ayudarle a entender sus emociones o explicarle la importancia de los valores para no perder el norte en la vida… todo esto ya lo explicaron los filósofos, y nosotros podemos aplicarlo”, resume.

Para concluir, lanza una pregunta clave: ¿qué es lo más importante en la educación de los hijos? “La educación de los padres”, afirma. Y es que, añade: “En la época en la que estamos no vale con tirar de buena voluntad y afecto. Los padres de hoy debemos formarnos, informarnos y leer sobre educación para aprender, en definitiva, a ser padres”.

Carlos Goñi y Pilar Guembe llevan más de 25 años dedicados a la enseñanza. Carlos es doctor en Filosofía y escritor. Pilar es pedagoga, profesora y orientadora. Ambos escriben habitualmente en medios de comunicación sobre educación y crianza. Son coautores, entre otros títulos, de ‘Educar con filosofía’ y ‘Educar sin castigar’. Goñi también es autor del libro '¿De qué va la filosofía?', de la editorial ARPA.


Transcripción

00:04
Laura Ayerbe. Hola, Carlos, mi nombre es Laura Ayerbe, soy psicóloga, y es un placer estar contigo aquí hoy. A lo largo de estos años has estado estudiando la relación que existe entre educación y filosofía, y viceversa. Siempre hemos dicho que para educar a un niño hay que tomárselo con filosofía, pero ¿para ser buenos padres es necesario ser filósofo?

00:32
Carlos Goñi. Bueno, tampoco es cuestión de que tengan que ser todos los padres filósofos, porque se puede ser un buen padre y no saber nada de filosofía, o ser un gran filósofo y ser un mal padre. Eso es evidente, pero la filosofía, que decimos que es inútil, que no sirve para nada, que es un saber noble, en ese sentido de que no tiene una utilidad. Yo pienso que no es así. Al revés, la filosofía es útil, muy útil, si sabemos aplicarla, si sabemos lanzar las preguntas adecuadas a los diferentes filósofos. Nos pueden enseñar, nos pueden servir para educar a nuestros hijos en muchos aspectos. Por ejemplo, nos pueden ayudar a focalizar las preguntas, a hacernos las preguntas adecuadas, a analizarlas correctamente, a tomar distancia, a ser objetivos, cosa que a los padres nos cuesta bastante ser objetivos con nuestros hijos. O a ser realistas, nos ayuda a mirar con intensidad los conflictos que podemos tener. Una mirada intensa que nos da la filosofía, incluso nos ayudan a utilizar el sentido común. Oliver Preston decía que la filosofía es el sentido común en traje de etiqueta y yo creo que el sentido común, digamos, es el gran olvidado, y muchos padres, aunque parezca mentira no lo utilizan. Por eso, ¿la filosofía qué nos da? Yo podría resumirlo como un famoso cocinero que dice: «Cocinar con fundamento», pues la filosofía lo que nos da es fundamento.

Diez ideas para educar a tus hijos con filosofía. Carlos Goñi
02:08
Laura Ayerbe. Carlos, Sócrates dijo aquello tan famoso de «Solo sé que no sé nada» y muchas veces así nos sentimos los padres y madres de hoy con respecto a nuestros hijos porque no sabemos muchas veces cómo seguir adelante en determinadas situaciones, ¿cómo entendía Sócrates la educación y cuál sería el consejo que nos daría a los padres y madres de hoy en día?

02:37
Carlos Goñi. Realmente, los padres partimos de una ignorancia socrática respecto a la educación de nuestros hijos. La educación parte de la ignorancia, pero en este caso una ignorancia mutua, porque ni los padres hemos aprendido a ser padres, ni los hijos, lógicamente, saben ser hijos, de alguna manera partimos de cero. Sócrates fue un gran educador y su método yo creo que todavía es útil. El método que él llamaba «mayéutica» y la educación en el fondo es extraer de cada uno lo mejor de sí. Y los educadores lo que tenemos que hacer es eso, extraer de cada uno lo mejor. Sócrates nos lo cuenta, que es ese arte que llama mayéutica, el arte de dar a luz las ideas la aprendió de su madre en Fenaretes, que era comadrona, lo que hacía la madre era ayudar a las mujeres a dar a luz a sus hijos. Y se le ocurrió a Sócrates hacer lo mismo, pero con sus discípulos, ayudarles a dar a luz las ideas, están dentro, sacar de dentro, que es lo que hace una comadrona. La comadrona no da a luz, la comadrona ayuda, asiste al parto. Pero Sócrates nos habla de su madre, no nos habla de su padre, pero la tradición habla de Sofronisco, que era su padre, y la tradición dice que era escultor, bueno que era picapedrero. Los más optimistas dicen que era escultor.

04:14

Quizás en el taller de Fidias o de Mirón, pero era escultor, es decir, picaba piedra. Y yo creo que Sócrates también aprendió que el arte de dar a luz, el arte que aprendió de su madre se complementa con el del escultor. ¿Qué hace el escultor? Quitar de la piedra aquello que estorba para que salga una escultura, un boceto de una escultura, por ejemplo. Entonces, los padres de Sócrates nos dan una idea importante de qué es la acción educativa. Consiste en ejercer de comadronas y de ejercer de escultores. El propio Miguel Ángel, el escultor, decía: «Yo, en un trozo de mármol, yo veo ahí una escultura, lo que hago es quitar para que salga la escultura», salga un Moisés, salga un David, salga una Piedad. Entonces, los padres y los educadores lo que tenemos que hacer es eso. Escultores y comadronas.

05:30
Laura Ayerbe. Para ti también es importante, o le has dado relevancia al mito del carro alado de Platón y cómo es importante para, por ejemplo, que nuestros hijos se pongan a estudiar o tomen una decisión importante en la vida. ¿Podrías contarnos un poco más sobre este tema?

05:55
Carlos Goñi. Platón decía que educar es enseñar a desear lo deseable, cosa que no es nada sencilla, ¿verdad? Y ponía el ejemplo del carro alado que has dicho tú, nuestra alma, decía él, es como un carro alado que está tirado por dos caballos y conducida por un auriga. Hay un caballo que representa nuestra voluntad, las ganas de hacer las cosas bien, y el otro caballo es un caballo más díscolo, un caballo que representa nuestros instintos y nuestros sentimientos, pero que deben ser atizados y guiados por el auriga que es la razón, representa la razón. Platón lo tenía muy claro, si la razón gobierna todo va bien. Si cada uno hace lo que tiene que hacer. Si el caballo de la voluntad lo sabes llevar bien, la razón lo sabe llevar bien y el de los instintos lo sabes controlar, irá perfectamente. Entonces, yo creo que esta teoría de Platón nos sirve, nos sirve mucho en educación, porque podemos explicar a nuestros hijos y a nuestros alumnos que hay que conducir. Conducirse en la vida es controlar esos dos caballos y ellos tienen que descubrir o les tenemos que enseñar cuál es ese caballo díscolo que a veces hay que refrenar porque los sentimientos te llegan, te acaecen, no son ni buenos ni malos, sino que están ahí.

07:29

Pero hay unos que te hacen mejor y hay otros que te llevan por otros caminos. Entonces hay que saber desear lo deseable, que es difícil. A mí me gusta explicar este tema uniendo, igual me voy un poquito, pero explico el temperamento y el carácter. El temperamento… temperamento viene de temperatura, lo que te llega, una emoción, te llega; un sentimiento, te llega; ese es el temperamento ¿qué puedes hacer? Lo que puedes hacer es desviarlo, desviarlo. Ese desvío lo haces mediante el carácter, carácter que en griego significa marca. Es decir, tú haces una marca y el temperamento se diluye, se va. Esa es la importancia de la educación, educar el carácter, esa marca. ¿Y sabes en la antigua Roma cómo se hacían las marcas? Con el «stylus», con el palito ese que… se marcaba. Y el «stylus»… de ahí viene el estilo. Tenemos un estilo educativo, vamos marcando. Podemos comparar, por ejemplo, con el riego de un huerto, es un ejemplo un poco, pero te llega el agua de la acequia, sería el temperamento, y eso lo tienes que encauzar. ¿Cómo lo encauzas? No haces nada con el agua, para encauzar el agua tienes que trabajar la tierra, entonces retiras la tierra y el agua va por donde tú quieras. Eso sería el «stylus», sería eso, el marcar el carácter para que el agua vaya por donde tú quieras que vaya, ¿no?

Diez ideas para educar a tus hijos con filosofía. Carlos Goñi
09:20
Laura Ayerbe. Carlos, Tomás de Aquino nos contó la diferencia entre ser y estar, y cómo esto cobra gran importancia tanto para los padres como para los profesores. Explícanos un poco más por qué es tan importante.

09:40
Carlos Goñi. La teoría fundamental de Tomás de Aquino es la diferencia entre esencia y ser, ser y estar. La diferencia entre ser y estar es difícil de explicar sobre todo a las personas que aprenden nuestro idioma, cuesta mucho, es que estoy y soy, la diferencia. En general, «ser» es para situaciones, digamos, categóricas, «Yo soy de esta manera» y, en cambio, el «estar» es para circunstancias, es circunstancial. Es muy importante hacer esa diferenciación cuando estamos educando. El lenguaje es muy importante, hemos dicho, y es casi metafísico en ese sentido, porque si a un niño le dices: «Eres vago», ya lo estás etiquetando, tú estás, digamos, esa es su esencia: «Eres vago», que es muy diferente decirle: «Hoy estás vago». Por eso cuando los padres decimos demasiado: «Eres un desordenado», «Eres un fracasado», que lo decimos, lo decimos. Entonces, el utilizar el verbo «ser» es demasiado fuerte en educación, habría que utilizar «estás»: «Te estás comportando como…», «Con lo estudioso que tú eres» o «Con lo ordenado que tú eres, ¿cómo tienes la habitación así?». Entonces, «Anda, soy ordenado», entra aquí. Entonces, más que el dilema de Hamlet: «Ser o no ser», el dilema de la educación es ser o estar. Dejemos el «ser» para las cosas buenas y el «estar» para las cosas negativas, cosas educables, porque lo que es, es. Es muy difícil cambiarlo.

11:37
Laura Ayerbe. Para los padres que tenemos hijos adolescentes sabemos la importancia de la frustración. Frustrarse es imprescindible para vivir y aquí te basas y te apoyas en los estoicos para contarnos esto. ¿Qué dirían los estoicos acerca de la frustración?

12:02
Carlos Goñi. Pues la verdad es que el pensamiento estoico nos está sirviendo bastante últimamente. El estoico lo que nos dice es, primero, que es mejor no desear, pero eso lo dejamos aparte, pero que hay que admitir lo que nos sucede y asumir lo que nos sucede, esas frustraciones. Lo que deberíamos hacer los educadores, o los padres, deberíamos hacer como los monitores de esquí, que lo que enseñan a sus pupilos, a sus alumnos es a caerse. ¿Por qué? Porque saben que se van a caer durante el aprendizaje y durante la ejecución del esquí se van a caer muchas veces. Por lo tanto, primero aprende a caerte porque te vas a caer muchas veces y si te vas cayendo pocas veces y vas teniendo pequeñas frustraciones, no llegarás a una gran frustración que no la podrás pasar. Lo que hacemos los padres muchas veces es evitar esas frustraciones, hacemos como cuando barremos y metemos debajo de la alfombra. Tú vete barriendo y metiendo debajo de la alfombra, que al final la porquería está en la alfombra y te vas a tropezar con la propia alfombra y no vas a ver dónde está. Y eso va a ser una caída peor. No es cuestión de provocar esas frustraciones en los hijos, pero con naturalidad, «Hoy no toca esto», «Hoy te desconectas a esta hora», «hoy no… tal». Ese decir «no», los estoicos nos dirían: «Pues hay que hacerlo». Hay que hacerlo porque esas pequeñas frustraciones nos van a ayudar a crecer, a fortalecernos, porque el camino tiene sus baches y hay que saber sortearlos.

13:51
Laura Ayerbe. Insistiendo un poco en la adolescencia, que es esta época tan complicada. Muchas veces el tema de la libertad y cómo gestionarla, cómo hacer cuando nos piden más libertad de la que parece plausible en ese momento de la vida. ¿Qué nos diría algún filósofo acerca de este tema de la libertad?

14:17
Carlos Goñi. Sobre la libertad han hablado muchos filósofos, pero podemos acudir a una máxima que propuso Stuart Mill, que es: «Mi libertad acaba donde empieza la de los demás». Esto también lo hemos tenido muy claro últimamente, que hemos tenido que renunciar a nuestra libertad para que puedan tener más libertad el resto de personas, ¿verdad? Los bebés necesitan atenciones. Los niños, limitaciones. Y los adolescentes, razones. Llega la adolescencia y dices: «Ahora tendría que poner límites», pero ahora no es el momento de poner límites. Ahora es el momento de razonar esos límites que ya has puesto. Entonces son muy importantes los límites para entender la libertad, porque el adolescente entiende la libertad… El adolescente descubre la libertad, descubre, se mira a sí mismo y descubre su intimidad y descubre la libertad. La libertad es, pues eso, entienden los adolescentes, como… yo explicaría como un globo, un globo que se va llenando de nada y que va de aquí para allá y eso es la libertad. Vuelas y ya está, esa es la libertad, pero realmente eso no es libertad. La libertad se parece más a la cometa que está sujeta con un hilo. Vuela, pero gracias a que tiene un soporte. Hay que saber que la libertad no es hacer lo que te da la gana, y eso les cuesta a los jóvenes descubrirlo porque no les hemos puesto los límites en su momento. Suele ocurrir eso.

16:06
Laura Ayerbe. Carlos, se habla últimamente de que existe una crisis de valores. No solo por nuestros jóvenes, sino de la sociedad en general. ¿Y qué dirían los filósofos acerca de esta crisis?

16:24
Carlos Goñi. Yo siempre he oído que estamos en crisis de valores. Ya tengo una edad y creo que si vamos a siglos anteriores también hablaban de crisis de valores. Pero esa crisis de valores será porque los valores no se exigen, la crisis sería de exigencia, de autoexigencia. Si tú a tu hijo le has inculcado el valor de la honestidad, pues le estás exigiendo… o ese valor le está exigiendo ser honesto y claro, eso cuesta de alguna manera, la exigencia. Los valores son importantísimos, los valores se transmiten en la familia, los valores son como la casita de piedra de los tres cerditos. Es decir, si tú formas a tus hijos, les vas dando cañas o tablas, vendrá al lobo y destruirá la casa. Me gusta más el ejemplo del tentetieso, el tentetieso, ¿sabes lo que es? Estos muñecos que tienen una base que pesa y entonces basculan, pero nunca, nunca caen. ¿Y por qué no caen? Por el peso que tienen, ¿y ese peso que son? Los valores. Si tú a tus hijos, a tus alumnos, los cargas de valores saldrán a flote gracias al peso de esos valores. Por lo tanto, crisis de valores en ese sentido sí, porque no acostumbramos a llenar ese depósito, porque parece que les estamos forzando si damos valores, pero es mejor tener valores que no tenerlos, lógicamente.

18:15
Laura Ayerbe. Muy bien. Hablando de valores, la educación en igualdad es de vital importancia. Y aquí te apoyas en dos grandes filósofas, Hipatia y Simone de Beauvoir. ¿Por qué es tan importante? ¿Qué deberíamos cuestionarnos acerca de este tipo de educación?

18:38
Carlos Goñi. Respecto a la educación y la igualdad es importante que tengamos referentes femeninos y los hay en la historia de la filosofía. No muchos, pero los hay. En nuestro libro ponemos a cinco en concreto, por ejemplo el de Hildegarda, tenemos a Hipatia de Alejandría, tenemos a Simone de Beauvoir, tenemos a Hannah Arendt y a María Zambrano. Las pensadoras que han roto, por ejemplo, Simone de Beauvoir, que han roto el muro del machismo. El muro del machismo es importante romperlo, pero hace falta algo más y por eso hace falta la familia, la educación desde abajo, desde el centro, desde el origen. Nosotros hablamos en este libro de la canción, esa famosa canción de los payasos de la tele de ‘una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que planchar’, que de pequeñitos la cantábamos todos. Que yo siempre la he interpretado como una canción protesta. Es decir, pobre niña que no podía ir a jugar porque nadie le ayudaba, porque esas tareas eran para la mujer.

20:00

Entonces, ¿cómo solucionamos esto? No lo podemos solucionar aquí, pero la educación tiene mucho que hacer. Para solucionar el problema que tiene la niña de la canción, no se trata de repartir las tareas en la familia, sino de compartirlas. Nosotros preferimos, cuando digo nosotros es Pilar y yo, que escribimos el libro juntos, preferimos hablar de compartir. En la familia se comparte. No se reparte. Repartir es algo artificial, algo que te viene impuesto de fuera. Lógicamente las leyes sí que tienen que repartir, pero a compartir se aprende en casa. ¿Y cómo se aprende a compartir? Nosotros decimos: «Se transmiten los valores como se siembra el trigo». ¿Cómo se siembra el trigo? Sembrando el trigo. ¿Cómo se transmiten los valores? Viviendo los valores. Yo, si no tengo el valor de la amistad, si no le doy importancia a la amistad, no tengo amigos y tal, es muy difícil que transmita ese valor a mis hijos porque la única forma es viviendo esa amistad. Pues lo mismo ocurre con compartir, ¿cómo se aprende a compartir? Compartiendo. No repartiendo. Eso de tú haces esto, yo hago lo otro, es una imposición. Se comparte, en la familia se comparte, no se reparte.

Diez ideas para educar a tus hijos con filosofía. Carlos Goñi
21:27
Laura Ayerbe. Me ha gustado mucho en tu libro el capítulo que dedicas a Guillermo de Ockham y la idea de su navaja para enfrentar problemas. Cuéntanos un poquito más cómo funcionaría esta idea y quién era Guillermo de Ockham.

21:48
Carlos Goñi. Bueno, Guillermo de Ockham es un fraile franciscano del siglo XIV que se hizo famosa su teoría sobre la navaja, la llamada «La navaja de Ockham», que consiste simplemente en no multiplicar los entes sin necesidad. En evitar las abstracciones e ir a lo concreto. Esa navaja, como el bisturí, diseccionar y fijarnos en lo concreto. De hecho, en educación lo vemos, los problemas que tenemos en una familia o en una escuela son problemas concretos, entonces no nos sirven las soluciones abstractas. «Pórtate bien», decimos a los niños, «Pórtate bien», es lo más abstracto que se le puede decir a un niño. A un niño pequeño al que tú le dices: «Pórtate bien», dice: «¿Qué quieres decir? Que no me peleé con mi hermano, que coma bien, que deje dormir, que no salte en el sofá, que…», etc. Entonces Guillermo de Ockham te diría: «Disecciona, trabaja el tema concreto», porque lo abstracto lo alejamos y lo que está alejado de alguna manera no accedemos a ello, lo dejamos sin solucionar y utilizamos lo que Guillermo de Ockham le decía el nominalismo, puros nombres a cuestiones que no son reales. Lo real es lo particular. «Estudia más». ¿Qué tienes que hacer? Estudiar más, vale, pero ¿cuál es el problema? Igual el problema es que no estudio bien. O el problema es que no entiendo… no tengo base o que no entiendo las matemáticas. Hay que diseccionar y ver cuál es el problema y eso arrastrará otros valores, otras soluciones.

22:42

Es lo que se llama el efecto cereza. En una bandeja de cerezas tú coges una y muchas veces se enganchan las cerezas, ¿verdad? Pues coges una cereza, quieres coger una y coges otras. Dedícate solamente a un aspecto concreto, trabájalo y ya verás como el problema no es que saca malas notas, el problema es que no toma bien los apuntes, yo que sé, cualquier otra cosa. Si trabajas eso, seguramente harás que saque buenas notas, estará más contenta esa chica o ese chico le irá mejor en otros aspectos. Con la cereza vas arrastrando otros valores, otras situaciones.

24:12
Laura Ayerbe. Carlos, volviendo al tema de la adolescencia, que es esta etapa tan complicada, sobre todo para los padres, en tu libro hablabas de la dialéctica de Hegel para enfocar esta etapa, desarróllame un poquito como…

24:32
Carlos Goñi. Bueno, Hegel es uno de los autores más complicados, más difíciles de la historia de la filosofía y su dialéctica, que es una tesis, una antítesis y una síntesis, pues esto lo puedes aprender, lo puedes explicar, pero quien realmente sabe lo que es la dialéctica hegeliana es un padre y una madre cuando tienen un adolescente, porque un adolescente lo que tiene que hacer es ser la antítesis de las tesis de los padres. Esa brecha generacional que, de pronto, el adolescente va a decir: «Pues yo no estoy de acuerdo». ¿Qué le pasa a una adolescente? El adolescente, primero, no sabe que es adolescente, no ha sido nunca adolescente. Por eso los padres somos los que tenemos que hacer ese esfuerzo de ponernos en su lugar y de intentar entenderlos. Pero la antítesis, la negación, es inevitable. Llegará un momento en que esa antítesis, esa negación dé lugar a la síntesis, a la madurez, y para el adolescente llegue la madurez, y para los padres, la paz, podríamos decir. Que no debe ser así, que la etapa de la adolescencia la tenemos que vivir y la tenemos que disfrutar los padres también. Pero es verdad que hay adolescentes difíciles, es verdad.

26:01

La adolescencia es un viaje de exploración hacia el interior de uno mismo. De pronto, un adolescente descubre el yo, descubre su intimidad, descubre lo que hemos dicho antes también, la libertad, y tiene que sumergirse. Pensemos en una piscina, tiene que sumergirse. Tú estás fuera, que eres la madre y el adolescente está dentro. ¿Cómo os comunicáis? Difícil. De vez en cuando sale a la superficie y hay que aprovechar: «Hoy ella está receptiva, voy a hablar con ella» y es porque ha subido a la superficie, pero lo que tiene que hacer un adolescente es sumergirse para encontrarse a sí mismo. Después ya saldrá, pero bueno, solo tenemos que entender. En una carrera de relevos hay una zona de transición, una zona en la que podemos dar el relevo al siguiente corredor. Pues imaginaros que los padres somos los que llevamos el testigo y los adolescentes los que lo tienen que recoger, y tenemos solamente la adolescencia para entregar el testigo. Fíjate, los padres llegamos cansados de la carrera y somos los que nos tenemos que esforzar en dar bien el testigo para que no se caiga. ¿El adolescente qué tiene que hacer? Mirar adelante, puede mirar un poquito para atrás, poner la mano en cuanto sienta algo y tirar. Pues eso es lo que tiene que hacer el adolescente, vivir su vida. La vida es de nuestros hijos, no es nuestra. Eso lo confundimos a veces los padres. Nosotros cuando hablamos de Malebranche hablamos de los padres providencia, que son más que los padres helicóptero, estos que vigilan a sus hijos, son aquellos que quieren vivir su vida en sus hijos, o que sus hijos vivan su vida. Y esto no es así. El hijo tiene que coger el testigo, el relevo, y tirar para adelante.

27:13

Y luego llega aquello que se solía decir: «Para un niño su padre lo sabe todo, para un adolescente, su padre no sabe nada». Está pasado de moda, no entiende las cosas, no me comprende, no se entera. Pero cuando pasa la adolescencia, entonces la persona dice: «Cuánto sabía mi padre». Eso que a mí me contaron una vez que se suele decir, es la propia vida, la vida es una carrera de relevos.

Diez ideas para educar a tus hijos con filosofía. Carlos Goñi
28:33
Laura Ayerbe. Hablas en tu libro ‘Educar con filosofía’ de un decálogo para educar. ¿Cuál sería este decálogo?

28:42
Carlos Goñi. Bueno, en ‘Educar con filosofía’ tratamos muchos temas, lógicamente, y al final se puede recoger una especie de catálogo, podríamos decirlo así. Pues son como ideas que se van quedando como máximas filosóficas que se podrían ir quedando, que las podríamos guardar en nuestro acervo educativo, decir: «¿Qué tenemos que tener en cuenta?», pues la primera podría ser que un ejemplo vale más que mil palabras, es la coherencia. Los padres debemos ser coherentes porque los hijos ven lo que decimos y oyen lo que hacemos. Entonces, lo más importante es ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que pensamos y lo que decimos. También nos planteamos en el libro, en un momento, digo nos planteamos porque el libro está escrito con mi mujer Pilar Guembe, lo escribimos juntos, ¿qué educa más, lo que se es o lo que se hace? Es una pregunta filosófica bastante interesante. Y la conclusión que sacamos que es: tanto una cosa como la otra. O mejor dicho, la coherencia entre una cosa y la otra, entre lo que somos y lo que hacemos. Por lo tanto, un ejemplo vale más que mil palabras sería la primera máxima.

29:57

Segunda máxima: los hijos nos necesitan para llegar a no necesitarnos, y esto a los padres les cuesta entenderlo. Somos imprescindibles para llegar a ser prescindibles, para que ellos sean autónomos. Si no conseguimos esa autonomía, no hemos llegado a educar. La tercera máxima podría ser: todos los padres quieren a sus hijos, es evidente, pero no todos saben quererlos. Darles todo lo que quieran, el mimarlos, no dejar que tropiecen, etcétera, etcétera, no es quererlos bien, porque no queremos su bien, queremos nuestra tranquilidad. Entonces, no todos los padres saben querer. La cuarta máxima podría ser: el mayor enemigo de la educación es la prisa. Tenemos que, siguiendo el ejemplo del cocinero, cocinar a fuego lento. No querer quemar etapas. Mi hijo tiene que ser el primero en leer, el primero en… no, tenemos que respetar esa evolución normal, natural, de la educación. No tenemos que forzar. La quinta máxima sería: para extinguir una conducta, lo mejor es ignorarla. Es un principio, digamos, psicológico, conductista, si quieres, tú lo sabes, pero es así. Los niños lo que hacen es querer llamar la atención, nuestra atención. Entonces, las típicas rabietas sabes que la forma de extinguir esa rabieta es ignorarla. Lógicamente, con sus connotaciones, no podemos pasar del asunto.

31:42

La sexta máxima sería que toda ayuda innecesaria es una limitación. Si ayudamos de manera innecesaria, sin necesidad de hacerlo, estamos limitando a nuestros hijos. No podemos hacer lo que ellos pueden hacer. Es más fácil, lógicamente, hacerles la cama que hacer que se hagan la cama, pero si conseguimos que se la hagan no les estaremos limitando. Nos pasamos otra vez de proteccionismo. La séptima máxima sería que nos tenemos que adecuar a las circunstancias, a la edad y al lenguaje del niño. Tenemos que ponernos no a su nivel, sino en su nivel. No nos podemos poner a su nivel porque nosotros somos los que tenemos que educar, lógicamente, pero si en su nivel. Lo típico cuando un niño pequeño te agachas para decirle algo, lógicamente tienes que mantener… te tienes que adecuar. Tenemos que vigilar mucho lo que decimos y cómo lo decimos y adaptarnos a esas circunstancias. La educación es personalizada siempre, es de persona a persona. No podemos educar a granel. No es café para todos, sino cada hijo tiene sus circunstancias. Cada hijo tiene su manera de ser, su manera de entender las cosas, etcétera. La octava máxima podría ser: convertirnos los padres en juguetes para los hijos. Es decir, jugar con ellos. El juego es el disfraz del aprendizaje. Están aprendiendo jugando. Recuerdo un anuncio de hace mucho tiempo que había un niño sacando los juguetes, los paquetes y de repente encontró un palo: «Un palo», gritaba. Entonces, al abrir el regalo decir: «Un padre, o una madre para jugar». Necesitan jugar.

33:38

La novena máxima, penúltima máxima, sería que la educación necesita la mediación del afecto. No se puede educar, yo diría ni educar ni enseñar, si no media el afecto. Si yo no quiero a esa persona a la que estoy educando, no la educaré. De hecho, cuando recordamos a los profesores, ya no hablo de educación de padres a hijos, sino de profesores, recordamos a aquel que tuvimos una relación afectiva, que nos dijo algo a nosotros, no a la clase, sino que una vez nos dijo algo personalmente a nosotros. Y la última, la décima máxima, podría ser ¿qué es lo más importante en la educación de los hijos? Pues la respuesta sería la educación de los padres. En la época en la que estamos no vale con tirar de buenas intenciones, de mucho cariño, que hay que ponerlo, lógicamente, de sentido común, sino que los padres tienen que aprender también a ser padres. Tienen que formarse leyendo libros, escuchando a los tutores, etcétera. Pidiendo ayuda porque a veces tenemos que pedir ayuda. A veces los problemas, circunstancias, los conflictos nos superan y no pasa nada por pedir ayuda. Estas, de alguna manera, serían esas diez máximas, que podrían ser más, y que van saliendo, lógicamente, en el libro muchas más para educar con filosofía, con fundamento.

35:11
Laura Ayerbe. Carlos, cuéntame, ¿qué es la educación para ti? De todo esto que hemos estado hablando, ¿en qué resumirías tú la educación?

35:25
Carlos Goñi. A lo largo del libro hay bastantes definiciones. La educación es amar. La educación es transmitir valores. La educación es… entonces, buscar una definición de educación… son todas las definiciones. Hablamos en un momento de educación como rebeldía. La educación es un acto de rebeldía, y es verdad, y es verdad. María Zambrano dice que el ser humano nace dos veces o tiene que nacer y tiene que renacer. El primer nacimiento es el nacimiento biológico, el de la biología, nacemos a la vida, pero todo ser humano tiene que renacer a la cultura, a la humanidad. Cada ser humano tiene que inventar la humanidad. Cada ser humano tiene que llegar a ser un ser humano. Y eso no se es porque sí, sino gracias a la educación, la educación de los padres, la educación de la escuela, la educación de la sociedad. Entonces, la educación sería ese renacimiento, ese llegar, el proceso mediante el cual las personas llegamos a ser humanos, seres humanos.

36:47
Laura Ayerbe. Muy bien, pues Carlos, ha sido un auténtico placer estar contigo aquí hoy, hemos aprendido mucho y… hasta la próxima.

36:58
Carlos Goñi. El placer ha sido mío. Muchas gracias.