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Aprender a vivir en el presente

Álvaro Neil ‘Biciclown’

Aprender a vivir en el presente

Álvaro Neil ‘Biciclown’

Viajero


Creando oportunidades

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Álvaro Neil ‘Biciclown’

Álvaro Neil, conocido como ‘Biciclown’, fue abogado tiempo atrás. Un día, decidió cambiar el sillón de una notaría por el sillín de una bicicleta. Y se fue a recorrer el mundo sobre ruedas. Durante trece años, recorrió pedaleando más de 200 mil kilómetros y 117 países. Saboreó la libertad, aprendió el valor de lo inmaterial y conoció a personas que le enseñaron la importancia de la solidaridad. “Viajar es el mejor antídoto contra el racismo”, afirma.
‘Payaso de corazón’ - así se define - decidió ofrecer su espectáculo de ‘clown’ allí donde más necesario era el humor: en centros de refugiados, cárceles, hospicios. Afirma que su misión en la vida es enseñar a otros a disfrutar más del presente, porque para él “es el mejor país que existe”. Emotivo, inspirador y lleno de humor, ahora ha vuelto para lanzar un mensaje esencial: “¿Alguien sabe cuánto tiempo va a vivir?”. Y añade: “Todos tenemos fecha de caducidad, igual que los yogures”. Álvaro Neil ha producido cinco documentales y es autor de seis libros. Cuando emprendió su viaje, muchos pensaron que estaba loco. Él responde con seguridad: “No creo que sea una locura perseguir tus sueños. La locura es que se te pase la vida sin vivirlos”.


Transcripción

00:13
Álvaro Neil. Buenas tardes. ¿Qué tal? Cuando recorrí África, una persona me contó una historia de un hombre blanco que iba a cazar búfalos. Tenía que llegar el viernes, porque es cuando los búfalos cruzaban un río. Entonces, contrató porteadores para correr y llegar rápido. Les pagó mucho dinero. Y el jueves, los porteadores se sentaron y dijeron: «No podemos seguir». «¿Por qué? Queréis más dinero, ¿no? Esto es una huelga». «No, no, no. Es que hemos venido tan rápido que nuestro espíritu se ha quedado en el camino. Hemos llegado nosotros, el cuerpo, pero el espíritu está en el camino». Esto me ha pasado muchas veces, que vas a un lugar, llegas tú, pero falta el espíritu. Y a lo mejor os ha pasado a vosotros, que todavía estáis desayunando. Vosotros estáis aquí, pero el espíritu está desayunando o se está levantando. Voy a hacer un ejercicio, si queréis acompañarme, para reunir el espíritu y el cuerpo. Es muy sencillo. Cerrad los ojos, por favor. Cerrad los ojos y respirad. Simplemente sentid cómo entra el aire. Y sale. Respirad despacio, sentid cómo el aire entra en vuestro cuerpo… Muchas gracias, ya podéis abrir los ojos. Mi espíritu, por lo menos, ha llegado. Se había quedado atascado en un semáforo en las calles de Madrid.

01:57

Mi nombre es Álvaro Neil, el ‘Biciclown’, y os voy a contar una historia. En realidad, vais a viajar conmigo por el mundo y vamos a aprender muchas cosas de este viaje. Yo tengo la intuición de que vamos a aprender. Y justo es la intuición la que ha hecho que yo esté aquí. Yo he estudiado la carrera de Derecho. He opositado a notarías. Durante cinco años estuve estudiando nueve horas al día. Es lo más duro que he hecho en mi vida. Más incluso que la vuelta al mundo en bicicleta. Llegué a aprobar unos exámenes, pero no todos, así que decidí dejarlo. Y encontré trabajo en una notaría, casualmente, no como notario, sino como oficial. Pero un día pensé: «Quizás hay otras formas de vivir». Yo tenía una enfermedad que se llama «mapamunditis». Que ves un mapa del mundo y dices: «Ay, ¿cómo será China? ¿Y cómo será Australia? ¿Y Bután? ¿Y Nepal? ¿Y…?». Y entonces echas números y dices: «A ver, yo trabajo, así que tengo un mes de vacaciones al año». Si sumo los países que hay en el mundo, creo que son más de 190. Yo necesitaría más de 190 meses de vacaciones. Es decir, tendría que vivir 190 años. Nadie lo ha conseguido.

Aprender a vivir en el presente. Álvaro Neil ‘Biciclown’
03:28

El trabajo me daba dinero, pero me quitaba tiempo. Así que la intuición me dijo que podría hacer otra cosa con mi vida. Y probé suerte. El ocho de octubre de 2001… ¿Habéis nacido en el 2001 vosotros? ¡Madre mía! Incluso antes de que hubierais nacido, yo ya cambié de vida, y en 2001 empecé a recorrer en bicicleta América del Sur. Llegué a La Paz, Bolivia, bajé hasta Ushuaia, Tierra del Fuego, subí Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Paraguay y Uruguay. Un viaje de año y medio. Más de 31.000 kilómetros. Cuando yo trabajaba en Madrid, tenía una afición. Yo soy payaso. Yo soy de las pocas personas que le llamas payaso y no se enfada. Cuando yo escucho en un accidente de tráfico: «¿Pero no me viste que venía? ¡Payaso!». Digo: «¡Eh, ese soy yo!». A nadie le llamas policía, bombero, carpintero… Pero «payaso» parece un insulto. Yo soy payaso a mucha honra. Y decidí llevarme el payaso conmigo a Sudamérica. Pero no lo llevé para ganar dinero, lo llevé para regalar. Yo hacía el espectáculo en los lugares más humildes: en orfanatos, en cárceles… Entonces, diréis: «Bueno, ¿y cómo financiaste el viaje?». Bueno, pues fue un proyecto autofinanciado. Vendí el auto. Vendí el coche que tenía y con el dinero del auto pagué el viaje. Pero como no era un Mercedes, era simplemente un Twingo, no me daba para mucho. Así que tenía que ir pidiendo alojamiento en bomberos, en iglesias… He dormido en los lugares más insospechados. Y al terminar ese viaje, volví. Y todos pensaron: «¿Ya te has curado?». Y digo: «No, ahora es peor. Ahora tengo que dar la vuelta al mundo. Esto es incontrolable».

05:28

Porque los sueños te vuelven la vida patas arriba. Los sueños, cuando son de verdad intensos y nacen del fondo del corazón, te cambian la vida. Y me la cambió. Escribí un libro de aquella experiencia, Kilómetros de sonrisas. Y en el libro escribí: «El autor se irá a dar la vuelta al mundo el 19 de noviembre del 2004». ¿Sabéis por qué puse una fecha? Porque los sueños solo los cumples cuando les pones fecha. Cuando haces público tu sueño, cuando publicas, cuando te comprometes. Así que el 19 de noviembre del 2004, había un montón de gente esperando que me fuera, y yo no estaba preparado. Pero el camino te prepara. El camino te enseña. En el camino aprendes. Y partí. Partí sin saber cuántos años iba a tardar. Yo pensé ocho o nueve, no sé. Salí de Oviedo, recorrí España, entré a África, recorrí África por la costa oeste hasta Sudáfrica. Subí… Todo esto en bicicleta, ¿eh? Subí hasta El Cairo. Ahí, a los tres años, me paré, escribí un libro: África con un par. Seguí por Asia, Oriente Medio, pasé por Siria antes de la guerra, en el 2008. Uno de los pueblos más hospitalarios. Recuerdo una conferencia en un colegio en EE. UU., y un chico me pregunta: «¿Cuáles son los países más peligrosos que has visitado?». Y le digo: «¿Cuáles crees tú?». Y me dice: «Irán, Sudán y Siria». Y digo: «No te lo vas a creer. Esos tres han sido los más hospitalarios». Y yo lo sé porque los he recorrido, no porque lo he visto en la tele. De hecho, no tengo tele desde hace muchos años.

07:15

Llegué a Nepal, entré a China, Mongolia y llegué a Japón en el 2011. ¿Sabéis lo que pasó en Japón en el 2011? El tsunami, ¿verdad? Me agarró el tsunami cuando estaba allí. Y fue una oportunidad de poder hacer mi espectáculo de payaso para la gente más humilde, los que habían perdido todo. Volé a Australia, recorrí Nueva Zelanda, llegué a Hawái, a Alaska, y recorrí toda América de punta a punta. Otra vez llegué a Ushuaia. Esta vez un día antes del invierno, con nieve. Subí a Brasil y en barco crucé a Europa. Llegué a Italia diez años después. Subí a Noruega, a Cabo Norte, bajé a Grecia… Todo esto en bici, ¿eh? Bajé a Grecia, subí a Inglaterra a ver a la reina, la vi, y volví a España, Portugal, y regresé a la ciudad de la que había partido 13 años después. El mismo día, el 19 de noviembre, pero 13 años después. La persona que llegó no es la misma que la que se fue. La persona que llegó había aprendido muchas cosas. Porque viajar es una gran universidad. Yo había recibido educación de mi familia, del colegio, de la universidad… Pero el viaje tenía otras enseñanzas para mí que luego quiero compartir con vosotros.

08:38

Al terminar, yo no tengo casa. Digo: «¿Dónde vivo?». Así que compré una autocaravana y vivo en una autocaravana. Voy dando vueltas por España dando conferencias. Vivo en el presente, porque para mí es el mejor país que existe. Después de haber recorrido más de 117 países, el presente es un país, y yo trato de vivir en el presente. Trato de darle a un botón que todos tenemos, que es el botón de la pausa. Yo le doy a la pausa varias veces al día. El mundo sigue corriendo. Y yo hago un ejercicio de respiración y digo: «Wow, estoy aquí. Estoy vivo». ¿Alguien sabe cuánto tiempo va a vivir? Todos tenemos fecha de caducidad, igual que los yogures. Está aquí, en la tapa, solo que está por debajo y no la vemos. Y este es uno de los sonidos más hermosos que hay en el mundo: el silencio. ¿Lo habíais escuchado antes? Es difícil escuchar en la ciudad el silencio. Se escucha en los desiertos. Estoy seguro de que tenéis alguna pregunta para mí, así que estoy deseoso de escucharla.

09:57
José. Buenas, Álvaro. Un día decidiste cambiar el sillón de una notaría por el sillín de una bici. Tuvo que haber una razón última para decir: «Me voy, esta es». ¿Y qué es lo que dejaste atrás que te tiraba?

10:15
Álvaro Neil. Si tú tienes un vaso de agua que está casi a punto de rebosar y le echas una gota… Sabéis eso de que la gota que derrama el vaso, ¿verdad? Cuando se desparrama el agua por la mesa, vete a buscar la gota culpable. No la encuentras. Entonces, en mi vida, hubo muchos hechos pequeñitos que se fueron juntando hasta que un día dije: «Me voy». Pero fue la intuición la que me dijo «Vete». Y fue una lucha interna que hubo. Hubo como un combate de boxeo dentro de mi cabeza entre la conciencia y la intuición. Y esto ocurría de la siguiente manera. La intuición decía: «Álvaro, tío, vete a dar la vuelta al mundo, es que lo llevas dentro». Y entonces la conciencia salía y decía: «¡Ja, qué lista eres! ¿Y cuando vuelva de qué va a vivir? ¿Y dónde va a vivir? No tiene pensión, no tiene jubilación. ¿Cómo va a hacer eso?». La intuición se callaba… Y a los dos meses volvía el combate de boxeo en mi cabeza. «¡Álvaro, vete! ¡Cobarde!». Y la conciencia: «Sí, cobarde. Pero cuando vuelva, ¿de qué va a vivir? Así que un día intervine y dije: «Vamos a ver, chicas, un momento. ¿Quién es el director de esta obra de teatro?». Y me dijeron: «Tú». «Ah. Vale, pues despedido». Y contraté a otro, que era yo mismo pero reencarnado, ¿verdad? Y dije: «¡Tú te callas!», le dije a la conciencia. «Voy a darle un voto de confianza a la intuición y voy a intentarlo». Porque las cosas hay que intentarlas. Si no lo intentas, nunca sabrás. El fracaso no es conseguir un diez en el colegio. El fracaso es no intentarlo. Yo no fracasé opositando a notarías. ¿Sabéis por qué? Porque lo di todo, no me quedó nada, me entregué en cuerpo y alma. No lo conseguí. No importa, pero estoy satisfecho. Cuando haces todo, nadie te puede pedir más.

12:22

Y al volver, yo pensé que iba a encontrar respuesta a esas preguntas de la conciencia: ¿Dónde vas a vivir? ¿De qué vas a vivir? Y ocurrió algo mágico, mucho mejor. Cuando volví, no había preguntas. La conciencia se había esfumado, se cansó de gritar. Y el destino me puso delante una posibilidad de comprar una autocaravana y ahí está. Y voy viviendo día por día. Yo no sé dónde duermo mañana. Soy un nómada. En realidad, todos los sois, porque todos estamos de paso en esta vida. La vida es un viaje. Gracias a que existe la muerte, la gente cumple sus sueños. Porque si no los postergaríamos: «Bueno, ya lo haré». ¡No! ¡Lo tienes que hacer ya! Acordaros de la tapa de los yogures: no se sabe cuándo va a ocurrir. Lo único que tenéis que hacer es prepararos y saber distinguir si eso que tenéis dentro es un sueño o es un mero deseo. Yo digo que las decisiones de este tipo se toman a los 33 años. Has estudiado, has visto la vida, e incluso has trabajado, y ahí la vida te dice: «¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Cuál es tu misión en la vida?». Todos vosotros, todos tenéis una misión en la vida. Aún no lo sabéis. El reto es descubrirla. Y el día que la descubráis, id a por ella. Vale la pena vivir la vida si cumples tu misión. Y yo ahora lo he hecho.

13:57
Pablo. Muchas gracias por tu testimonio. Te quería preguntar… Tú te defines como un nómada. ¿Qué valores se aprenden viajando como un nómada?

14:04
Álvaro Neil. Cuando eres nómada, no puedes llevar muchas cosas. Mi bicicleta, con la que viajaba, tenía muchas alforjas, pesaba unos 85 kilos. Es como si hubiera llevado a uno de vosotros a dar la vuelta al mundo. Pero claro, vosotros no me cocináis, no me dais la ropa… La bicicleta tenía todo. Tenía una cocina… Yo llevaba todo lo que necesitaba para sobrevivir en la bicicleta. Pero no puedes llevar mucho. Durante muchos años, he usado la misma ropa. Esto es una ventaja, porque cuando me levantaba no tenía que pensar si me pongo la camisa verde o la roja. Me pongo la que hay. Y cuando el sol la rompía, conseguía otra. Por la mañana, para desayunar, no podía elegir si mermelada de piña o de naranja amarga. Me ponía la mermelada que había, si tenía. Y esto me ha ayudado a aprovechar el tiempo. No he perdido el tiempo eligiendo cosas materiales. Las cosas materiales están a mi servicio, no yo al de ellas. Yo hago un ejercicio que os recomiendo: cuando voy a comprar algo a una tienda o a comer, yo pienso antes: «¿Cuánto yo pagaría por esa chaqueta?». Yo lo pienso, digo… Por decir un ejemplo, 25. «Hola, ¿qué tal? ¿Cuánto cuesta la chaqueta?». «Treinta y ocho». «No, muchas gracias». Y a lo mejor tengo el dinero, pero es importante que vosotros fijéis antes el valor que pagáis por las cosas, antes de que el mercado os diga lo que valen. Porque si ellos te dicen 38 y tú no has hecho ese ejercicio, cuando llegas los pagas, porque los tienes. No, primero marca tu criterio: ¿Cuánto yo estoy dispuesto a pagar por esto? «Vale, lo compro».

Aprender a vivir en el presente. Álvaro Neil ‘Biciclown’
15:48

Ser nómada me ha enseñado estas cosas. Me ha enseñado lo bueno que es que el sol salga por la mañana. El sol ha sido mi calefacción. Durante muchos años. Incluso cargaba un panel solar que llevaba, donde me daba electricidad para suministrar energía al ordenador o al teléfono. Los últimos años, porque casi siempre he estado sin teléfono. Ser nómada te enseña a saber que un árbol es una sombra, que cuando las ramas se mueven te están saludando. Que cuando los pájaros llegan por la mañana te están diciendo buenos días. Estableces una relación directa con la naturaleza. El hombre no ha hecho la naturaleza. Existía antes que nosotros. Y es un regalo. Nada hay más perfecto que la naturaleza. Y nuestra misión no es mejorarla, es conservarla. Y ni siquiera somos capaces. Ser nómada es lo mejor que me ha pasado en la vida, yo os lo recomiendo.

16:43
Miriam. Supongo que al dejar todo y decidir recorrerte el mundo en bicicleta, tuviste que renunciar a cosas. Entonces, ¿nos podrías comentar a qué cosas o cosa renunciaste?

16:54
Álvaro Neil. Elegir es un ejercicio de libertad. Vosotros lo habéis hecho esta mañana. Tú has elegido ponerte esas zapatillas, seguro que tenías otras. Has renunciado a ponerte otras zapatillas. Sin embargo, yo no veo esa parte negativa de la renuncia, yo me quedo con la positiva: lo que he ganado con la elección. En el momento que eliges un camino, debes olvidarte de los otros caminos. Disfruta ese camino. Yo no veo en mí una renuncia, sino una opción de vida. En la vida se pueden hacer muchas cosas. Yo he querido hacer esa. Y lo he querido hacer intensamente y lo he querido hacer con pasión. Porque pasión es lo que hace que uno no sienta que está trabajando. Cuando trabajas con pasión, no trabajas, estás disfrutando, estás jugando. Y yo le digo a la gente: «Por favor, vivid con pasión. Si sois un padre, sed el mejor padre. Si sois un estudiante, sed los mejores. Pero no porque os vayan a poner un diez, sino porque estáis aprendiendo». Si estudiáis para sacar un diez en francés, nunca sacaréis un 11. Y si estudiáis para aprender francés, no importa la nota, estáis aprendiendo. Si eres un médico, sé el mejor médico del mundo. Hay que ir a lo grande, no basta con dar una vueltecita en bicicleta por España. ¡Da la vuelta al mundo! Es una ironía, porque cuando yo terminé Kilómetros de sonrisas, el proyecto de Sudamérica, volví y preparé la vuelta al mundo. Durante un año y medio estuve preparándola. ¿Qué hice? Por la mañana, trabajaba de bicimensajero para mantener un poco la forma física, al mediodía iba a clases de francés, y a las tardes escribía el libro y buscaba algún patrocinador. ¿Sabéis cómo se llama la bicimensajería? La Luna. Y yo decía: «Estoy trabajando en La Luna y después me voy a dar una vuelta por la Tierra en bicicleta».

18:54
Irene. Hola, Álvaro. Lo primero, que eres un pro, porque cuentas cosas superinteresantes y muy razonables. Y mi pregunta es: Todos sabemos que viajar es una forma de aprender. ¿Qué se aprende viajando? ¿Qué has aprendido tú viajando?

Álvaro Neil. He aprendido lo ignorante que soy. Yo no sabía cuál era la capital de Bután. ¿Lo sabéis vosotros?

Público. No.

19:15
Álvaro Neil. Claro, ¡tenéis que viajar! (risas). La capital de Bután es Timbu. No sabía que para ir a Bután hacía falta una visa que cuesta 250 dólares por día. Y no sabía que me la iban a regalar. Viajando descubres que todo el mundo quiere lo mismo, todo el mundo tiene los mismos miedos, todo el mundo le tiene miedo a la muerte, porque no hablan con ella todos los días. Viajando descubres que la gente está ahí para ayudarte, que son tus amigos. Descubres que nadie eligió dónde nacer, ni siquiera el color de piel que lleváis puesto. No lo habéis elegido. No hemos elegido nada, nos ha tocado. De hecho, las posibilidades de nacer son mínimas, y aquí estamos. Y viajando descubres que no hay fronteras más grandes que las mentales, que no hay límites mayores que los que tú te pones. Yo he dicho: «¡No puedo más!». De verdad, a veces… En Perú, me acuerdo una vez, a casi 5000 metros, no podía más. Lloré de dolor. Y no tenía el 112 para que me vinieran a sacar de allí, tenía que salir yo, estaba solo. Y desde que dije «No puedo más» hasta que pude montar la tienda y dormir, igual pasaron cuatro horas. ¡Pero si yo ya no podía más a las cuatro de la tarde! ¿Cómo he conseguido llegar aquí?

20:39

Porque podemos mucho más de lo que creemos. Porque nosotros somos la única limitación que existe en este mundo. Si os creéis algo, lo podéis conseguir. Yo nunca pensé que iba a dar la vuelta al mundo. De hecho, cuando lo veo ahora, digo: «¿Será verdad o será Photoshop?». Pero sí, lo debí hacer. Porque si te marcas objetivos pequeños y los vas cumpliendo, cuando los sumas… ¡Guau! Te da un gran proyecto. Yo no salí de Oviedo pensando en dar la vuelta al mundo, solo pensé en llegar a León. Y en León pensé en llegar a Sevilla. Y en Sevilla a Marruecos, y en Marruecos a Mali, Nigeria, Camerún, Gabón, Congo, Angola… Y así, poco a poco. Poneros proyectos concretos, poneros objetivos realizables, medibles. Y si os equivocáis, reformulad el objetivo. Yo tenía en la bicicleta un cartel que ponía: «2004-2014». Cuando llegó el año 2014, estaba en Perú. Digo: «Uy, yo no llego a España». Así que hice así, lo taché y puse: «2017». Y ya está. No seáis esclavos de los objetivos, sed realistas. ¿Os habéis marcado un objetivo exigente? Cambiadlo. No pasa nada, no estáis fracasando por eso. Estáis fracasando si os mantenéis en un objetivo imposible de cumplir. A mí me gustaría ir a pedalear por la luna, pero no va a ser posible por el problema de la gravedad. Todo eso he aprendido viajando.

22:13
Cristina. Hola, Álvaro. Nos tienes enganchadísimos contándonos tu experiencia. Muchas gracias. ¿Qué les puede enseñar un payaso a los niños?

22:22
Álvaro Neil. Muchas gracias por la pregunta. Es curioso, porque un payaso no tiene nada que enseñar a los niños. Un payaso solo tiene que aprender de los niños. Cuando yo quiero tomar ideas para un espectáculo, voy a un parque infantil donde los niños de hasta cuatro años están jugando y me muero de risa. Ver a un niño querer subirse a una silla es un espectáculo de circo. ¡Lo intenta por todos los lados! Y te dan ganas de ir y ayudarle. Déjale, déjale. Porque está aplicando la creatividad, está descubriendo. Y uno aprende jugando. El espectáculo que yo he hecho por el mundo no era solo para niños, yo he actuado para adultos también. De hecho, actuar para adultos era mucho más gratificante. Porque los adultos sabían que no había comida en casa. El niño no lo sabe. Y el adulto tiene todos esos problemas en la cabeza y le dicen: «Viene un payaso a un espectáculo». «Puf, payaso… Venga, vamos». El adulto tiene problemas. Hay que sacarle de los problemas y llevarle al juego. El niño ya está en el juego, el niño es puro juego. Yo he aprendido un montón de los niños en el viaje. Para mí, el niño es el mayor payaso que existe. Y una de las cosas que me arrepiento de no tener hijos es no haber tenido uno para poder analizarle y estudiarle bien a fondo.

23:41
Laura. Hola, Álvaro. He visto en tus vídeos y conferencias que dices que es muy importante cumplir los sueños y me gustaría que hablases sobre ello.

23:47
Álvaro Neil. Es muy peligroso hablar de sueños a chicos tan jóvenes, no sea que lo dejéis todo y mañana os larguéis por ahí. Recordad lo que he dicho antes: esperad un poco. Y no desechéis nada. No quiero decir con esto que lo probéis todo. Yo no he tenido que probar la cocaína para saber que no es buena. O sea, hay unos límites. «Esto no lo voy a probar, ¿sabes?». Pero investigad. A lo mejor no os gustan las matemáticas. Bueno, a lo mejor os viene bien un día porque conocéis una chica muy bonita que estudia matemáticas y queda muy bien decirle el teorema de Pitágoras, ¿sabes? Nunca se sabe en qué vais a utilizar el conocimiento. Aprended todo lo posible. El conocimiento es bueno. Y os ayudará a identificar un día vuestro sueño.

23:46

Yo a vuestra edad no tenía ni idea de que iba andar en bicicleta por el mundo. ¡Ni idea! Yo jugaba a rugby… Era otra persona diferente. Y la vida, un día, te hace: «¡Pam! Este es tu sueño, esta es tu misión en la vida». Es muy raro que lo descubráis antes de los 33. Muy raro. Así que esperad un poquito. Y hasta esa edad no hagáis nada irreversible. No tengáis hijos. ¿Vale? Esperad un poquito, ya llegará. Porque los hijos me han dicho que no tiene garantía, no se pueden devolver. Disfrutad la vida y aprended. Y un día, el sueño os encontrará. No vayáis a la búsqueda, él os va a encontrar a vosotros.

Aprender a vivir en el presente. Álvaro Neil ‘Biciclown’
25:20
Paula. Yo te quería preguntar que por qué elegiste la bici cuando podías viajar en moto o en coche. Y qué es lo que te ha enseñado montar en bici durante tanto tiempo.

25:31
Álvaro Neil. ¿Alguno de vosotros ha viajado en bicicleta? ¿Habéis hecho algún viaje en bicicleta? Bueno, es lo más grande que hay. Es lo más grande que hay. La bicicleta me ha enseñado lo rica que es el agua. Yo, antes de viajar, mi bebida favorita era la cerveza. Después de dar la vuelta al mundo, el agua. Y sin hielo, por favor. Porque si bebes el agua con hielo, el cuerpo tiene que calentarla. Gasta energía en eso. En China, cuando crucé por primera vez la frontera, me dieron un vaso de agua caliente. En China beben agua caliente. Hice… Y digo: «Pero ¿estás loco?». «Perdón, aquí el agua se toma así, así el cuerpo no tiene que calentar». «¡Ah! Mira por dónde». La bicicleta es un medio de transporte humano. Todo lo que ocurre en la bicicleta, ocurre a velocidad humana. Porque el que está encima es un ser humano. En la bicicleta puedes escuchar a los pájaros, puedes escuchar un arroyo, puedes escuchar a la gente que te dice: «¡Eh, dónde vas! ¡Para! «. La bicicleta me ha abierto muchas puertas. «¿Que vienes de Mali hasta aquí, hasta Angola, en bicicleta? Pasa, chaval, pasa. ¿Qué quieres tomar?»

26:48

La bicicleta ha hecho que me borrara del gimnasio. Yo hacía unas cinco o seis horas de bicicleta al día. Y cuando las pulsaciones estaban pum, pum, pum, pum… Paraba, sacaba una foto, bebía agua. No estaba batiendo ningún récord. La bicicleta ha llevado toda mi casa encima. La bicicleta me ha enseñado que el viento sopla de frente. Cómo molesta, ¿eh? O que te empuja porque sopla de espaldas. La bicicleta es el mejor descapotable que existe. Y el más barato. No tiene ventanillas ni puertas. El sol, por la mañana, te saluda, la lluvia te moja… Y cuando subes una montaña de 5000 metros, en bicicleta, y tardas varios días, cuando llegas arriba, no sacas un selfi, te tiras en el suelo a descansar. Y entonces llegan los turistas en el coche, en el 4×4, y se sacan selfies y se van. Y ahí está la montaña. Y ahí estás tú, dándole las gracias a la montaña porque te ha permitido subir. La bicicleta te enseña humildad. Y te enseña que la montaña de 5000 metros que subiste ayer no te sirve el mes que viene para subir una montañita de 1000 metros. Porque requiere otra vez todo tu esfuerzo. Si viajas en coche, el mundo lo ves así. A 120 por hora. En moto, así, a 110 por hora. Y en bicicleta, así. Uno de mis documentales se llama A la velocidad de las mariposas. Porque yo he viajado a la velocidad de las mariposas. Incluso me adelantaban en las subidas. Solo que yo luego, en la bajada, las pasaba.

28:37
Paloma. Hola, Álvaro. La verdad es que es un lujazo estar aquí y compartir esta experiencia contigo. Uno de los continentes por donde más has viajado es África. Y, bueno, como docente, no puedo evitar conectarlo con aquello que decía Nelson Mandela de que la educación es la mejor arma para cambiar el mundo. ¿Qué piensas de eso?

28:57
Álvaro Neil. La palabra «arma» no me gusta. Pero es muy útil. Si tú deconstruyes la palabra «arma», como hacen los cocineros con un plato de cocina, tienes las mismas letras que en la palabra «amar». Y la palabra «amar» me gusta más. Amar es posiblemente la mejor educación para cambiar el mundo. Es lo que quiso decir Mandela, solo que le tradujeron mal. Creo que el respeto es lo más grande que tenemos en esta vida. Y se puede respetar con una sonrisa. Un consejo que os doy: cuando viajéis, si vais con gafas de sol, cuando habléis con alguien, quitaos las gafas. Porque si la persona puede ver vuestros ojos, está viendo mucho de ti. Le estás respetando, le estás diciendo: «Aquí estoy. Hola». Creo que respetar es lo más grande que podemos hacer. Respetar cuando entras en el autobús y saludas. Respetar cuando hablas con un amigo y no estás con el teléfono. Estás con tu amigo, dale tu tiempo a tu amigo. Respétale. El respeto es la mejor educación para cambiar el mundo.

30:09
José. Siguiendo hablando de educación, yo que soy educador, y sabiendo que has recorrido tantos países y has visto tanto mundo, has conocido a muchos niños y niñas muy diferentes, de niveles económicos, culturales… ¿Son muy distintos los niños y niñas de cada sitio? ¿Cómo aprenden?

30:29
Álvaro Neil. Muchas gracias por la pregunta. Claro que son diferentes. Yo he visto niños en África que iban a la escuela con una silla porque no había sillas en la escuela. He visto niños que llevaban agua. Porque no había en los baños agua y tenían que usarla cuando iban al servicio. Esos niños aprenden que una silla… ¡Wow! Es un bien importante. Que el agua es un valor escaso. He visto niños en Pakistán que volvían de la escuela con una caja de zapatos. Y digo: «¿Y eso?». Porque una vez al año les daban un par de zapatos. Curiosamente, al día siguiente los vi, y volvían a la escuela con los zapatos, sin la caja. Pero no los llevaban puestos, los llevaban en la mano. Cuando entraban a la escuela, se los ponían. No querían desgastarlos en el camino hasta la escuela. Pero querían que sus amigos les vieran con los zapatos nuevos. Y al salir de clase se los quitaban porque así les duraban más. Ellos tenían un par de zapatos. Esos chicos yo creo que han aprendido verdaderamente lo que es la vida. Han aprendido el valor de las cosas. El exceso es tan malo como la carencia. Tener mucho es un problema. Imagínate que te levantas por la mañana y tienes 800.000 zapatos que ponerte. ¡Vaya dolor de cabeza! ¿Qué me pongo hoy? Y yo, durante muchos años, era: «¡Son esos, si es que no hay más!». Perdía 0,5 segundos en elegir lo que me ponía. Yo creo que los chicos aprenden en función del país en el que están. Y cuanto más humilde económicamente es el país, más fácil tienen aprender ciertas cosas que son imprescindibles para la vida, como el valor de una silla o el valor del agua.

32:17
Enrique. Bueno, Álvaro, hablas de experiencias inolvidables, muy emocionantes, pero supongo que también habrás tenido que convivir con la soledad, con la incertidumbre. ¿Qué puede aprender una persona de sí misma en un viaje como este, en un viaje vital como el que has hecho tú?

32:35
Álvaro Neil. La soledad, para mí, ha sido una gran compañera. De hecho, a veces quieres estar solo y llega alguien y lo fastidia, ¿verdad? Estar solo ha sido un gran aprendizaje. A veces encontraba a otros viajeros o viajeras, esto último es más raro, y viajaba junto con ellos, y eran grandes amigos. Hay un amigo que me lo encontré en Mozambique en el 2006 y en Alaska en el 2012. Hay una persona que estaba caminando alrededor del mundo, un canadiense, Jean Béliveau. Me lo encontré en Perú en el 2002 y me lo encontré en la entrada de Yakarta, la capital de Indonesia, en el 2009, siete años después. Y sin haber quedado. «¡Hombre, Jean!». «¡Álvaro!». Y es muy bueno compartir una semana con él, pero después quieres estar solo. Porque solo aprendes más. Solo, la gente viene más a hablar contigo. Cuando te ve en un grupo, dice: «Bueno, está acompañado». Pero cuando te ven solo, la gente se anima a ir a hablar contigo. Y la incertidumbre es una de las manifestaciones del miedo. Es lo que se conoce como «el Ysis». No digo este grupo islámico terrorista, me refiero al Ysis. «¿Y si pincho? ¿Y si tengo malaria? ¿Y si me quedo sin dinero?». El Ysis mata tus sueños. El Ysis te retiene a cumplir tus proyectos. El Ysis es la incertidumbre.

34:04

Cuando yo trabajaba en la notaría, me encargaba, entre otras cosas, de los testamentos. Y venía la gente a hacer testamento y decía: «Hola, buenas tardes. Venía a hacer testamento por si me muero». «Hombre, será para cuando se muera, porque morir se va a morir». «Hombre, claro, toca madera». Y digo: «No, no es madera, es chapada, no…». Claro, la muerte es incierta en el cuándo pero no en el «si». Va a ocurrir, no sabemos cuándo. ¿Y vivimos con miedo? No. Vivimos un poco alocadamente, como si no fuera a ocurrir nunca. No hay que tener miedo a ciertas cosas. Porque yo tenía miedo al volver: «Ah, ¿y dónde voy a vivir?». Y resulta que encuentro una autocaravana. La vida te provee. Cuando tú estás cumpliendo tu misión, todo te ayuda. Pero no hay que tener miedo a la incertidumbre. Y hay que disfrutar la soledad. Porque si tú no sabes estar bien contigo mismo, ¿quién va a querer estar contigo?

35:07
Pablo. He leído que de todos los países a los que has ido, en los más pobres es donde has encontrado a la gente más solidaria. Me gustaría que nos explicases un poco para ti qué es la solidaridad.

35:19
Álvaro Neil. Es cierto. Igual lo habíais escuchado antes, ¿no? «La gente más humilde, la que menos tiene, es la que más te da». Pero es que lo he visto. Me acuerdo una vez en un poblado africano que fui a pedir un lugar para dormir, y siempre tienes que ir a hablar con el jefe del pueblo, porque él es el que controla. Hay como que presentarse. Y siempre aparece un profesor de inglés o de francés para hacer de traductor. Y le expliqué que necesitaba un lugar para dormir. Y el hombre dijo: «No te preocupes. Duermes en mi casa». Yo ya había dormido en muchas casas de mucha gente, y sé que mi tienda de campaña está muy limpia y prefiero dormir en mi tienda de campaña. No entra ningún bicho, cierras con la cremallera y ya está. Así que le dije al traductor: «Dile que voy a dormir en mi tienda, fuera». No sé en qué dialecto, y el jefe dice: «¡No, no, no, no! ¡Hay leones!». Y le digo: «Mira… Prefiero los leones posibles que las cucarachas seguras, así que voy a dormir afuera». Y el hombre… Claro, era su responsabilidad que yo estuviera en su pueblo. Si me comía un león, aquello iba a salir en las noticias. Con lo cual, cuando estoy montando la tienda, veo que entra en casa, sale y saca la cama. Puso su cama al lado de mi tienda de campaña para dormir, para cuidarme. Qué fuerte, ¿no? A la mañana, cuando me levanto, abro la tienda y no estaba la cama. Digo: «Uy, el león se lo comió entero. ¡Con cama y todo!». Sale de la casa. Digo: «Pero ¿qué pasó?». «Uf, mucho frío, mucho frío». Pero su corazón era enorme.

37:03

Otra vez, en Perú, llegué a pedir asilo a una iglesia. No había nadie, pero la mujer que tenía las llaves de la iglesia me dijo: «Mira, ven a dormir a casa si quieres». Pero en la casa no había lugar. Dormí en la cocina. Y esto me recuerda a cuando alguien me dice: «Te invitaría a casa, pero no tengo lugar». Para invitar a alguien hay que tener lugar en el corazón, no en el salón. A esa persona le sobraba lugar. Y me invita a la cocina y monté el campamento. Y no estaba el marido, claro, esto es un poco… Puede dar lugar a malentendidos, a que la gente hable mal en el pueblo, pero ella quería ayudarme. Y a la mañana siguiente, estoy durmiendo y noto un peso en la cama como que se sienta alguien. Yo no quería abrir los ojos, digo, no sea que la mujer… No, era el marido. Había venido de viaje. Y le digo: «Me invitó tu mujer, ¿eh? Quiero decir, no es lo que parece». «No, no, tranquilo, tranquilo». Me dice: «Mira, soy profesor y todavía no nos han pagado el sueldo. Nos lo van a pagar, pero aún no nos han pagado. Y vengo de Lima de reclamar. ¿Tú me podrías…?»

38:07

El hombre se moría de vergüenza para pedirme esto. «¿Tú me podrías adelantar 100 dólares? Tengo una prima que vive más arriba de Perú. En Huaraz. Cuando llegues vete a su casa, ella te los devuelve». ¿Qué haríais? ¿Cómo me puedo negar? La mujer me había ofrecido un lugar para dormir la noche anterior. Y ahora era yo el que podía ayudar. No tenía otra que darle los 100 dólares. «Toma». «Mi prima…». «Tranquilo, espero que sí, pero si no, no pasa nada». Yo los di por perdidos. Cuando llegué a Huaraz me acordé. «¡Anda, si está aquí la prima del que se sentó en mi cama! Voy a verla, por… No sé. Igual, aunque sea, me invita a un café». «Hola». «¡Ay, qué bien que viniste! Toma». ¿Para qué hablé? Me dio los 100 dólares. Estamos llenos de prejuicios. Cuando yo recorrí EE.UU. con este turbante, que lo he usado durante todo el viaje porque me da calor, me protege del frío, es una manta, es una toalla, lo pongo como una sombra en la bicicleta… Es de lo mejor que he tenido. En EE.UU. me miraban y decían… Estaba en la cola del supermercado, del Walmart… «Pasa, pasa, pasa, pasa». Esto me ha ayudado a pasar delante en las colas. Porque la gente está llena de prejuicios.

39:29
Paula. ¿Qué has aprendido sobre las diferentes culturas que has ido conociendo?

39:33
Álvaro Neil. Bueno, he aprendido que no las conocía hasta que he ido allí. Viajando aprendes. Yo estaba en el desierto de Sudán y me había quedado sin agua. Y les pregunté a unos chicos que estaban por ahí si había agua. No en su lengua, porque no la hablaba, pero… Estaba muerto de sed. Y me llevaron al desierto, hicieron un pozo y había agua. Y me dieron agua. Y cuando quise pagarles, se rieron. Porque ellos debieron pensar: «¿Cuánto te podemos cobrar a ti por un litro de agua en el desierto? ¡Millones!». Porque el valor de las cosas no lo da el mercado, lo da vuestra necesidad. Esa botella de agua en el supermercado vale 0,80, pero en el desierto, a 49 grados… Hubiera pagado mucho dinero. Mucho dinero que estuve a punto de perder. Una vez yo tenía un bote de plástico con 500 euros dentro, guardados, escondidos, con una especia alrededor que olía muy mal. Si alguien abría mis alforjas para robarme y abría el bote, lo iba a dejar porque olía mal, pero dentro estaban los 500 euros. Qué listo, ¿eh? Pero no me di cuenta que un día, cocinando, había hecho un fuego y huelo a plástico quemado. Digo: «¡No! ¡El bote! ¡Estoy quemando 500 euros!». Lo vi, le di una patada, lo salvé y digo…

41:06

Decía un escritor: «El dinero solo es dinero cuando se gasta». No os obsesionéis con el dinero. A lo mejor lo más importante en la vida no vale dinero. Puede que sea vuestra familia, vuestros amigos, un abrazo… El sol por la mañana no vale dinero. Lo más importante de la vida no vale dinero. Vale atención, vale que le deis las gracias, como hemos hecho al principio, de respirar y de estar aquí. Ahora sí ha llegado vuestra alma. Lo veo y me alegro.

41:44
Carmen. ¿Qué les dirías a todos aquellos que durante todos estos años te han dicho que lo que estabas haciendo era una locura?

41:51
Álvaro Neil. La gente piensa que yo estaba loco. He terminado la vuelta al mundo, he vuelto a mi ciudad para ver a mis amigos y decirles: «¿Os acordáis de aquel que dijo que iba a dar la vuelta al mundo? Aquí está. He estado 13 años. ¿Y vosotros qué habéis hecho en 13 años?». En 13 años han pasado muchas cosas. Alguno se separó, otro está feliz con su mujer. Yo he dado la vuelta al mundo. No creo que sea una locura perseguir tus sueños. La locura es irte a la tumba sin vivir tus sueños. El cementerio está lleno de soñadores, de gente que quería, pero… Id a por vuestro sueño. No importa que os digan que es una locura. Si tú crees en ti, nada ni nadie podrá detenerte.

Aprender a vivir en el presente. Álvaro Neil ‘Biciclown’