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“Abrazar a nuestros hijos no es malcriarlos”

Rafa Guerrero

“Abrazar a nuestros hijos no es malcriarlos”

Rafa Guerrero

Psicólogo


Creando oportunidades

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Rafa Guerrero

Licenciado en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Educación, Rafa Guerrero ha dedicado gran parte de su carrera profesional a la investigación, el ejercicio clínico y la docencia en la Facultad de Educación en la Universidad Complutense de Madrid y del Centro Universitario Cardenal Cisneros.
Conferenciante en congresos nacionales e internacionales y formador de profesores y padres en numerosos colegios y centros educativos, Guerrero acaba de publicar los libros 'Cómo estimular el cerebro del niño' y 'Educar en el vínculo', que se suman a su anterior título, ‘Educación emocional y apego’.

¿Qué aspectos emocionales e intelectuales debemos atender en la formación del cerebro de un niño? El psicólogo defiende el desarrollo de un apego seguro desde la infancia. "Si queremos que el día de mañana nuestros hijos tengan la capacidad de regularse emocionalmente, tomar decisiones, que sean empáticos, capaces de planificarse, concentrarse, hacerse cargo de la gestión de sus impulsos... Requiere de tres pasos: que los padres sepan autorregular sus propias emociones, que puedan regular las emociones de sus hijos y finalmente enseñen estrategias para que los niños aprendan a regularse solos y se cierre el círculo", explica el experto.


Transcripción

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Rafa Guerrero. Soy Rafa Guerrero, psicólogo, doctor en Educación y autor de los libros ‘Cómo estimular el cerebro del niño’ y ‘Educar en el vínculo’.

00:13
Amaya Núñez. Hola Rafa, soy Amaya, mamá de dos niños y fisio de madres y bebés, y estoy encantada de poder charlar contigo sobre el desarrollo de nuestros hijos.

00:24
Rafa Guerrero. Hola, Amaya. Un placer estar aquí contigo.

00:27
Amaya Núñez. Una de las primeras preguntas que te quería hacer, y además creo que fue una de las primeras preguntas que me hice cuando fui mamá de mi primera hija fue: «¿Hasta qué punto es bueno achucharles o ir a ver cada vez que lloran?»

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Rafa Guerrero. Bueno, esto es uno de los grandes mitos que existen en relación a la educación. Muchas veces escuchamos este tipo de cosas de: “Bueno, no le abraces, no le cojas cuando está llorando”. Y es fundamental saber que esto es un mito. Por tanto, es falso. Date cuenta de que una de nuestras funciones como padres, como madres, como educadores, como profesionales, los que estamos en relación a los niños consiste en cubrir sus necesidades. Seamos conscientes, Amaya, de que un neonato, cuando viene a este mundo, viene completamente con unas características que indican que es muy inmaduro. Esa situación de inmadurez, Amaya, le convierte en dependiente y son dependientes porque necesitan que nosotros, como adultos significativos, cubramos sus necesidades.

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Por lo tanto, es fundamental que les abracemos, que les atendamos cuando tienen alguna necesidad. Si ahondamos un poquito en esta idea que estamos comentando, Amaya, llegamos a la conclusión de que existen cuatro tipos de necesidades. Existe un primer tipo de necesidades, que son las fisiológicas, que tienen que ver con la alimentación, con que estén suficientemente hidratados, con que tengan techo, que estén cómodos. Que esas son necesidades que todos cubrimos de una manera bastante bien. No solemos tener ningún problema. Luego tenemos las necesidades que son de tipo cognitivo, que tienen que ver con la necesidad de aprender, que tienen que ver con la necesidad de ser cada vez mejores personas, de ir evolucionando, de ser mejores versiones de nosotros mismos.

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Luego estarían las necesidades de tipo social. Somos seres sociales que vivimos en manada y necesitamos de los otros. Y en último lugar, y no por ello menos importante, están las necesidades afectivas y las necesidades emocionales, que, como decíamos antes, son las que más nos cuesta reconocer. Y ahí, bueno, pues es fundamental que seamos conscientes de que nuestros hijos necesitan que les aportemos todo nuestro cariño, necesitan que sean regulados cuando tienen una emoción que salta por encima. También necesitan que fomentemos su autonomía. También es necesario que les pongamos límites, que fomentemos su identidad, el ser vistos, la mirada incondicional. Y todo eso son necesidades que son básicas. Como te decía antes, las necesidades fisiológicas las tendemos a cubrir todos sin ningún tipo de problema, pero nos cuesta mucho con las emocionales.

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Y luego también tenemos que tener en cuenta, Amaya, que la manera de cubrir necesidades tiene mucho que ver con los estilos de apego. Fíjate que los estudios llegan a la conclusión de que cuando tenemos a una persona que tiene un apego seguro es porque si rebobinamos la película de su vida, llegamos a la conclusión de que cuando fue chiquitín, su mamá y su papá, sus figuras de referencia, le cubrieron de una manera suficientemente buena sus necesidades. Y lo contrario pasa con las personas que tienen un apego inseguro, que, si rebobinamos la película de su vida, nos encontramos con que muchas de las necesidades que tuvieron no fueron cubiertas.

“Abrazar a nuestros hijos no es malcriarlos”. Rafa Guerrero
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Amaya Núñez. Hace muchos años, no se daba tanta importancia a la educación en las emociones y me imagino que habrá padres que no hayan vivido una infancia afectuosa. ¿Cómo pueden hacer estas familias o cómo afecta en los niños estas situaciones?

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Rafa Guerrero. Aquí podríamos hablar, Amaya, de dos estudios que son clásicos, sobradamente conocidos por las personas que nos están viendo. El primero de ellos son los estudios del hospitalismo de René Spitz, que era un psiquiatra francés y entonces él estuvo muchos años trabajando en orfanatos. Entonces, ahí se iban desarrollando niños que habían sido abandonados por sus madres, y llegó un momento en que se dieron cuenta que los niños morían.

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Había un porcentaje importante de los niños que morían y entonces se plantaron y dijeron: “¿Cómo es posible que haya niños que estén muriendo a pesar de que estén siendo alimentados, a pesar de que tengan un techo, de que estén siendo hidratados, es decir, que las necesidades fisiológicas se estén cubriendo?” Y esta duda venía de unas décadas anterior a este estudio que te estoy comentando, y es que los psicoanalistas decían que las necesidades emocionales se cubrían gracias a las fisiológicas, es decir, en el momento en que mamá y papá le daban de comer al niño, cubrían esa necesidad fisiológica, se iba desarrollando la necesidad emocional, el cariño, la cercanía, la vinculación. Pero los estudios de René Spitz demostraron que eran necesidades independientes, por supuesto que están relacionadas, pero se tienen que cubrir de manera independiente. Entonces, lo que es lo que se preguntaba era: “Bueno, ¿qué está ocurriendo?” Al final llegaron a la conclusión de que tan importante es el que les cubramos sus necesidades fisiológicas, de alimentación, de techo, etcétera, como que también cubramos sus necesidades afectivas. Entonces, estos niños, debido a las circunstancias que estaban experimentando, habían sido abandonados, las personas que se encargaban de alimentarles y de atenderles eran personas en turnos que iban rotando, también iban desapareciendo las personas, se iban a otros trabajos, con lo cual, los cambios de profesionales eran muy grandes y no tenían algo que necesitan todos los primates y todos los seres humanos, que es, al menos, una persona, un cuidador que se encargue de cubrir sus necesidades.
Esto es estable, Amaya, a lo largo del tiempo. Y entonces el fenómeno del hospitalismo, este concepto que desarrolla es año mil novecientos cuarenta y cinco, llega a la conclusión de que tan importante es cubrir las necesidades fisiológicas como las emocionales.

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Y hay otro estudio que es también muy interesante, que son los estudios de Harry Harlow y lo que hizo fue coger a monos, a macacos Rhesus, y entonces les puso dos mamás artificiales sustitutivas. Una de ellas era una mamá de felpa, bien acolchadita, que era muy confortable para ese monito pequeño. Y luego había una mamá de alambre que sí que tenía una tetina que le daba de comer. Y entonces, al monito se le permitía poder ir tanto a una como a otra mamá y siempre acudía a la mamá de felpa, que era la que cubría de una manera artificial. Era lo más cercano a una mamá de verdad, a la mamá de felpa que le daba ese cariño y le daba esa protección y solamente acudía a la mamá de alambre que tenía esa tetina cuando la necesidad era fisiológica, cuando tenía hambre. En cuanto acababa de comer volvía corriendo a esa mamá.

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Y hasta incluso Harlow fue un poquito más allá. Ideó una especie de monstruo que le daba mucho miedo al monito, y en el momento en que ese monito tenía miedo, iba directamente a la mamá de felpa, que era la que le daba toda esa protección y ese cariño. Con lo cual, las consecuencias de que no le demos ese cariño, de que no abracemos, de que no toquemos a nuestros hijos son graves, pueden llegar a ser muy graves. Por eso es fundamental que erradicamos ese mito de que a los niños no hay que cogerles, no hay que abrazarles, que los vamos a convertir en dependientes. Esto se escucha mucho, no lo cojas porque lo vas a convertir en dependiente y lo vas a hacer un ñoño, lo vas a hacer un inmaduro y la relación causal es justo la contraria. Como es inmaduro, como es dependiente, como te necesita, tenemos que estar ahí para cubrir sus necesidades.

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A mí esto me gusta explicarlo con cuatro sencillas fases. La primera fase por la que tenemos que pasar mamá y papá es por una fase de disponibilidad. Es decir, mamá y papá tenemos que estar físicamente disponibles. Ahora mismo, tú y yo, que estamos aquí charlando tranquilamente, no estamos disponibles para nuestros hijos. Una vez que estamos disponibles, pasaríamos a la segunda fase, que tiene que ver con la accesibilidad. En ocasiones, estamos disponibles para nuestros hijos, estamos con ellos, pero a lo mejor estamos con el móvil, a lo mejor estamos metidos en algún problema que hemos tenido con un compañero de trabajo o con algún familiar. Entonces estamos pensando en nuestras cosas y sí que estamos disponibles, pero no estamos accesibles. En tercer lugar, hablamos de sintonizar emocionalmente con nuestros hijos. Esto implica que una vez que yo estoy físicamente presente y ya estoy dispuesto a escuchar a mi hijo, tengo la capacidad de ponerme sobre sus zapatos y entender qué es lo que le pasa exactamente y entender cuál es su necesidad. Y luego, en último lugar, si una vez que yo he sido capaz de entender su necesidad, si yo te la cubro, a esto se le llama ser responsivo. Esas serían las cuatro fases por las que pasamos: la disponibilidad, la accesibilidad, luego, la sintonización emocional y en último lugar, el ser responsivo, que consiste en cubrir necesidades.

09:27
Amaya Núñez. Y entonces, ¿cómo sabemos los padres que estamos consiguiendo un apego seguro?

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Rafa Guerrero. Por intentar simplificarlo un poquito, podríamos decir que las dos grandes características son, por un lado, la protección, la vinculación, y, por otro lado, la autonomía. Entonces, como decía Mary Ainsworth, que era discípula de John Bowlby, padre de la teoría del apego, tiene que haber un correcto equilibrio entre estas dos características.

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Entonces, por un lado, tenemos que ser capaces de darles esa protección a nuestros hijos. ¿Y cuando les protegemos? Pues cuando se les ha roto esa homeostasis, ese equilibrio, cuando se asustan, cuando están enrabietados, cuando están excesivamente alegres, que a veces nos olvidamos de regular esa emoción de excesiva alegría. Entonces hay que proteger, nos tenemos que vincular con nuestros hijos cuando necesitan esa protección. Ojo, hablo de protección, no de sobreprotección. Y luego, por el otro lado, que serían como las dos caras de una misma moneda, hablamos de fomentar la autonomía, es decir, permitirles que investiguen, permitirles que pongan en marcha la emoción de curiosidad.

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Y en ese equilibrio es donde encontramos a las personas con apego seguro. Una de las características básicas de papás y mamás con apego seguro es que saben en qué momento les tienen que dar vinculación, tienen que protegerles, tienen que calmarles, tienen que heteroregularles, y en qué otras condiciones o circunstancias tienen que permitirles esa distancia para que se vayan desarrollando. Había un estudio clásico de Mary Ainsworth, que se llama ‘La situación extraña’. Lo que Ainsworth hizo fue una situación de laboratorio donde llevaba a niños de un añito de edad, aproximadamente, con su mamá, a un laboratorio, a una sala, y en un primer momento entran en esa sala, que hay unas sillas, hay unos juguetes, y entonces mamá y ese chiquitín de un añito empiezan a investigar y empiezan a jugar con los juguetes.

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Pasados unos minutos, aparece una extraña. De ahí viene el nombre de la situación extraña, no solamente porque es de laboratorio, sino también porque aparece una extraña. Lo que se trata de ver en ese estudio es ver cómo el niño se relaciona con la extraña, cómo el niño reacciona ante las distintas cosas que van ocurriendo. Por ejemplo, uno de los momentos, son ocho episodios, son ocho escenas diferentes, en uno de ellos, mamá sale de la habitación y se queda ese chiquitín de un añito con la extraña. Entonces se ve si el niño sigue jugando, se ve si el niño llora porque su mamá se ha ido, vemos qué es lo que ocurre y cómo se relaciona y cómo se vincula con la extraña.

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Entonces, una vez que acaba ese estudio, se analiza, se ve cómo reacciona, no solamente ante la salida de la mamá de esa situación de laboratorio, sino también cómo la recibe. Es muy interesante ver cómo, los niños de un añito, cómo reciben a mamá, si van a buscarla, hay niños, por ejemplo, con apego inseguro, que no van a buscarla, siguen relacionándose con la extraña o siguen jugando y entonces les da exactamente lo mismo que haya vuelto mamá. Hay niños que van a buscarla, pero mamá no tiene la suficiente capacidad de calmar. Entonces, hay muchas variables, pero es un estudio muy completo, de hace unas cuantas décadas, que nos sigue dando información muy interesante. Y es que las conclusiones a las que llega este estudio, una de ellas, de las muchas que hay tan interesantes, es que en el momento en el que el investigador llega a la conclusión de que este niño tiene un estilo de apego inseguro, imagínate un estilo de apego inseguro evitativo, en un setenta y cinco por ciento de los casos, cuando este niño es adulto se sigue manteniendo ese estilo de apego, con lo cual vemos ya que desde los primeros meses de vida ya se va fraguando un estilo de apego que tiende a mantenerse estable a lo largo del tiempo.

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Amaya Núñez. Y entonces, ¿en qué momento los niños pasan de ser dependientes emocionalmente a ser un poco más autónomos? ¿Les podemos ayudar en esto?

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Rafa Guerrero. Sí, sin lugar a dudas, pero tenemos que ser conscientes de que, si queremos que el día de mañana nuestros hijos sean autónomos, y repito, autónomos, que en muchas ocasiones escuchamos: “No, yo es que quiero que mi hijo sea independiente”, bueno, la independencia, en el ser humano, no existe, somos seres interdependientes. Eso quiere decir que en algunos aspectos voy a tener una buena capacidad de destreza en la habilidad X y en otras no y tendré que pedirte ayuda. Es decir, nos ayudamos los unos a los otros, pero la idea de independencia no existe, somos interdependientes.

13:57

Partimos de la base de que, en los mamíferos, como especie altricial que somos, venimos a este mundo muy inmaduros, lo cual nos convierte en dependientes. Y esta dependencia es algo que tenemos que ir resolviendo con el paso de los años. Entonces, como tú decías, vale, cómo hacemos para un neonato, un chiquitín de pocos meses, que es inmaduro, y por tanto es dependiente para que el día de mañana sea una persona autónoma, es decir, con capacidad de hacer las cosas por sí mismos, con la capacidad de poder pedir ayuda a los demás, que esto es fundamental, siendo empático, siendo resolutivo, siendo consciente de cuáles son sus fortalezas, cuáles son sus limitaciones, entender que el error también es parte de un proceso de aprendizaje. ¿Cómo hacemos, digamos, ese viaje? Bueno, pues el viaje es sano, pasar de la dependencia a la autonomía, se llama buenos tratos. Es verdad que hablamos muchísimo de los malos tratos y desde luego que es importante que sigamos denunciando todas estas situaciones de negligencia, de abuso y de maltrato.

15:04

Pero también es muy importante que hablemos de los buenos tratos. Y ese es el vehículo que a mí me va a permitir pasar de una situación de dependencia a una situación de autonomía, pero el vehículo lo ponemos nosotros como padres. Somos nosotros los encargados de hacer pasar de una situación de absoluta dependencia a una situación de un correcto desarrollo de manera autónoma. ¿Cómo? Bueno, pues con ese cariño, con ese amor. A mí me gusta poner el ejemplo o el símil de esto es como coger a nuestros niños y a sus cerebritos y meterlos en un horno donde poquito a poco, con mucho cariño, con mucho amor y con el paso del tiempo, porque ese proceso requiere de muchísimo tiempo, que vayan cuajando y desarrollando esas distintas zonas cerebrales para que el día de mañana se puedan hacer cargo de ellos mismos. A esto se le llama autogobierno, la capacidad de hacerme cargo de mí mismo.

“Abrazar a nuestros hijos no es malcriarlos”. Rafa Guerrero
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Si queremos que el día de mañana nuestros hijos tengan esa capacidad de regularse emocionalmente, que sean capaces de tomar decisiones, que sean capaces de ser empáticos, que sean capaces de planificarse, de concentrarse, de hacerse cargo de la gestión de sus impulsos, de sus emociones, de lo que les gustaría hacer en ese momento, pero a lo mejor no deben. Esto es siempre un proceso que se tiene que hacer desde fuera. Y entonces aquí me gusta hablar de los tres pasos en los cuales al final conseguiremos que nuestros hijos sean capaces de autorregularse. El primer paso por el cual tenemos que pasar es que nosotros como adultos seamos capaces de autorregularlos. Es decir, la capacidad de autorregulación es que yo sea capaz de identificar qué emoción estoy experimentando, que sea capaz de permitirme esa emoción, es decir, qué es lo que ha ocurrido para que yo me sienta triste, para que yo sienta miedo, la emoción que sea. Y luego que yo pueda tener estrategias para poder autorregularme, que yo pueda reducir ese miedo, que pueda reducir esa rabia. Si yo soy capaz de autorregularme, voy a estar en disposición de pasar a la segunda fase. Y en esa segunda fase, que esta es la más larga de todas, requiere que el adulto sea capaz de regular las emociones de su hijo.

17:18

Este proceso, donde el adulto, que es el fuerte de la relación, regula las emociones de su hijo, se le llama la heteroregulación, yo te regulo a ti. Entonces aquí vamos a ir fomentando ese desarrollo cerebral y vamos a ir fomentando, desde luego, el permitir las emociones que tienen nuestros hijos y también el ir otorgándoles, el ir desarrollando con ellos distintas estrategias de regulación emocional.

17:41

¿Qué podemos hacer para reducir la rabia? ¿Qué podemos hacer para reducir los celos? ¿Qué podemos hacer para para llevar a cabo un duelo sano? ¿Cómo podemos gestionar la tristeza de una manera sana? Si en este proceso, que decíamos que dura muchos años, en la cual yo te permito a ti las emociones, donde yo me hago cargo de tu mundo emocional, donde yo te regulo a ti, si esto lo vamos haciendo de una manera constante a lo largo del tiempo, pasaremos ya a la tercera fase, que es en la cual el niño, que ya no es niño, que ya como mínimo es adolescente, si no adulto, va a tener capacidad de autorregulación emocional, con lo cual cerramos el ciclo. Es decir, todo se inicia en que mamá y papá tenemos la capacidad de autorregular, para que haya una segunda fase donde yo te vaya enseñando a regular tus emociones, para que, en un tercer paso, tú ya seas capaz de autorregularte y, por tanto, que tú también seas capaz de heteroregular a la gente de tu entorno, a tus hijos, a tu pareja. Y ese es el ciclo que se cierra.

18:42
Amaya Núñez. Y entonces, Rafa, ¿qué pasa, que los bebés no nacen con el cerebro formado?

18:48
Rafa Guerrero. Pues fíjate, a diferencia de otros animales, como son los reptiles, que nacen ya con un cerebro ya determinado y, de hecho, son independientes, ya son autónomos desde el momento del nacimiento, en cambio, en el caso del ser humano es todo lo contrario. El reptil tiene muchísimos instintos y tiene muy poca capacidad de aprendizaje, y nosotros todo lo contrario, tenemos muy poquitos instintos, pero lo que nos permite este cerebro tan inmaduro es la gran capacidad que tenemos de aprender. Entonces, fíjate, Amaya, el cerebro de los neonatos se desarrolla siempre en tres direcciones. Una primera dirección que tiene que ver con que el cerebro se desarrolla de las zonas traseras a las zonas delanteras. Las zonas traseras del cerebro tienen que ver con las zonas más sensitivas, más de percepción visual, percepción auditiva, táctil, y las zonas delanteras tienen que ver más con la motricidad. Eso sería la primera dirección, la segunda dirección tiene que ver con que el cerebro se desarrolla de partes bajas a partes altas, anatómicamente hablando, diríamos, del subcórtex al neocórtex. Y la tercera dirección tiene que ver con que el cerebro se desarrolla de su hemisferio derecho al hemisferio izquierdo. El hemisferio derecho, que como bien sabes, es más emocional, es no lingüístico, y el hemisferio izquierdo, que es más lingüístico, más racional y que tiene que ver con el autocontrol. De hecho, la relación que establecemos las madres y los padres con nuestros hijos recién nacidos y de pocos meses es una relación, sobre todo, emocional.

20:21

Es una relación que no tiene que ver tanto con el autocontrol ni con el lenguaje, sino que es más no verbal. Son las tres direcciones que no es que se vayan dando primero una, luego otra y luego las demás, sino que se dan las tres, las tres a la vez. Claro, nosotros como madres y como padres tenemos que ir permitiendo, tenemos que ir fomentando que se vaya produciendo este desarrollo de una manera sana. Si somos capaces de ir fomentando este desarrollo, vamos a conseguir que el día de mañana este chiquitín, cuando sea adulto, va a tener la capacidad de autorregularse emocionalmente, va a tener la capacidad de hacerse cargo de sí mismo. Y siempre me gusta decir que la autorregulación emocional es, si queremos buscar una fórmula matemática, es la combinación o la unión entre lo que es la integración vertical con la integración horizontal, y esto ¿qué es?

21:14

La integración vertical sería el ser capaces de unir el cerebro inferior con el cerebro superior, es decir, el subcortex con el neocórtex y luego lo que es la integración horizontal tiene que ver con zonas traseras, unirlas a las zonas delanteras, es decir, lo perceptivo con lo motriz, y luego el hemisferio derecho, el emocional, con el hemisferio izquierdo, que es el lingüístico. Entonces, si somos capaces de ir fomentando ese cariño, esa protección, esa mirada incondicional, si nuestros niños son vistos, lo que vamos haciendo es que las distintas zonas del cerebro, y en esas tres direcciones, se van a ir uniendo de una manera suficientemente buena. Entonces, por eso me gusta hablar también del pegamento cerebral. El pegamento cerebral es una sustancia que, con los ingredientes que le vamos poniendo mamá y papá en casa, que son cariño, amor, protección, tiempo, mucho tiempo, nos va a permitir ese pegamento el ir uniendo las distintas zonas cerebrales. Y eso es lo que nos va a permitir el día de mañana que este chiquitín, que hoy es tan inmaduro y que es tan dependiente y tan necesitado de nosotros, el día de mañana será capaz de ser autónomo y de vivir la vida de una manera suficientemente autónoma.

22:25
Amaya Núñez. Rafa, yo tengo dos niños, una de cinco años y otro de tres, que están en un momento de rabietas incontrolables. ¿Por qué les cuesta tanto controlar sus emociones?

22:35
Rafa Guerrero. Pues, fíjate, si sabemos un poco cómo funciona el cerebro, cómo se desarrolla y cuáles son las partes del cerebro que están más activas en los niños, en la etapa de la niñez, en la adolescencia y en la etapa adulta, podemos comprender esto. Claro, cuando nuestros hijos son pequeños, es muy habitual que tengan estos momentos de rabieta, de no querer comprender las cosas. Algunas claves que nos da el cerebro serían las siguientes: Cuando los niños son pequeños, sobre todo, si dividimos el encéfalo en dos grandes partes, hablaríamos de un cerebro inferior y de un cerebro superior. El cerebro inferior es el que tienen más activo nuestros niños pequeños, los niños de la etapa de infantil, entre cero y seis años, aproximadamente, y es un cerebro muy impulsivo, es un cerebro muy caliente y de ahí el nombre de cerebro inferior o cerebros calientes, que se mueve principalmente por necesidades, y este es el cerebro de la supervivencia.

23:30

Donde está codificado todo lo que tiene que ver con sobrevivir, por eso metemos ahí las necesidades. Los niños pequeños tienen muy activo este cerebro porque aún no les hemos dado tiempo suficiente, porque el desarrollo del cerebro es algo muy a largo plazo, ni les hemos dado tiempo para que se desarrolle suficientemente bien su cerebro, ni aún tienen las estrategias adecuadas como para poder ponerlas en marcha. Entonces aparecen muchas rabietas. En el momento en que aparece una rabieta, se activa el cerebro inferior, y esto ya lo describió Joseph Ledoux hace muchos años.

24:04

Cuando él hablaba del “secuestro de la amígdala” o “secuestro de la emoción”. Lo que ocurre ahí a nivel neurobiológico es que se está disparando una emoción, en el caso concreto de, por ejemplo, una rabieta, lo que ocurre es que las amígdalas cerebrales están hiperactivadas, están liberando tanto adrenalina como cortisol. La adrenalina me invita a la acción, como bien sabes, y por eso aparece la pataleta, aparece el grito, aparece el reto constante y luego el cortisol se ubica en corteza prefrontal, que es la parte que nos permite ser conscientes y pensar, pero el cortisol, que es conocida como la hormona del estrés, nos impide pensar. Por lo tanto, es como si nuestros hijos se convirtieran en una emoción andante. A veces decimos: “No reconocemos a nuestros hijos, fíjate cómo se ha puesto”. Y eso tiene que ver con el secuestro de la amígdala. Lo que necesitan nuestros hijos pequeños cuando están en ese momento de secuestro amigdalar, cuando están en ese momento de tanta rabia, es que les permitamos, primero, que legitimamos y permitamos su emoción y que, mediante la calma, la paciencia, que vayamos, poquito a poco, permitiéndoles que vayan recuperando.

25:14

Esto tiene que ver con un símil o una metáfora que yo utilizo, que es la metáfora del carruaje. Imagínate que tenemos un carruaje y tenemos un cochero y tenemos también unos caballos. Entonces el cochero simbolizaría quien pone la razón, quien pone la planificación, quien se concentra en decidir en qué dirección vamos a ir. Y luego tenemos unos caballos que tienen una fuerza increíble, que son muy impulsivos, que son muy emocionales, pero que hay que ponerles un poquito de razón. Entonces, en el momento que alguien, ya no solamente nuestros niños, que están en un momento de mucha rabia, sino tú o yo en algún momento en que una emoción nos invada mucho, se produce esa desregulación. Y entonces es como si en este ejemplo, este símil del carruaje, como si el cochero se hubiese quedado dormido. Y entonces los caballos, con esa fuerza que tienen, estuvieran por ahí correteando, llevando el carruaje a donde los instintos y las emociones le llevaran. Tan importante son los caballos como es el cochero. El cochero es la razón quien planifica, pero sin los caballos no va a ir a ningún sitio. Y los caballos son los que van a ir impulsando este carruaje, pero también necesitan de alguien que vaya poniendo orden. Por lo tanto, tanto emoción como razón se tienen que sentar en la misma mesa y están condenadas a entenderse. Pero esto es un trabajo que tenemos que hacer mamá y papá, tenemos que permitirles a nuestros hijos tener esa emoción y una vez que se hayan calmado, tenemos que ser capaces de poner orden, de poder ir explicando todo esto.

“Abrazar a nuestros hijos no es malcriarlos”. Rafa Guerrero
26:44
Amaya Núñez. Claro, esto a mí normalmente me suele pasar en el supermercado, en la sala de espera del médico. ¿Qué hacemos los padres para poderles ayudar a autorregularse?

26:55
Rafa Guerrero. Lo mejor que podemos hacer en ese tipo de situaciones es comprender que la mejor manera o la manera más adaptativa que tienen nuestros hijos de poder manifestar esa emoción que tienen, sea rabia, sea miedo o sea tristeza, es haciéndonos cargo de ella, haciéndome cargo y asumiendo que esa es la manera más adaptativa que tienen de hacerlo. Nos encantaría que no nos montara este espectáculo en el médico o en el supermercado, seguro, pero el problema es que no tienen ni suficiente desarrollo cerebral, ni tienen estrategias para ello. Por lo tanto, la mejor estrategia que podemos poner en marcha es comprensión, que lo entendamos, y que esto es más una cuestión nuestra, que a nosotros nos da vergüenza que nuestro hijo nos monte ese espectáculo en el centro de salud, en la cola del cine o donde sea. Es más una situación nuestra que de ellos. Ellos lo único que están haciendo es activar sus cerebros inferiores, sus cerebros calientes y dar rienda suelta a su necesidad. Entonces, como tiene activo su cerebro inferior, como hay una necesidad que está ahí, la debemos atender. Y bueno, puede ser cualquier tipo de necesidad, pero lo importante es que la atendamos y que comprendamos que en ese momento necesita de nuestra conexión, que ejerzamos de cortezas prefrontales externas de nuestros hijos.

28:16
Amaya Núñez. Hay veces que no te queda más remedio que utilizar la tele para que tus hijos estén entretenidos, a mí me sigue preocupando, sé que se habla un montón del tema, pero te quería hacer la pregunta de cómo afecta el abuso de las pantallas en nuestros hijos.

28:33
Rafa Guerrero. Bueno, yo para empezar, lo que lo que te diría es que creo que es importante que diferenciemos entre el concepto de uso y de abuso. Una cosa es un uso puntual, que desde luego en la sociedad en la que vivimos, el no usar las tecnologías, las podemos usar más o menos, pero no usar los dispositivos tecnológicos es algo muy raro. Entonces, una cosa es usar de una manera moderada, una manera sensata, los dispositivos tecnológicos y otra cosa bien diferente es el abuso. Fíjate que, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud habla de que, entre los cero y los dos años, en esos dos primeros años de vida, donde se produce ese gran desarrollo de lo que Piaget denominaba el periodo sensorio motor, que es fundamental en esos dos primeros años de vida. La OMS dice que cero pantallas. Y luego, entre los dos y los cinco años, habla de como máximo una hora de dispositivos tecnológicos. Bueno, a mí gusta ser más precavido y yo suelo recomendar que hasta los seis años haya cero pantallas. ¿Qué consecuencias va a tener el hecho de que nuestros hijos estén teniendo un uso, un consumo abusivo, de los dispositivos tecnológicos?

29:47

Todo esto, al final, va a afectar a lo que son las funciones ejecutivas, que se localizan aquí en corteza prefrontal y como el cerebro se desarrolla de zonas traseras a zonas delanteras, si estamos metiendo dispositivos tecnológicos a una edad muy temprana, el desarrollo de la corteza frontal, que es la que nos distingue del resto de las especies, va a quedar alterada, seguro. Entonces la capacidad de concentración se va a ver afectada, los estudios de Dimitri Christakis lo dejan muy claro, cómo el uso abusivo de los dispositivos tecnológicos disminuye la capacidad de concentración. En segundo lugar, la capacidad de que yo pueda frenar o que yo pueda controlar o retrasar unos impulsos, unas emociones o unos pensamientos también va a quedar afectada. La capacidad para planificarnos, lo que es la memoria operativa, el ser conscientes, la voluntariedad, la perseverancia. Todas estas funciones ejecutivas van a quedar muy afectadas, seguro, si tenemos un abuso de los dispositivos tecnológicos, eso seguro. Por eso es importante que mamá y papá hablemos, lleguemos a acuerdos, incluso discutamos, veamos nuestros puntos de vista para poner en marcha un sistema en el cual sepamos qué es lo que queremos con nuestros hijos y qué consecuencias puede tener un uso abusivo de los dispositivos tecnológicos.

31:10
Amaya Núñez. ¿Cómo podemos entrenar esa concentración en casa?

31:13
Rafa Guerrero. Bueno, la concentración, como función ejecutiva que es, requiere de un aprendizaje que es siempre de fuera para dentro. Los niños pequeños no tienen capacidad para poder concentrarse. De lo que requieren es de un cuidador, una mamá, un papá, un profesor, alguien que les enseñe a concentrarse. Entonces fíjate, con niños pequeños, algo que puede parecer tan evidente, pero que es tan necesario como coger un folio, y entonces, a la hora de colorear, ¿qué es lo que voy haciendo?, voy ejerciendo yo de modelo y cojo el lápiz y le voy describiendo a mi hijo lo que yo estoy haciendo. “Ahora estoy cogiendo el lápiz de color rojo y entonces estoy coloreando el gorrito del enanito. Y fíjate, estoy teniendo mucho cuidado para no salirme de las líneas”. Igual que hacemos, por ejemplo, habilidades como ¿cómo le enseñamos a nuestros hijos a lavarse los dientes? Bueno, pues ejercemos de modelos. “Fíjate, cariño, cojo el cepillo, le echo un poquito de agua, le echo un poquito de pasta de dientes y ahora me cepillo”. Le vamos poniendo palabras y vamos ordenando esos distintos pasos para que ellos, poquito a poco, el día mañana se puedan lavan los dientes solos.

32:22

Pues con las funciones ejecutivas pasa exactamente lo mismo. Tenemos que permitir ese desarrollo cerebral y tenemos que ir dándole, por supuesto, recursos para que puedan concentrarse. Tan importante es la concentración como el control de los impulsos. Yo creo que estas dos funciones ejecutivas son fundamentales, sobre todo, en la sociedad tan hiperactivada, tan hedonista, tan del aquí, del ahora, en la que vivimos. La capacidad de concentración es lo que me permite focalizarme en un estímulo. Entonces, cuando yo cojo la linterna, un foco, lo que estoy iluminando lo veo claramente, pero lo que queda fuera, queda en penumbra y, por tanto, no estoy atendiendo lo que está fuera de ese foco. Pero tan importante es centrarme en lo que está en ese foco como en ser capaz de eliminar, o dejar para más tarde, otros estímulos que me pueden estar distrayendo u otras preocupaciones que me están distrayendo. Por eso esta capacidad de funcionar de una manera autónoma en las tareas que tienen nuestros hijos, requiere el poder concentrarse y el poder inhibir aquellos estímulos que no sean relevantes para la tarea.

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Amaya Núñez. ¿Hay diferencia entre atención y concentración?

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Rafa Guerrero. Sí, lo que pasa es que habitualmente los utilizamos como sinónimos, pero si queremos rizar el rizo son diferentes. La capacidad de atención es una habilidad que tenemos todos los animales, ya no digo los mamíferos, sino todos los animales. La atención se pone en marcha cuando es el estímulo quien, por lo novedoso que es, capta mi atención. Sin ir más lejos, ayer iba dando una vuelta con mi mujer por la calle y de repente un estímulo que captó mi atención, y es que iba paseando una pareja con una cotorra en el hombro. Entonces, quiera o no quiera, es el estímulo, en este caso la cotorra, quien capta mi atención. Yo no decido voluntariamente voy a centrarme en la cotorra, sino que es la cotorra la que llama mi atención por lo novedoso, por lo distinto de la situación. Entonces, la atención es un proceso que está en los cerebros inferiores, concretamente, en la formación reticular, que lo que hace es que se activa cuando hay un estímulo que pone en marcha un proceso que tiene que ver con la supervivencia.

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Por lo tanto, tanto los bebés, como los niños, como el resto de primates, como incluso los reptiles, tienen su capacidad de atención intacta, salvo que haya alguna lesión. En cambio, la concentración es una función ejecutiva y por tanto se tiene que entrenar. Yo no tengo que enseñarle a mi hijo, ni siquiera mi hijo neonato, cómo tiene que poner en marcha su atención, porque esto es algo con lo que ya nacemos. Pero la concentración es una función ejecutiva, por tanto, la primera es algo con lo cual nacemos, que es innata, pero la concentración es aprendida, por eso tenemos niños que tienen dificultades para concentrarse, no para prestar atención.

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Yo siempre digo que incluso los TDH, los niños con trastornos de déficit de atención, con hiperactividad, no tienen problemas en la atención, si acaso, tienen problemas en la concentración y, por tanto, como es una función ejecutiva, no solamente es que se pueda, sino que se debe estimular. A diferencia de la atención, la concentración es un proceso que yo busco, es decir, que es consciente y que es voluntario. Yo decido voluntariamente concentrarme en estudiarme el tema seis de sociales, algo que parte de mí. Entonces, en la atención, el estímulo viene de fuera, es quien me capta y en la concentración soy yo quien voluntariamente busco el concentrarme en ese estímulo. Y esa concentración se puede ver a muchas cosas. Es posible que yo decida ponerme a estudiar durante dos o tres horas porque tengo un examen y porque me gustan mucho las Sociales, pero a lo mejor me concentro, que lo hago de manera consciente y de manera voluntaria, porque es que este fin de semana tengo un cumpleaños y no quiero que mis padres se enfaden conmigo y me dejen sin ese cumpleaños. Da igual la motivación que sea, o porque me quiera quitar de encima el examen, lo que sea, pero el caso es que yo, voluntariamente, conscientemente, decido buscar el estímulo. Esa es la diferencia entre atención y concentración.

“Abrazar a nuestros hijos no es malcriarlos”. Rafa Guerrero
36:25
Amaya Núñez. Para terminar, Rafa, te quería preguntar sobre la autoestima, que yo creo que es un tema que nos preocupa a bastantes padres. ¿Cómo podemos conseguir desarrollarla?

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Rafa Guerrero. Bueno, el concepto de autoestima es algo confuso porque parece que esto de autoestima es como que uno, cuando llega la etapa adulta, bueno, pues tiene que deliberar consigo mismo si va a tener una buena o una mala autoestima. Y tiene que ver con mamá y con papá en un porcentaje muy importante, con las experiencias que hemos vivido de pequeños. Entonces, si mamá y papá se hacen cargo de que una de sus funciones principales consiste en cubrir sus necesidades es bastante probable que el día de mañana este niño tenga una buena autoestima. ¿Por qué? Porque al tener yo necesidades como niño pequeño y mamá y papá, ser responsivo, ser sensible, ser empáticos y ser responsivos, me las van cubriendo, el mensaje que estamos trasladando a nuestros hijos es “yo soy importante, yo soy digno de ser querido”. Todo lo contrario que, si esas necesidades no son cubiertas. Entonces, cuando hablamos de autoestima, yo creo que hay dos conceptos que son muy relevantes.

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Por un lado hablamos de las expectativas y, por otro, hablamos de las atribuciones. Las expectativas son las metas o los objetivos que ponemos a nuestros hijos. Es importante que esas metas que les pongamos a nuestros hijos sean alcanzables, que requieran de un poquito de esfuerzo, sí, pero que no sean objetivos que sean inalcanzables o que no sean objetivos que sean muy sencillos y que ya estén conseguidos para los niños. Lev Vigotsky, que era un autor soviético, hablaba de la zona de desarrollo próximo. Entonces, si el niño está en este nivel en la habilidad X, la zona de desarrollo próximo consiste en poner un objetivo que esté un poquito por encima del punto en el que estamos. Eso implica que para que el niño consiga esa destreza, que seguramente no lo consiga ni a la primera, ni a la segunda, ni a la quinta, tiene que hacer un esfuerzo grande de ir alcanzando ese objetivo. Eso por un lado, que los objetivos sean alcanzables. Y, en segundo lugar, las atribuciones que hacemos. En ocasiones, mamá y papá, con muy buena intención, hacemos atribuciones que no son nada coherentes y que son muy poco empoderantes. Y entonces, tú imagínate una niña que, con todo su esfuerzo en la etapa de primaria, con ese sacrificio y con esa perseverancia, está llegando a casa con notas como sietes, ochos y nueves.

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Entonces mamá y papá le dicen: “Bueno, pues bien, está bien, pero ¿y por qué no un 10?”. Entonces constantemente está recibiendo ese mensaje de: “Un siete, un ocho, no está mal, pero debería ser un diez”. Fíjate cómo, al final, ante una misma situación, cómo se pueden dar esas atribuciones diferentes, cómo unos papás ante esas mismas notas de su hijo o de su hija, pueden decir fantástico, estupendo, no solamente por el ocho, sino sobre todo por el esfuerzo y el sacrificio que has llevado a cabo. Es más importante valorar lo que son los procesos, lo que es el sacrificio, la perseverancia, la lucha, que son valores muy importantes en nuestra sociedad, y no tanto el resultado. Pero esta niña que está recibiendo un: “Bueno, no está mal, pero ¿por qué no el diez?” O: “Debería sacar dieces constantemente”, desde luego que su autoestima se va a ver muy afectada por las atribuciones que están haciendo mamá y papá, sin lugar a dudas.

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Otro aspecto muy importante de la autoestima es que seamos conscientes de que no viene ya dada genéticamente. “Qué mala suerte he tenido, que tengo autoestima muy baja”. Desde luego que hay factores y hay elementos que van a incidir para que uno tenga una mayor predisposición en un sentido o en otro sentido, seguro, pero lo que va a determinar en esencia la autoestima tiene que ver con la educación, con los valores y con los objetivos y las interpretaciones que hagamos mamá y papá. Y ya para acabar, me gusta utilizar un concepto que es el de la metáfora del bidón. Si sabemos que nuestra función como madres, padres, docentes, consiste en cubrir sus necesidades, pues imagínate que cada vez que mi hijo, independientemente de la edad que tenga, tiene una necesidad, si yo se la cubro de una manera suficientemente buena, es como si añadiera una sustancia, “responsina”, en ese bidón. Entonces, cada vez que tiene una necesidad, si yo se la cubro, le doy esa micra de “responsina” y entonces ese bidón que tiene una capacidad, pongamos de cien litros de “responsina”, a medida que yo voy cubriendo necesidades, se va rellenando. Si llegamos a un punto en el que es suficiente, podemos decir que esa persona, ese niño, ese adolescente, va a tener una suficiente autoestima, que suficiente autoestima no quiere decir que yo tenga la idea de que voy a hacer todo bien. Suficiente autoestima quiere decir que yo soy consciente de que hay cosas que puedo hacer bien o suficientemente bien o muy bien, y que hay otras cosas que no sé hacer y que no son mi fuerte. Entonces, lo que sí que es importante es que para que alcancemos ese mínimo en esa metáfora del bidón, es que cubramos sus necesidades.

41:36
Amaya Núñez. Muchísimas gracias, Rafa. He aprendido muchísimo y espero saber ponerlo en práctica. Te lo agradezco un montón.

41:43
Rafa Guerrero. Bueno, ha sido un placer y bueno, pues ahora a ponerlo en práctica, como bien dices, muchas gracias.